En estos días se celebró el Día del Periodista en la Argentina, como todos los años desde 1938 en que el Primer Congreso Nacional de Periodistas decidió homenajear a Mariano Moreno y a la creación de la Gazeta de Buenos Ayres. Buena ocasión, entonces, para reflexionar sobre esta noble profesión y los avatares que corre en nuestro país. Raros tiempos de felicidad estos, en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa, decía Moreno, citando al pensador romano Tácito, en aquel primer número, salido pocos días después de que la Primera Junta estableciera el primer gobierno patrio. Moreno pensaba que el periodismo sería un arma de combate en la lucha por la democracia y la independencia. Claro que los tiempos de felicidad, al menos para el fogoso Secretario, serían pocos. Sus enfrentamientos con Saavedra y el ala conservadora del nuevo gobierno terminarían por condenarlo a un exilio disfrazado de misión diplomática a Brasil e Inglaterra. Allí se dirigía, junto a su hermano Manuel y a Tomás Guido, que oficiaban como sus secretarios, cuando tras beber una pócima que le proporcionó el capitán inglés del buque en el que viajaba, se apagaba su estela. Años después, Eduardo Dürnhöfer definiría a esa muerte como el primer Crimen de Estado de nuestra historia. Es que Moreno era una personalidad molesta para quienes no pensaban más que en un cambio de nombres para la dirección de los destinos de lo que todavía era el Virreynato del Río de la Plata. En su Plan de Operaciones había dicho cosas como que “Si no se dirige bien una revolución, si el espíritu de intriga, ambición y egoísmo sofoca el de la defensa de la patria, en una palabra: si el interés privado se prefiere al bien general, el noble sacudimiento de una nación es la fuente más fecunda de todos los excesos y del trastorno del orden social”. En el mismo Plan declaraba su intención de captar para la Revolución a José Artigas, mientras proponía dar tierras gratuitas a las familias pobres que quisieran poblar las fronteras. Ideas como esas le atrajeron el odio de los que, inaugurando la grieta en nuestra historia, lo calificaron como jacobino y se alegraron de su muerte. Trágico presagio para los que siguieran sus pasos, sea en la política o en el periodismo. Si hay quien dude de ello, bastaría con enumerar las decenas de comunicadores sociales que fueron víctimas de la dictadura cívico militar genocida que asoló el país entre 1976 y 1983. Entre esas víctimas, resalta la figura de Rodolfo Walsh, alguien que como Moreno unió al pensamiento con la praxis y se destacó nítidamente como una figura paradigmática en el campo de la investigación periodística, a punto tal que con su recordada Operación Masacre dio origen al género de la  non fiction novel, aunque haya quienes le nieguen la autoría y prefieran adjudicársela a Truman Capote, quien escribió In cold blood nueve años después de la obra de Walsh. Como Moreno, Walsh también ejerció el periodismo como un mandato de liberación.  El 24 de marzo de 1977, al cumplirse un año del golpe criminal, escribió su Carta Abierta a la Junta Militar, que terminaba diciendo “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Al día siguiente, un grupo de tareas de la Marina lo acribilló y llevó su cuerpo a la Escuela de Mecánica de la Armada donde desapareció. ¿Por qué recordar a Moreno y a Walsh en estos días? Pues porque en tiempos como estos, donde el ejercicio del periodismo es prostituido a diario por personajes que se esfuerzan en hacer de la mentira y la falsedad sus armas, Moreno y Walsh golpean con su ejemplo ético, porque sus vidas resumen lo que significa el compromiso de los comunicadores sociales, porque asumieron sin vacilar la defensa de valores mucho más grandes que los que les marcaba su esfera de actuación, porque ambos entendieron que la comunicación no se reduce a trasmitir noticias sino que es un poderoso instrumento transformador de la sociedad. Ni Moreno ni Walsh fueron neutrales en su ejercicio, por el contrario, asumieron las posturas que creyeron necesarias sin por eso renegar de la verdad de los hechos. Decía Manuel Moreno sobre su hermano que “Cuando se estableció la Junta se echaba de menos el medio sencillo de esparcir las ideas, y hacer a los hombres comunicativos como en todas partes se realiza por esta clase de escritos. Esta falta no pudo escaparse a la penetración del Dr. Moreno (secretario de aquella Junta) y su anhelo del bien público lo determinó a la fundación de una Gaceta enteramente nueva, como jamás se habría visto en las Colonias en otras circunstancias… Excitar el ánimo del pueblo a examinar sus intereses y sus derechos; establecer los principios sólidos de su felicidad; combatir los agentes de la tiranía, tales eran los objetos que el Dr. Moreno se propuso en la edición de este papel, único y original en las prensas de la América española” (Moreno, Manuel, “La Gaceta de 1810, intérprete de la Revolución” en “Mayo. Su filosofía, sus hechos, sus hombres”, Ediciones del H. Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires 1960). En su Carta Abierta, Walsh decía que “han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivtas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina”. Las dos figuras claves del periodismo ético fueron siempre claras en lo que decían y coherentes en lo que obraban. Gran diferencia con los tiempos que corren. Bajo el disfraz de “prensa independiente” se cobijan los que sirven a los intereses de los poderosos y para hacerlo, no vacilan en usar los medios de comunicación social como vehículos de difusión del odio y el engaño. Dicen ejercer el derecho a la libre expresión, olvidando que ese derecho no los autoriza a decir cualquier cosa; por el contrario, como mediadores entre la sociedad y los hechos deben usar esa función para perfeccionar a la democracia y no para atacarla, para promover el respeto de las libertades fundamentales y los derechos humanos, para hacer de sus escritos proclamas en favor de la igualdad y la solidaridad. No informan, desinforman. No merecen el título de periodistas: son antiperiodistas. Se definen por lo opuesto a lo que dicen ser, ejercer y defender. Si, como se dice, el periodista es el primer historiador, escriben una historia falsificada. Como lo hiciera Bartolomé Mitre, el fundador de LA NACIÓN. No resulta extraño que en sus columnas, sea en el papel o en los sitios digitales, la verdad tenga muy poco espacio. No se les pide ser neutrales: la neutralidad es un disfraz que oculta las ideas del que la proclama. No está mal que tengan sus ideas, lo que está mal es que para defenderlas usen y abusen de la mentira y el engaño. Pero el reclamo de una deontología comunicacional parece vano en estos tiempos donde el show reemplaza a la noticia y cualquier recurso, aún el más bajo, se considera útil para satisfacer los propósitos de los patrones. ¿Qué otro sentido se le puede encontrar a las diatribas que, para hablar solo de una cuestión, como lo es la pandemia, pasaron por rechazar toda medida de cuidado, descalificar a las políticas públicas en materia de salud, sembrar la duda sobre la efectividad de ciertas vacunas por su origen, mientras se alaba otras exactamente por su proveniencia con un afán no desprovisto de un interés no precisamente social, y en nombre de una libertad que jamás respetaron desprecian el derecho a la vida? Y no estamos exagerando. Alcanza con recordar las denuncias contra el Presidente y sus funcionarios por el supuesto envenenamiento al que iban a condenar a la población, y si esto fuera poco ahí están los testimonios de los que marchan a favor de la muerte, sosteniendo la paranoia de una presunta conspiración mundial al tiempo que acusan al gobierno de privilegiar los medicamentos que tienen un determinado origen, que para los partidarios de dejar morir a cuantos sean necesarios buscan colonizar ideológicamente a quienes son vacunados. Primero se reclama contra las vacunas, después porque no hay vacunas, y cuando las hay, porque no son de determinado laboratorio. Si hay restricciones se acusa a los mandatarios de instalar una infectadura, y si no las hay, de falta de políticas de cuidado. Palos porque bogas, palos porque no bogas, dice un antiguo refrán español. La Tribuna de Doctrina se ha esmerado en tales escrituras. Lo sigue haciendo. Si no lo creen, ahí está el novelero Jorge Fernández Díaz, preocupado por “Lo que esconde la inquietante diplomacia de Cristina” (05/06/2021), porque sostiene que “Las adquisiciones y carencias de vacunas tienen entonces como explicación no solo la inepcia acostumbrada y el capitalismo de amigos, sino muy especialmente la geopolítica, que el Instituto Patria no dudó en colocar por encima del pragmatismo humanitario que exigía la hora”. Fernández Díaz ha adquirido cierta destreza en decir en la misma frase dos cosas que se contradicen. Si se adquieren vacunas sin preguntar el origen, es seguramente por un pragmatismo humanitario. Pero el origen justamente es la preocupación. En qué quedamos, somos pragmáticos y adquirimos las vacunas que se nos ofrecen al mejor precio, sin condicionantes inaceptables y sin fijarnos en el origen, o no lo somos y entonces somos ineptos que no consiguen vacunas. Todo entre críticas que a la siempre detestada Cristina, críticas que son demasiado iguales al maccarthismo más cerril que siempre terminó en la violencia contra lxs otrxs. Por suerte desde Moscú llega el principio activo de la Sputnik V y Argentina se encamina a producir vacunas no solo para su población sino para exportar. El 06/06/2021 y con la misma impronta, tal vez aprendida de los jefes genocidas cuando cubría el Operativo Independencia, Joaquín Morales Solá cree ver en Alberto Fernández a “Un presidente contra el capitalismo”. Al escriba le parece que “Es probable que se haya roto el pacto histórico entre el capitalismo tradicional y los trabajadores por la aparición de un nuevo capitalismo, pero la confección de un acuerdo renovado es la única solución posible. Predicar contra el capitalismo, sin aportar soluciones realistas a sus eventuales defectos, es puro parloteo populista que insiste en la ruina”. Uno se pregunta a qué pacto histórico se referirá, porque la historia muestra ejemplos muy distintos a lo que dice Morales. La lucha contra la explotación que los trabajadores llevan adelante desde hace tiempo no parece un acuerdo a recordar. Mucho menos el fundamento para un acuerdo renovado como el que pretende el columnista, que acusa al Presidente de ser parte de “los que se refugian en un nacionalismo anacrónico y en un pasado que no se repetirá”. Clarito, para Morales defender la soberanía y los derechos de los trabajadores es, por lo menos, anacrónico. El pasado que probablemente sí quiere ver repetido será el de la dictadura que no fue nacionalista, que aniquiló derechos y personas y prohibió cualquier tipo de protesta. Dale que va con su función de propagandista de un laboratorio, el escriba repite por enésima vez que “El conflicto con Pfizer es un misterio que no se aclaró todavía, pero la empresa les aseguró a legisladores argentinos de la oposición que no pidió aquí nada que no haya pedido en el resto del mundo”. Eso a pesar de que el representante del laboratorio, Nicolás Vaquer, sostuvo que en ningún momento hubo pedidos de pagos indebidos o exigencias de intermediarios. Dijo “durante su exposición en la Cámara que Diputados que hoy el marco legal no es compatible con algunos de los aspectos contractuales que está proponiendo Pfizer. Precisó, además, que el laboratorio no participó del diseño de la norma que confiere indemnidad a los laboratorios productores de vacunas, aprobada por el Congreso en octubre del año pasado”, como informa Laura Serra en LA NACIÓN (08/06/2021, “Pese a los planteos de Pfizer, el oficialismo no modificará la ley de vacunas”). Palabras que llevaron al dirigente radical Mario Negri a quejarse de que el laboratorio no haya sido convocado para el dictado de la ley. Pobre Negri, parece que no sabe que quienes legislan no son los laboratorios sino los senadores y los diputados elegidos por el pueblo. Lo que es raro, ya que él es justamente un diputado. ¿Para quién legislará y quién le dicta sus proyectos? Pregunta que en el pasquín de los Mitre-Saguier no se formula, acaso porque presienten la respuesta. A Luciana Vázquez, en absoluta sintonía con la línea editorial que hace rato sostiene la empresa que la contrata, le preocupan “Kiciloff, la política del ‘yo’ y la Argentina futura” (08/06/2021). Tal vez porque su apellido despierta reminiscencias rusas, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires se ha transformado en la bestia negra del neomitrismo. Seguramente Vázquez cree que Axel está detrás de “la insistencia con la que la administración de Alberto Fernández y el kirchnerismo en general se alinean detrás de Rusia, China o Venezuela, y también Cuba”. Como el peligroso gobernante bonaerense ahora ha cometido otro brutal pecado (comprar diez millones de vacunas que serán entregadas al gobierno nacional), Vázquez encuentra mil peligros: “Por un lado, con el presidente Fernández en el Foro Económico de San Petersburgo, junto a Vladimir Putin, y su crítica renovada al capitalismo global. Y por el otro, con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y el tono de sus declaraciones, de un personalismo brutal, con el anuncio que hizo en relación con las vacunas: el país elegido por Kicillof para un nuevo contrato es ahora la India, otra democracia que ha entrado en zona de riesgo”. Qué barbaridad, a quién se le ocurre en plena pandemia comprar vacunas. Un acto de personalismo, sin duda. Por si alguien no lo entendió, Vázquez reitera: “El contexto de la pandemia y la diplomacia de vacunas dejó en claro la zona de confort global en la que se mueve el kirchnerismo. La vacuna rusa Sputnik V, la china Sinopharm, la Soberana de Cuba y ahora la Covaxin de la India”. Le faltó la calificación de vacunas bolcheviques. Doña Luciana sufre de arranques de gorilismo apenas atenuado, que le llevan a decir que “El agradecimiento con los dedos en ‘V’ peronista cuando la militancia es vacunada es un ejemplo de la ternura política que define las relaciones de poder entre ciudadanos kirchneristas y sus políticos. En lugar de distancia crítica con el poder y actitud de exigencia, agradecimiento amoroso. En lugar de políticos concebidos como funcionarios que deben rendir cuentas, una ciudadanía subordinada a liderazgos políticos que se admiran”. La incomprensión de la relación del peronismo con sus líderes ha sido una constante histórica en las páginas de LA NACIÓN, que lleva a confundir lealtad con sumisión, reconocimiento con subordinación. Nunca los dirigentes de la derecha argentina han recibido muestras de fidelidad de sus seguidores; tampoco han hecho nada por conseguirlas. Esa realidad, que choca con el sentido de pertenencia que hermana a las militancias populares, parece ser la regla que Váquez querría ver entronizada en el país. Por eso se queja de que “Las expresiones de amor hacia Cristina Kirchner son una constante en las redes kirchneristas. Lo más novedoso es la apelación cada vez más sostenida del mismo tono en la relación entre el kirchnerismo y Kicillof. La creciente centralidad política de su figura encuentra un espejo en esa entronización en ascenso”. Nítidamente, surge la elección del enemigo a destruir. Contra Kiciloff, entonces, se dirigen los dardos de los herederos de don Bartolo. Por si las moscas, Vázquez no se olvida de la propaganda pro Pfizer, y proclama: “Las preguntas sin respuestas que siguen rodeando al ‘affaire Pfizer’ empiezan a convertirse en una muestra estructural inquietante de un funcionamiento por momentos opaco, por momentos oscuro, pero nunca transparente, de una toma de decisiones en las que el oficialismo no se siente obligado a dar datos precisos y la ciudadanía, mientras tanto, le agradece ser vacunada”. El affaire en cuestión consiste en un país cuyo gobierno toma decisiones soberanas, que por cierto no coinciden con los intereses que defiende LA NACIÓN, que ciertamente no son los de la ciudadanía agradecida a la política sanitaria que busca darle a todos las herramientas necesarias para combatir la pandemia. Vamos con Carlos Pagni, que el 08/06/2021 descubre a “Cristina Kirchner y el fracaso de un experimento”. No habla, por cierto, de las investigaciones que los científicos del país llevan adelante para que Argentina no solo produzca las vacunas Sputnik V, Sinopharm o Soberana sino que tenga una propia, sino de la decisión tomada en mayo de 2019, cuando se anunció la fórmula FernándezFernández. Lo que para la mayoría del país fue un acuerdo que ofrecía la posibilidad de salir del caos en que nos había sumido el macrismo, para Pagni fue una decisión que Cristina tomó “para no desfigurarse ella, cuyo lugar en la historia ya está garantizado como una presidenta, líder, llamémosle así, populista”. Y ya se sabe, el populismo es enemigo de LA NACIÓN, sus empleadores y sus empleados. El cronista critica al Presidente, porque “Hay que recordar las palabras de aquel Alberto Fernández que se definía, como toda persona políticamente correcta, como un liberal de izquierda. Hoy, ese liberal aplica controles de precios, cierra exportaciones, congela las tarifas, y establece un tipo de política que no tiene nada que ver con aquello que prometía”. La definición de Alberto en aquel momento se refería a su defensa de las libertades públicas a la que sumaba su convicción de la necesidad de instalar la justicia social. Podrá discutirse la definición, podrá cuestionarse la eficacia de las políticas que el gobierno trata de implementar en estos tiempos convulsionados por la pandemia, pero de ahí a sostener que el Presidente establece lo contrario a lo que prometió hay un largo trecho. Tal vez Pagni preferiría que Alberto Fernández hubiera seguido el ejemplo del fanático del descanso, que entre sueños y reposeras se hacía un tiempo para ver Netflix, y que cuando participó del debate previo a las elecciones presidenciales de 2015 dijo exactamente lo contrario a lo que fueron sus medidas desde el gobierno. Pagni tiene bien en claro qué intereses debe defender, y por eso dice que no hay ni que “hablar del sistema de telecomunicaciones. El Gobierno convierte el precio en tarifa, y las empresas obtienen cautelares. Hoy el Gobierno mueve la tarifa y eso no significa nada porque las empresas de internet, de cable y de telefonía celular están cubiertas por las cautelares. Todo ese sector, que debería ser hiperdinámico, un sector que moviliza la economía quebrada de un país, está sostenido en cautelares que dependen de determinados jueces en lo contencioso y administrativo”. ¿A quiénes se refiere el columnista? Pocas dudas pueden caber. Al enorme grupo económico del primo mentiroso de LA NACIÓN, el clarinete que monopoliza los servicios de internet, televisión por cable y telefonía celular. Hay casi una confesión del cronista: los negocios del sector se sostienen por la acción de determinados jueces en lo contencioso administrativo. O sea, la República tantas veces proclamada por nuestros neoliberales tiene como vocero mediático al grupo protegido por magistrados. Jueces que dictan desde hace años cautelares a favor de Clarín en lugar de defender los derechos de los ciudadanos como deberían. También el gobernador bonaerense es una figura presente en la columna, no precisamente para elogiarlo. Al contrario, Pagni sostiene que “Kicillof tiene un peso tan importante que la semana pasada tuvo como un alumno, delante de sí, durante tres horas, a Martín Guzmán, explicándole cuál tiene que ser la política económica de ahora en adelante, sobre todo, en la campaña electoral”. Cosa que ocurre porque detrás de todo está Cristina con su experimento. Le queda algún lugarcito todavía para alentar la nueva esperanza con que la derecha espera dividir al peronismo y así derrotar al Frente de Todos. Florencio Randazzo parece ser el elegido nuevamente para rapiñar unos votos que ayuden a Juntos por el Cambio, si es que los endeudadores seriales logran superar sus crisis que parecen el muestrario de viejas películas de terror clase B. Aunque Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo eran mucho más divertidos que el hada mala, la saltimbanqui y la profetisa. Ahora, hagamos un resumen. ¿Dónde están las noticias? ¿Y la prensa independiente? Lejos, muy lejos de las columnas de LA NACIÓN, pobladas por propagandistas de Pfizer y militantes de la derecha que no vacilan en hacer todo lo contrario a lo que deberían hacer si fueran periodistas. Si se miraran en el espejo de Moreno y Walsh, se rompería en mil pedazos. Su compromiso no es con la sociedad, sus voces no son de los que no tienen voz en este sistema injusto. ¿Periodistas? No, todo lo contrario. Son antiperiodistas.

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