Dice el Diccionario de la Real Academia Española que el deudor es quien debe, o está obligado a satisfacer una deuda. Y que el endeudamiento es el conjunto de obligaciones  de pago contraídas por una nación, empresa o persona. El problema es que no siempre coinciden las personas de quien debe y de quien se endeudó. Vaya si lo sabrá nuestro país, que tiene una larguísima experiencia en el tema. Tan larga que arranca el 1˚ de julio de 1824, cuando Martín Rodríguez era gobernador de Buenos Aires y Bernardino Rivadavia operaba como su ministro estrella. Fue entonces que, gestiones mediante del perfecto caballero inglés Manuel José García, se contrató un empréstito de un millón de libras esterlinas con la casa Baring Brothers. En realidad, entre comisiones, adelantamientos y amortizaciones del millón de libras solo llegaron 552.700. Por las que se pagaron cerca de 4.800.000, esto es, más de ocho veces el monto realmente recibido. Se tardaron casi ochenta años en cancelar el empréstito, y fue muy variada la posición de los gobernantes frente al mismo. Si Rodríguez y Rivadavia contrajeron la deuda, el primero en caer en default fue Manuel Dorrego, quien casi con clarividencia no consideró apropiado “emitir papel para enviar oro a Inglaterra porque es añadir combustible a un incendio que lo terminará devorando todo”. Juan Manuel de Rosas ordenó investigar el origen de la deuda y solo pagó parte de la misma por breves períodos: entre 1844 y 1845, y de 1850 a Caseros. Urquiza no la pagó, considerando que era una deuda de la provincia de Buenos Aires, pero Mitre, por una ley del 31 de octubre de 1866, la reconoció como del Estado nacional. El pago se terminaría recién en 1904. Fue el primer episodio de una saga que se repetiría más de una vez, siempre con consecuencias nocivas para la economía del país. Cuestión que se agravaría cuando entró en escena el Fondo Monetario Internacional. Por una ley de 1948, Perón se había negado a que la Argentina se integrara al Fondo. Pero un decreto-ley del dictador Aramburu del 19 de abril de 1956, sugerido por el entonces asesor Raúl Prebisch, incorporó el país a la entidad financiera internacional y desde allí se fueron encadenando distintos episodios de mayor o menor gravedad, hasta que Néstor Kirchner pagó la totalidad de la deuda con el FMI el 3 de enero de 2006. Claro que las esperanzas de haber cortado de una vez y para siempre el nefasto vínculo terminaron por derrumbarse cuando el fanático de Netflix tardó apenas dos años en endeudar a los argentinos por un plazo aún mayor que el del empréstito con la Baring. Más de cien mil millones de dólares de deuda, con un bono emitido ¡a cien años! Y para peor, con una tasa del 7,125 por ciento anual, todo mediante un acuerdo con los bancos HSBC, Citi, Santander y Nomura al que se arribó por caminos nada claros. Lo que sí estaba claro es que esa deuda era impagable. Entonces, el gran dormilón dejó por un momento de espiar a propios y ajenos y se entregó a los brazos del Fondo, que esperaba ansioso el momento de volver a clavar sus garras en las arcas argentinas. El préstamo más generoso de la historia del Fondo voló a las manos de los funcionarios del macrismo, que adoptaron todas las medidas necesarias para que los cuarenta y cuatro mil millones de dólares que llegaron de la mano de Christine Lagarde se sumaran a otros que los esperaban en los caminos de la fuga de capitales. Más de ochenta y ocho mil millones de dólares se esfumarían del país gracias al ingeniero sin ingenio y sus secuaces, hábiles para esas maniobras ya que todos provenían del mundillo de las finanzas internacionales. Esa carga pesa sobre los hombros del actual gobierno y es uno de los graves problemas que enfrenta la economía. Se suman, claro está, las consecuencias de la pandemia y el desaforado afán de lucro que caracteriza a los formadores de precios, a los cuales pareciera que no hay margen de ganancia que los satisfaga, pero que, igual que los endeudadores, tienen sus entusiastas defensores en las páginas de LA NACIÓN. Así, el hombre de profético apellido y menciones de catedrático dicta clases de economía desde Italia. Sí, Loris Zanatta el 01/11/2021 pontifica acerca de “La falsa ilusión de vencer a la inflación congelando los precios”. Siempre dado a las metáforas de dudoso gusto, nos informa que “los precios son como las señales de tráfico: lo regulan, hacen predecibles los coches en los cruces, la dirección de quienes ponen el indicador. Sirven a los productores para orientarse en las inversiones, la compra de materias primas, la innovación tecnológica, la decisión de contratar o no personal. Y a los consumidores, para decidir qué comprar o no comprar, dónde hacerlo o no hacerlo, ahora o mañana”. En nuestra experiencia, si equiparamos los precios a señales de tránsito seguro que encontramos que nos llevan a una catástrofe segura, al momento en que nada alcanza para cubrirlos. Ojo que no hablamos de artículos suntuarios, no. Nos referimos a los precios de las cosas de primera necesidad, que trepan y trepan con pasmosa celeridad. Pero cuando el gobierno intenta tomar cartas en el asunto, aparece la sanata de Zanatta para fustigarlo y preguntarse “¿Por qué, entonces, congelar los precios? ¿Por qué una medida tan anticuada y desacreditada reaparece de vez en cuando como una varita mágica en manos de los gobiernos peronistas, y otros más, en general acompañada por el envío de espías a los mercados para castigar a los ‘traidores de la patria’, los ‘hambreadores del pueblo’?”. De labia fácil para soltar frases como si hablara algún profeta, el itálico sanatero descree de las facultades básicas de cualquier administración, como ser las de regular cuestiones tan básicas como el costo de la canasta familiar. Que son las mismas incluso en los países centrales que Zanatta admira. Lo que ocurre es que desde el pináculo en el que se sienta a escribir sus columnas para el pasquín de los Mitre-Saguier, con el mismo desprecio que tienen sus colegas de esta parte del mundo advierte que “Quienes no tienen nociones básicas de economía, como la mayoría de la población de un país empobrecido y cada vez menos instruido, tendrán dificultades para vincular sus problemas diarios con el déficit público, la política cambiaria, la baja productividad, los oligopolios que elevan el costo de los bienes”. O sea, los pobres no entienden nada. Podríamos advertirle nosotros que no tienen tiempo para descifrar tales enigmas, ocupados como están en tratar de sobrevivir a los daños que les inflingen los gobiernos admirados por don Loris. Que se permite atacar con su saña habitual a los odiados populistas, que cuando hablan de la avaricia de los empresarios lo hacen para ordenar al rebaño. “Esa ha sido siempre la gramática peronista, tosca pero eficaz, mala para gobernar, excelente para juntar la grey. Lo mismo en las unidades básicas y en la jefatura de los ministerios”. Por si quedaban dudas de a quién deben adjudicarse tantos males, se la agarra con el fundador y lo desmerece: “Se creía el más vivo de todos, pero así fue como la Argentina se volvió emblema mundial de falta de fiabilidad. Más que criminal, seguir a esos pasos es obtuso”. Total Perón murió hace muchos años y no puede contestarle. La sanata concluye que cualquier medida de este tipo “Es la vieja tentación de torcer la economía a la teología, la parte al todo, el individuo al plan, de hacer lo que es ‘justo’ aunque cause injusticia, lo ‘humano’ aunque haga daño, lo que ‘combate la pobreza’ aunque en realidad la cause”. No hay justicia para los humanos pobres. Tampoco algo de seguridad, porque ahí aparece nada menos que quien fuera el encargado de la seguridad interior en la gestión de la saltimbanqui, Eugenio Burzaco, que el 02/11/2021 y como si fuera un observador imparcial que nunca tuvo nada que ver con la cuestión dispara que “La mala gestión genera inseguridad”. No se está refiriendo a la suya, aquella en la cual se entronizó el gatillo fácil, se persiguió al adicto mientras se protegía al traficante y se asesinó, entre otros, a Santiago Maldonado, Facundo Ferreira y a Rafael Nahuel. No, con su mejor cara de piedra se larga a criticar: “La pésima gestión y la mala toma de decisiones del área de seguridad durante la presidencia de Alberto Fernández generaron mayor inseguridad en el país en los últimos dos años. Si bien existen múltiples causas que explican el aumento del delito, tengo la certeza de que la desidia e inacción operativa y los falsos enfoques ideológicos alejados de la realidad terminaron impactando sobre todo el andamiaje institucional y su capacidad de dar respuesta frente al avance criminal”. Un lector entrenado seguramente ya sabe por dónde se deslizan las intenciones del columnista: la cuestión ideológica. Porque eso es lo que enfrenta a la derecha con las opciones que la enfrentan. Una forma de ver al mundo, que se expresa en todas las actividades humanas. Que para Burzaco pasa por el uso de la fuerza contra cualquier disidencia y de modo de consagrar, si es necesario mediante el terror, un modelo que cristalice los estratos sociales, donde el pobre se resigne a serlo y a cumplir con lo que los dueños del poder económico le ordenen. Ahí está Burzaco, pidiendo que se persiga al eslabón más débil en la problemática relacionada con los estupefacientes: “La política de Fernández en materia de seguridad se ha desentendido de la actividad de narcomenudeo que se concentra en territorios con baja presencia del Estado”. Los grandes intereses económicos que se mueven detrás de la droga hace tiempo que se casaron con los capitales trasnacionales. De esos nada dice el ex secretario. Que sí se reserva más munición para arremeter con la cuestión mapuche: “El caso más reciente de falta de cooperación federal es el de Río Negro, donde la gobernadora Arabela Carreras ha pedido ayuda de fuerzas federales ante acciones sumamente violentas del reaparecido grupo RAM, de supuestos mapuches que reivindican el control de vastos sectores de la Patagonia y niegan al Estado argentino, su Constitución y sus leyes”. Es el mismo discurso que llevó a la muerte de Maldonado y Nahuel. La creación de un supuesto enemigo al que se califica de terrorista para justificar la represión más violenta, al tiempo que se protegen las propiedades ocupadas por magnates extranjeros que, ellos sí, no respetan ni al Estado ni a la Constitución ni a las leyes, porque se creen por encima de todo eso. A esos personajes es a los que garantizó “seguridad” la política desplegada por la saltimbanqui y su segundo, ahora reconvertido en escriba de la Tribuna de Doctrina. Que no se priva de repetir una mentira que ya es un clásico de nuestra derecha: “La falsa ideologización de la política pública generó una serie de decisiones equivocadas, por ejemplo el apoyo a la liberación de presos en el contexto de Covid. A partir de una implementación caótica e injusta, en muchos casos se liberó miles de presos antes de que cumplieran las instancias y mínimos procesales”. Una vez más hay que repetirlo. Los presos que recuperaron su libertad lo hicieron por disposiciones judiciales. Nada tiene que ver el gobierno con las mismas. Y de los registros que se conocen se desprende que la gran mayoría de los mismos quedaron libres por haber cumplido sus sentencias. La deuda contraída por la gestión de Burzaco en materia de seguridad se cuenta en vidas humanas. Sigamos con los defensores de los endeudadores, y veamos cómo Luciana Vázquez el 02/11/2021, ve a “El Presidente, acorralado entre la emisión de pesos y la emisión de carbono”. El anuncio de un acuerdo de fuertes inversiones parece haber encendido las alertas de la derecha, que repentinamente se preocupa por la soberanía en cuestiones relacionadas con el medio ambiente. No porque los asusten los emprendimientos mineros que contaminan ni los desmontes desmedidos que dañan los ecosistemas, que de eso se ocupan sus amigos, sino esta futura inversión extranjera que se acuerda con el odiado gobierno populista. Dice la cronista que “Mientras se esfuerza por subirse a la ola de las políticas públicas globales verdes y, al mismo tiempo, intentar atemperar el problema de la deuda con el FMI a través de canjes de deuda externa por acción climática, el presidente Alberto Fernández se crea un problema político futuro: ya no la oposición economía versus salud que condenó a la Argentina en 2020 sino economía versus salud medioambiental”. Casi como al pasar, Vázquez va dejando al descubierto la verdadera preocupación de los herederos de don Bartolo. Más clara en la frase que sigue: “El punto crítico de ese conflicto político-soberano por venir es esa herramienta financiera de reestructuración de deuda que viene proponiendo Fernández desde hace meses en diversos foros globales, y con el que volvió a insistir ante los líderes globales en este viaje por Europa a los líderes globales”. O sea, no hay que reestructurar sino que hay que pagar. No importa cómo se contrajo la deuda ni quiénes lo hicieron, lo que interesa es que se pague, al costo que sea. Si se habla de reestructuración, LA NACIÓN prende la alarma. Y descubre rápidamente al enemigo oculto: “Detrás del combo formado por el trío cambio climático como problema, la reestructuración de la deuda vía swap climático y el crecimiento económico sustentable en términos financieros y medioambientales está el nombre de Joseph Stiglitz, el premio Nobel mentor del ministro de Economía, Martín Guzmán, que tiene a restructuración de la deuda sobre sus espaldas”. Stiglitz es un nombre detestado para el pensamiento de la derecha. Que sabe que “Con los canjes de deuda por acción climática, el país pide una suerte de condonación parcial de deuda, con lo cual baja la deuda. Por otro lado, suma donantes o inversores no gubernamentales que aportan fondos para proyectos económicos sustentables en lo medioambiental, como la reforestación, y desarrolla un plan de infraestructura para la transición hacia una economía verde”. Eso es lo que nuestra derecha no quiere, porque lesionaría los intereses de los acreedores que nos supieron conseguir. Por eso Vázquez se preocupa en dejar las cosas claras: “Hay dos cosas que llegan tarde a Argentina: el mundo y el futuro. Pero ya no queda tiempo y el futuro ya está aquí: el tema del cambio climático y su relación con el crecimiento económico acaba de desembarcar en la Argentina de forma innegable: se mezcló con lo asuntos que mueven el amperímetro en la opinión pública y la política, por ejemplo, con el problema de la deuda”. En esa perspectiva, la cronista advierte: “Los Fernández corren el riesgo de estar construyendo la nueva bomba que estalle en sus manos, una nueva encrucijada que los acorrale entre la espada de la deuda y el parate económico y la pared de una soberanía medioambiental de difícil cumplimiento en una Argentina tironeada por deudas sociales urgentes, sordas a los plazos largos de los debates que cruzan economía con política verde”. De profetas del futuro fracaso, las páginas de LA NACIÓN están repletas. Para muestra basta un botón, y ahí encontramos a Carlos Pagni que el 02/11/2021 denuncia “La engañosa sarasa de El Tero Guzmán”. El servicial cronista también se preocupa por las inversiones anunciadas y siembra la duda: “Pichot, representante de esa empresa australiana, la acercó al Gobierno y trabajaron durante un año en ese anuncio que es, probablemente, la bandera más importante -y como dije incierta, muy incierta- que puede traer Alberto Fernández de ese viaje. ¿Por qué? Porque el resto de los temas que se hablaron tienen algo de engañoso”. El acuerdo no es muy seguro, puede ser un nuevo relato de aquellos a los que nos tiene acostumbrados el populismo, parece decir. Hay que pegarle al ministro de economía porque, para sorpresa del columnista, su discurso se parece peligrosamente al del odiado kirchnerismo. Así que hay que pegarle a Martín Guzmán y decir que “el Congreso él cree que es un ámbito donde a los representantes del pueblo se les puede dar sarasa. Lo mismo pasa ahora con la ciudadanía argentina, a la que le dan sarasa. Pero muy especialmente, a una ciudadana, que es Cristina Kirchner, a la que hay que envolverle en sarasa los ajustes que se van a pactar, si es que se llega a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional”. Pasando los dichos en claro, lo que sostiene Pagni el servicial es que Guzmán engaña a todos, hasta a la odiada reina maléfica que manda en el Senado. Por si alguien no advirtió todavía a quiénes defiende el pasquín de los Mitre-Saguier, Pagni se encarga de aclararlo: “Al Fondo le pagaríamos 4 por ciento y seguimos dudando si conviene acordar o no con el Fondo, con lo que nos estaríamos ahorrando 4 puntos de tasa. Guzmán impulsó una ley para que el acuerdo deba pasar por el Congreso, de tal manera que la oposición quede atada a sus ajustes. Y este es el discurso del acuerdo político para socializar con la oposición las medidas antipáticas, que en la medida en que el descalabro es mayor, son cada vez más dolorosas. Coparticiparlos con la oposición no es algo que pide el Fondo”. Cómo se le ocurrió al ministro tratar de cumplir con el espíritu de la Constitución, que desde siempre pensó que los temas de la deuda deben ser tratados por quienes representan al pueblo y a las provincias. Pero eso es pensar en términos políticos y negar que la cuestión es económica, al menos desde la perspectiva de los que emplean al escriba. “Hay algo central al kirchnerismo que en general es bastante similar a otras manifestaciones, por decirlo de alguna manera, populistas, que es pensar que no hay ninguna zona en la realidad -económica, energética, sanitaria- que no pueda modelarse, doblegarse ante el poder político”. Descalificar a la política es una forma de negar la democracia. Porque no hay forma democrática de ejercer el poder que no sea por medio de la actividad política, cuya esencia es la de enfrentar los conflictos y encontrarles solución. Pagni insiste, se ocupan de la política y “Mientras tanto, en los números, el Gobierno se aleja del acuerdo con el Fondo. Información: hoy hubo una nueva resolución de la secretaría de Energía congelando tarifas”. Lo que informa es que en vez de preocuparse por las empresas, parece que en algún área del Estado se preocupan por la gente. Esto es el núcleo central de las inquietudes de los escribas de LA NACIÓN, que en lugar de ocuparse de cumplir con los mandatos del poder al gobierno se le ocurra tratar de resolver los problemas de los ciudadanos comunes. “¿Qué quiere decir todo esto? Que la Argentina está necesitada de encarar una serie de -perdón por la palabra- ajustes”. Frente a esa supuesta necesidad, Pagni se pregunta por la posible reacción de la Vicepresidenta. “Cómo se relaciona ella con el mundo de los intendentes del conurbano, de los caudillos del interior es un misterio. Ese mundo era un mundo que conocía Néstor”. Debería estar enemistada con todos, alejada de quienes se mueven en el universo del Frente de Todos. Por eso, Pagni sostiene que “En el fondo de todo este panorama está este problema en relación con el plan que necesita la Argentina. El caso más probable es que todo siga igual, y Guzmán siga haciendo la del tero y nos explique una cosa y haga otra, pero que vaya haciendo un plan sin demasiado entusiasmo, lo que le permita a Cristina pensar en que se vienen dos años de caída del salario real”. Si por un momento las opiniones del ministro y de la Vice se alinearon, habrá que trabajar para distanciarlos. Esa es una tarea que el servicial columnista conoce bien. Como también la conoce el columnista que se inició difundiendo las actividades de los militares genocidas que llevaron adelante el Operativo Independencia. Joaquín Morales Solá acude en defensa de los acreedores y el 03/11/2021 habla de “Ignorancia, toqueteos y errores”. Se refiere a la gestión de Alberto Fernández y su gobierno. Parece que el cronista perdió las esperanzas de ver a Alberto y Cristina enemistados así que pasa a demoler al Presidente, y al referirse a su gira lo trata de ridiculizar por no haber conseguido reunirse con los dueños del poder internacional. “Ni Obama ni Trump les negaron nunca encuentros bilaterales a Macri en reuniones cimeras. Trump, además, recibió al expresidente argentino en visita oficial en la Casa Blanca”. Así nos fue. Cómo no lo iban a recibir si los pocos esfuerzos que realizaba eran para satisfacer sus intereses. Por las dudas, le pega por otro costado: “Fue también la primera vez que un presidente argentino estuvo en Roma y no fue recibido por el Papa argentino”. No importa que se supiera de antemano que en año electoral, Bergoglio no recibe a mandatarios inmersos en la lucha comicial. Tampoco los funcionarios del FMI tratan bien al Presidente, según Morales. “Lipton no tiene ganas de ayudar al gobierno argentino en sus interminables enjuagues con el Fondo. La refinanciación del crédito es imprescindible para que la Argentina no caiga en default con ese organismo y también con el Club de París, que está pendiente de la negociación de la Argentina con el FMI. Un default con ambas instituciones sería literalmente una catástrofe para el país”. La deuda. A pagarla de cualquier modo, es la consigna de la derecha. Morales advierte: “El problema es que el Fondo no puede firmar un acuerdo con un país con emisión descontrolada de dinero, con una inflación del 50 por ciento anual, con tarifas congeladas, con precios máximos y con cepo al dólar. O lo podría firmar si el acuerdo incluyera un plan para deshacerse de todas esas anomalías económicas”. Como se decía en otras épocas, ahí está la madre del borrego. Porque según don Joaquín “Cristina Kirchner, su hijo Máximo y el propio Alberto Fernández recorren tarimas electorales con un discurso contra cualquier política económica sensata”. Sensato sería deprimir aún más los montos jubilatorios, arrasar con los derechos de los trabajadores, aumentar las tarifas de los servicios, devaluar la moneda, quitar cualquier cepo, al dólar, a las exportaciones o a los precios, y reprimir a todo el que se queje. Lo que hizo el macrismo, con las consecuencias conocidas. Por si algo faltaba en el universo mediático de las miserias de nuestra derecha, primero el domador de reposeras agredió a un periodista, porque temió que un micrófono de un canal que no logró destruir sirviera para hacerle alguna pregunta. El dormilón solo habla con sus amigos, o quizás, sus empleados. Y para frutilla del postre, ahí apareció la saltimbanqui exhibiendo impúdicamente su catadura moral. Frente a una operación quirúrgica a la que se sometió Cristina Fernández de Kirchner, no tuvo mejor ocurrencia que decir que “Cristina Kirchner se esconde en los momentos difíciles. No está y eso quiere decir algo, ¿será que planificó la operación para no estar cuando se den los resultados a nuestro favor?”. Palabras que hablan de quien las dice, no de aquella a quien se refiere. Porque si algo ha hecho Cristina Fernández de Kirchner es enfrentar cada desafío sin quitar el cuerpo. Tantas y tantas indagatorias, tantos comicios, tantas cosas de la vida frente a las que justo los que hablan de ella se esfuerzan en escabullirse y en lograr el apoyo de sus malas amistades, para que alguien que desconoce el sentido mismo de la conducta recta la ataque miserablemente. No importa. Es una deuda más que la derecha contrae. Porque está claro que en esta vida que nos ha tocado a los argentinos, unos endeudan para que otros paguen. Como dice la antigua canción que entonaban los republicanos españoles, cuándo querrá el Dios del cielo que la tortilla se vuelva.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *