La pandemia que acosa a la humanidad toda causa estragos en el mundo entero. El coronavirus parece reinventarse día a día, y lejos de avizorarse el día en que pase a ser un mal recuerdo, avanza con nuevas olas y nuevas cepas, cada una más mortífera que las anteriores. La consecuencia es clara, un tendal de enfermos que ponen en riesgo los sistemas sanitarios tanto de los países centrales cuanto los de los periféricos. La pandemia ha demostrado la falacia de preferir el manejo privado de la salud por sobre el estatal: sin una presencia activa de los estados en la lucha contra el COVID 19, sus consecuencias, de por sí gravísimas, serían aún peores. Pero también ha puesto de manifiesto que la enfermedad que produce el virus no es la única que aqueja a la humanidad. Opiniones que parecen delirios y que se creían superadas renacen con fuerza y se propagan por los continentes, repetidas por sujetos escapados de películas de horror de clase B que se creen los protagonistas de una nueva cruzada. Terraplanistas y paranoicos de todos los países, amantes de las conspiraciones, combatientes contra las vacunas, se únen para enfrentar cualquier medida que se intente adoptar para frenar el avance del virus. Los enfermos tienen, en general, un común denominador que los congrega: una ideología reaccionaria y de derecha. Es cierto que la mayoría de la gente los mira con cierto asombro y algo de temor, al verlos proliferar. Pero no es menos cierto que otros los utilizan como fuerza de choque para sus oscuros propósitos. Lo vemos en nuestro país, donde a cada medida adoptada por el gobierno para tratar de combatir al COVID 19, le sigue una manifestación de personajes estrambóticos, que reclaman que las vacunas los transforman en imanes, que los aviones que traen las dosis son en realidad cargueros usados para la trata de personas, y disparates por el estilo. Claro que las páginas y los portales de los medios hegemónicos les prestan su atención y hacen aparecer a los pocos desquiciados que se manifiestan como si fueran multitudes que reclaman por sus derechos supuestamente pisoteados. Enfermos de odio, los columnistas tanto del clarinete mentiroso como los de la Tribuna de Doctrina desparraman sus frases insidiosas como si fueran verdades irrebatibles. Siempre con un objetivo claro: traer agua para el molino de la derecha, en la esperanza de que tanta falsedad arroje frutos en las próximas elecciones. Pruebas al canto. Sin abandonar sus poses de literato, Jorge Fernández Díaz postula el 29/05/2021 que la disyuntiva política es entre “Un pacto de pícaros o un acuerdo de honestos”. Como buen pícaro que pretende ser, ubica a las partes exactamente en sus lugares opuestos. Viejo truco que ya Sarmiento utilizara al plantear el dilema de civilización o barbarie para tratar de civilizados a los bárbaros y acusar de bárbaros a los que buscaban civilizar. Ojo, que en tren de comparaciones el sanjuanino era un mentiroso con más genio que su seguidor, y aún con su lenguaje plagado de horrores ortográficos y de invenciones útiles a sus designios, era muchísimo más profundo que el novelero actual, que sigue con sus obsesiones, propias de la enfermedad antipopulista que lo aqueja y que lo lleva a decir que “hace diez días estuvimos a cinco horas de que la monarca de la calle Juncal se quedara con la voluntad de todos los fiscales y digitara desde su casa qué causas judiciales avanzan y cuáles expiran. El dictamen quedó vivito y coleando, y solo falta que la oposición duerma un día la siesta para que florezca el quorum y la ya deteriorada división de poderes vuele definitivamente por el aire”. Se refiere al proyecto de reforma a la ley del Ministerio Público, y como siempre, escribe falsedades. Porque la pretendida reforma nada tiene que ver con la división de poderes que Fernández Díaz cree amenazada. Los poderes del Estado son tres, al menos en un sistema como el que nuestra Constitución estableció en 1853 y que con sus sucesivas reformas subsiste hasta la actualidad: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Como dice el artículo 120 de la Ley Fundamental, “El ministerio Público es un órgano independiente con autonomía funcional y autarquía financiera, que tiene por función promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad de los intereses generales de la sociedad, en coordinación con las demás autoridades de la República”. Está claro que no integra ninguno de los tres poderes clásicos y que goza de independencia de los mismos. Lo que no quiere decir que el Congreso no pueda establecer la forma de elección de sus autoridades y demás integrantes, y la duración de los mismos, así como otros aspectos que no impliquen privarlo de su autonomía funcional ni de su autarquía financiera. El novelero no quiere, ni puede, explicar cómo la división de poderes está al borde de volar por los aires por la posible sanción de una ley que nada tiene que ver con esa división. Lo que probablemente estallaría, de reformarse la ley del Ministerio Público, es la coraza de impunidad con que la situación actual pretende blindar a la banda integrada por espías, funcionarios, fiscales, jueces y pseudo periodistas conducidos por Pepín el fugitivo, que estableció un sistema de persecuciones judiciales útiles para poder endeudar a generaciones futuras y fugar los dineros que así se obtenían. Cosa que para Fernández Díaz es exactamente al revés: la Argentina está en manos de “Un importante grupo antisistema que copó la cabina justicialista y que desde allí pretende –como enseña Laclau– dinamitar los acuerdos, acabar con el parlamentarismo, profundizar la división, generar enemigos simbólicos, coordinar y explotar todos los conflictos, concentrar todos los poderes y prevaler finalmente sobre la ‘partidocracia’. Quedarse con todo y para siempre”. El problema sin solución para el novelero, y que probablemente sea la causa de su odio enfermizo, es que los que hicieron todo eso fueron sus mandantes. Cosa que está quedando cada vez más clara. Aunque no para todos. El 30/05/2021, Pablo Sirvén descubre que “La militancia virtual cincela a un Alberto más amistoso”. De entrada nomás, da muestras de su enfermedad anti-k, y desliza que “como buen kirchnerista que es, Pedro Rosemblat se tenía que llevar algo. Y se lo llevó. Con pesar, el presidente de la Nación se desanudó la corbata, una de sus preferidas, y se la entregó como trofeo a su interlocutor para que la sortee entre sus seguidores y con lo recaudado siga adelante con su tarea evangelizadora por medios no tradicionales”. Se refiere a la entrevista que Alberto Fernández dio al mencionado Rosemblat, que jamás abjuró de su pertenencia al peronismo, mal irremediable para los seguidores de LA NACIÓN. En el transcurso de la conversación, el Presidente deslizó algunos conceptos que el servicial Sirvén trata de usar para sus propios fines. Entonces, si Alberto dijo, refiriéndose a su relación con Cristina, que no es tan sumiso, Sirvén se preocupa por el tan y no hace referencia a la otra parte de la frase, en la que el Presidente dijo que su Vice no es de pegar cuatro gritos. Eso no se repite porque va en contra de la versión oficial del neomitrismo. El servicial escriba está preocupado por lo que representa Rosemblat como fenómeno comunicacional alejado de los medios tradicionales, y dice que “Rosemblat aparece de atrás (pero no tan atrás) por el espejito retrovisor de los grandes medios, con su cajita de herramientas virtuales siglo XXl. Sus performances ya no resultan insignificantes ni, mucho menos, inofensivas. Hasta ayer al mediodía, su canal de YouTube tenía 96.900 suscriptores y su conversación con el jefe del Estado ya había sido vista por 189.852 personas. El jueves a la noche en vivo la vieron varios miles más por esa red, pero además por Facebook y Twich, la plataforma de Amazon esencialmente de videojuegos”. Que haya tanta gente atenta a un mensaje proveniente de alguien que se define como peronista y termina su entrevista gritando Viva Perón, prende una señal de alerta en nuestra derecha. En dos columnas sucesivas, “El dramático giro de Alberto y Cristina”, del 30/05/2021, y “Más lejos del mundo, más cerca de Cristina” del 01/06/2021, Joaquín Morales Solá sale en defensa de los intereses de sus viejos patrones y se enoja porque “Todo lo que la administración de Alberto Fernández hizo en la última semana fue para desplazar al país hacia el rincón de las naciones desorbitadas y para acariciar políticas contrarias a las posiciones de Biden. Desde el apoyo en las Naciones Unidas a una comisión investigadora de lo que hizo Israel cuando se defendió de los ataques del grupo Hamas hasta la renuncia a seguir denunciando en la Corte Penal de La Haya las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, todo significa una adscripción absoluta de la Argentina a posiciones muy distintas de las que ha sostenido históricamente”. Ay Joaquín. Las posiciones que históricamente estuvieron a favor de las políticas de los Estados Unidos fueron las de LA NACIÓN, por citar al último de tus empleadores conocidos, y no los de la Argentina. Ya en ocasión de hablar con Herbert Hoover, al inaugurarse las líneas telefónicas entre nuestro país y el del norte, Hipólito Yrigoyen le había dejado en claro su credo de que “los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos”. Vale recordar que para la Tribuna de Doctrina, el viejo caudillo radical estuvo fuera de tono. A quién se le ocurría ponerle límites al conquistador. Perón sostendría más tarde la tercera posición, y en años de democracias frágiles y amenazadas nuestro país integró el Movimiento de Países del Tercer Mundo. Todas posturas alejadas de lo que Morales Solá sostiene. Quizás lo asuste que alguien lo crea unido al canciller por algo más que un apellido, y entonces retoma su desembozada propaganda a favor del laboratorio Pfitzer y reclama por un acuerdo con el mismo, que según su peculiar visión no comprometería los intereses nacionales. “¿O la dignidad nacional es, acaso, una pertenencia exclusiva del kirchnerismo?”, se pregunta indignado. No Morales, no es pertenencia exclusiva del kirchnerismo, pero lo que es claro es que defenderla nunca estuvo en los planes de la derecha a la que el cronista del Operativo Independencia reporta. Morales insiste: “El fanatismo ideológico termina siempre en el absurdo. ¿Pueden Venezuela, Cuba y Nicaragua cuestionar al Estado democrático de Israel? No, pero esos tres países latinoamericanos (y Bolivia) fueron los que acompañaron a la Argentina en el voto contra Israel en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. También México, gobernado por un presidente populista que prefirió polarizar y confrontar a la sociedad de su país. La comisión que crearon investigará si Israel cometió crímenes de guerra cuando les respondió a los 4000 misiles (la cifra es también de las Naciones Unidas) que Hamas lanzó desde Gaza hacia ciudades israelíes”. La primera cuestión a plantear es por qué supone Morales que Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, México y Argentina no pueden cuestionar al Estado de Israel, que muy lejos está de comportarse democráticamente con sus vecinos palestinos. Morales menciona a Michele Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, diciendo que cuestionó a Hamas, pero omite mencionar los dichos de la ex presidenta chilena cuando “hizo referencia a los ataques aéreos israelíes en zonas densamente pobladas ‘provocando un alto nivel de víctimas civiles y heridos, así como la destrucción generalizada de la infraestructura civil’. ‘Dichos ataques pueden constituir crímenes de guerra si se determina que son indiscriminados y desproporcionados en su impacto sobre civiles y bienes de carácter civil’, recalcó Michelle Bachelet. La Alta Comisionada dijo que ambas partes tienen derecho a defender a sus ciudadanos y que los palestinos tienen derecho a vivir de manera segura y libre en sus hogares, algo que no han podido experimentar debido al bloqueo israelí”. (https://news.un.org/es/story/2021/05/1492582). Como siempre, los columnistas del pasquín de los Mitre-Saguier ocultan las verdades que no les gustan. Eso es una manera de mentir. Federico Villegas Beltrán el embajador argentino ante las Naciones Unidas, en su discurso donde anunció el apoyo de la Argentina a la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que crea una comisión para investigar las presuntas violaciones y abusos de las garantías fundamentales en el territorio ocupado palestino, incluida Jerusalén Oriental, y en Israel, cometidas antes y después del 13 de abril de 2021, según informa el sitio de noticias de la ONU, dijo claramente que “la República Argentina da la bienvenida al alto al fuego anunciado el 20 de mayo pasado y hace un llamado a todos los actores a respetarlo. El sufrimiento causado por estas hostilidades es inmenso. Debemos lamentar al menos 269 víctimas fatales palestinas en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, incluidos 70 niños y niñas, y 12 muertes israelíes, entre ellos 2 niños, así como miles de heridos”. Agregó que “Mi país siguió con enorme preocupación el desarrollo de un nuevo ciclo de enfrentamientos armados entre Israel, Hamas y otras organizaciones palestinas de la Franja de Gaza”. Agregó que “hemos condenado todos los ataques contra civiles palestinos e israelíes que se produjeron en los días del conflicto”, y concluyó sosteniendo que “la única solución verdadera al conflicto se logrará con el surgimiento definitivo de un Estado palestino independiente, democrático, viable y territorialmente contiguo, que garantice el derecho de Israel a vivir en condiciones de paz y seguridad”. Lejos, muy lejos, de las preocupaciones sostenidas por Morales Solá, cuando se pregunta “ ¿Qué velo misterioso protege a Hamas? ¿Con quién no quiere pelearse el gobierno de Alberto Fernández (o Cristina Kirchner) para ocultar siempre a Hamas?”. Que se investiguen las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado de Israel no significa proteger a Hamas, como queda claro en las palabras del embajador de nuestro país. Lo que ocurre es que los verdaderos temores del escriba quedan a la luz cuando se sincera y dice “ En la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la Argentina no solo votó junto a países sin autoridad moral para valorar la vigencia de los derechos humanos; también votó contra los intereses de los Estados Unidos, donde existe una importante influencia de su comunidad judía. Washington votó en contra de investigar a Israel”. Queda bien claro cuáles son los intereses que defiende Morales Solá. Le faltó decir cómo se les ocurre a los populistas estos votar contra los Estados Unidos. Otra de sus falsedades fue cuando, en sintonía con la saltimbanqui que preside el Pro, tildó a la posición adoptada por nuestro país como antisemita. Lean un poco, que la enfermedad del odio no les impida enterarse de que árabes y palestinos son tan semitas como los israelíes. Agarren los libros que no muerden, suele decir la sabiduría popular. Otro que se arriesga a enfermizas conclusiones acerca de los dichos del Presidente en su conversación con Pedro Rosemblat es Fernando Laborda, que el 01/06/2021 cree descubrir “La última confesión de Alberto Fernández” y se pregunta “¿por qué no pensar, sencillamente, que la subordinación respecto de Cristina Kirchner que exhibe y, en cierto modo, comienza a confesar el Presidente no es otra cosa que el resultado de un pacto secreto que arrancó desde el mismo momento en que ella lo convirtió en el candidato del Frente de Todos?”. Delirios paranoicos, podría decir un observador imparcial, que llevan a suponer pactos secretos, subordinaciones y conspiraciones diversas. Pobre Laborda, supone que “No pasó mucho tiempo para que se descubriera que el jefe del Estado había asumido el compromiso de garantizarle impunidad a su mentora frente a las numerosas causas judiciales en las que está procesada”. ¿Y dónde se descubrió tal cosa? Al parecer, solo en la enfermiza obsesión de la derecha, plasmada una y otra vez en las columnas de LA NACIÓN, siempre dando por verdadero aquello sobre lo que no ofrece prueba valedera alguna. Hay que creerlo porque está en el diario de don Bartolo, ese gran mentiroso. Vamos a Carlos Pagni, siempre un poco menos brutal en su tarea de desinformar que sus colegas del más que sesquicentenario pasquín. Sus esfuerzos comienzan a dirigirse a crear una figura que parezca peronista, aunque sirva a los designios de los dueños del poder. Estrategia que rindió algunos beneficios mientras Sergio Massa resultó una oferta tentadora para alejar a las corrientes que hoy se nuclean en el Frente de Todos de los triunfos electorales, y posibilitar de esa manera el arribo del dormilón saqueador y sus secuaces al gobierno. Ahora hay que ver si Florencio Randazzo cubre esas expectativas. Al menos en 2017 fue útil para que Cristina Fernández de Kirchner perdiera por pocos votos las elecciones bonaerenses para el senado de la Nación. Ahí va el columnista que alguna vez fue procesado junto con espías varios, hasta que una jueza federal volvió sobre sus propios pasos y resolvió todo lo contrario a lo que poco tiempo antes había resuelto. Y nos cuenta que hay “dos movimientos que no están en el oficialismo. Uno es del PJ disidente, que brumosamente se insinúa en la provincia de Buenos Aires en la figura de Florencio Randazzo. Los números de los encuestadores son misteriosos porque dicen que con solo mencionar su posibilidad, un discurso peronista no kirchnerista concitaría la adhesión del 10% de la gente, de arranque”.  Optimista el hombre. Randazzo con el sello del PJ y en pleno auge del macrismo solo arañó un 5%, útil para frenar a Cristina pero para nada más. Sigue Pagni, ahora despejando el camino para que la oposición tenga un candidato que no espante de movida: “El otro movimiento que tiene que ver con estos datos se da en Juntos por el Cambio. Lo que se discute, con gran resistencia por parte de Macri, es qué se hace con la experiencia Macri”. Se entiende clarito. Desunamos al peronismo, saquemos al domador de reposeras del medio y vamos perfilando un candidato potable, que venga a hacer lo mismo que hace siempre la derecha, esto es saquear al país y llenarse los bolsillos, pero sin que se note demasiado. Pagni presume que habrá dos candidaturas que influirán casi definitivamente en los próximos comicios: las vacunas y el gasto público. Queda lugar para una más: “El otro candidato es el pragmatismo o si ustedes quieren la tregua interna. Se acabó cualquier posibilidad de discusión dentro del oficialismo, hasta nuevo aviso, porque hay que ganar las elecciones”. Habría poco que discutir, frente a la sensatez de esa premisa, salvo porque Pagni en su nota habla de los conflictos del ministro Guzmán con el secretario Basualdo, de los gremialistas con los sanitaristas de Kiciloff, del kirchnerismo con todos los demás, y así sucesivamente. Es decir, ojo, deberían hacer esto pero están haciendo esto otro. Más sutil que los demás columnistas, Pagni maneja el arte de hacernos creer que dice una cosa cuando en realidad está convenciéndonos de lo contrario. Para el final, el escriba no se priva de reflexionar, a su manera, sobre la cuestión internacional y la causa de los derechos humanos. La misma que nunca preocupó a LA NACIÓN ni a sus columnistas mientras la dictadura genocida llevaba a cabo los atropellos más crueles que registre nuestra historia. Ni una palabra sobre las desapariciones, las torturas, los asesinatos, las prisiones ilegales, los centros clandestinos de detención y exterminio, los niños separados de sus familias y privados de su verdadera identidad, los miles de exiliados. Al contrario, el periódico mitrista se preocupó por reclamar por las prisiones de los criminales de lesa humanidad, y no por sus víctimas. Ahora Pagni habla de derechos humanos. A su manera, que es la manera en que los escribas del neomitrismo toman las palabras más preciadas y las desnaturalizan. Y en relación con la decisión Argentina de no prestarse más a la persecución internacional contra Venezuela, dice que “ahí es donde la prestación de Alberto Fernández se vuelve invalorable, porque la Argentina está contribuyendo a que ese paso para investigar violaciones de derechos humanos no se produzca. Justamente, un servicio catastrófico, producido por un gobierno que también, discursivamente, se envuelve en la bandera de algunos derechos humanos. O, menor dicho, en los derechos de algunos humanos”. Lo catastrófico sería que el gobierno siguiera encolumnado con los intereses de los Estados Unidos, siempre opuestos a los de esta región que los norteamericanos creen su patio trasero. Hay que velar por los pueblos de Nuestra América, esa Patria Grande que soñaron Artigas, San Martín, Bolívar y Martí. No por las víctimas del gran garrote que esgrimieron Theodore Roosevelt y tantos otros gobernantes estadounidenses. Ya lo advertía Rubén Darío en su poema de 1904: “Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América ingenua que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”. Proféticas palabras. Solo la enfermedad del odio al populismo puede hacer pensar que eso ha cambiado. No, cuando la derecha se queja por la falta de vacunas no es porque se preocupe por la salud (por qué, si no, las marchas anticuarentena, la recurrencia a la presencialidad en las escuelas, el desprecio por las medidas de cuidado). Lo que les preocupa es la lesión de los intereses de una empresa estadounidense. A no equivocarse. Y para terminar, mostremos un poco del grotesco de estos personajes que pueblan las páginas de LA NACIÓN y que reciben sus elogios. Una cena entre una mujer cuyo mayor mérito es ser la nieta de otra que dejó olvidados junto a un antiguo teléfono blanco sus sueños de actriz, para convertirse en la anfitriona de cuanto poderoso o aspirante a serlo anduviera necesitado de una cuotita de pantalla, y el ejemplo vivo de los errores a los que pueden arrastrarnos la desinformación, las falsas noticias, las mentiras tantas veces repetidas para que parezcan verdades, el ingeniero sin ingenio destacado por su invariable tendencia a descansar de sus descansos. Y una cuota de sinceridad. Nada de contar que se preocupaba por las fábricas cerradas, por los miles de desempleados, por el gatillo fácil de sus policías, por el desastre económico que estaba produciendo en el país. No, nada de eso. Lo que el sujeto hacía era llegar a su casa y prender la televisión para ver Netflix. Eso es la derecha, esa es la enfermedad que busca contagiar a todos.  

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