Cada vez que llega el momento decisivo en que la ciudadanía concurre a depositar su voto en las urnas, nuestra derecha teme el veredicto. Ese miedo es una constante que se ha venido dando, con escasas excepciones, desde que Hipólito Yrigoyen logró que Roque Sáenz Peña promulgara la ley que establecía el voto secreto, universal y obligatorio de los varones argentinos, que para que las mujeres pudieran ejercer ese derecho faltaba todavía un buen trecho. Como sea, la victoria del caudillo de Balvanera tanto en 1916 como en 1928 demostró que cuando el pueblo acudía libremente a los comicios los resultados no eran los que deseaban los sectores de poder. Por eso después del golpe de 1930 nuestra derecha acudió a la proscripción del yrigoyenismo y luego al fraude patriótico, para asegurarse que las elecciones fueran solo un espectáculo para curiosos pero con un final adecuado a lo que los conservadores deseaban. 1946 y 1952 volvieron a demostrar que los comicios libres daban el triunfo a los adversarios de los dueños de la tierra, como llamó el genial David Viñas a nuestra oligarquía agrícola ganadera. Por eso tras el golpe de 1955 -de nuevo en septiembre-, el peronismo fue proscripto. Las cosas de todos modos no salían exactamente como la derecha quería: en las elecciones para constituyentes de 1957 ganó el voto en blanco, y en 1958 y 1963 los triunfos de Frondizi e Illia no lograron desterrar al fantasma del peronismo a su extinción. Por el contrario, las elecciones de 1973, tanto en marzo como en septiembre, consagraron el retorno del viejo general a la presidencia. Vino el golpe genocida, esta vez en marzo, y nuevamente las elecciones de 1983 no dieron el resultado querido. Alfonsín derrotó a un peronismo desteñido que pagó cara su indefinición sobre la cuestión de los derechos humanos, pero entre errores y claudicaciones no cumplió con aquello que la derecha le exigía, sino que terminó enfrentado con la Sociedad Rural y sus aliados, en medio de una fenomenal hiperinflación. Vendrían después los años del menemismo, cuando la derecha entendió que ya que ganar las elecciones era una misión imposible lo que correspondía era hacerse con el candidato triunfante. Vaya si lo lograron. Diez años de neoliberalismo, aplaudido por Martínez de Hoz y sus seguidores, llevaron a la Argentina al borde de un abismo al que Fernando de la Rúa y su Alianza terminaron por acceder en los fatídicos días de diciembre de 2001. Después vendrían los días de Néstor y Cristina. Tantas veces anunciaron el fin del odiado kirchnerismo y tantas veces fracasaron. Hasta que llegó la mosca blanca. La elección del 2015, en la que pusieron toda la carne al asador. Pero no las tiras clásicas del asado criollo. Pusieron la carne podrida, la que es alimento de carroñeros. Mintieron desde el primer mes del año, cuando condujeron al suicidio a un fiscal, que no pudo enfrentar las consecuencias de una denuncia falsa que lo hubiera puesto en el candelero, donde aparecerían todos sus pecados a la luz. Mintieron haciendo entrevistas a criminales pagos que calumniaron al candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Entrevistas realizadas en la casa de la denunciante estrella, que se jactó de haber contribuido al falseamiento de la verdad. Mentiras multiplicadas por cuanto escriba pulula por las redacciones de los medios hegemónicos, y reproducidas hasta la náusea por los canales televisivos que responden a la clase dominante. Con un debate entre candidatos en el que el dormilón lanzó mentira tras otra. Así llegaron al poder, por primera vez en elecciones que con el andamiaje podrido que construyeron les permitieron triunfar. Cuatro años de desastres, de endeudamiento, de destrucción de puestos de trabajo, de cierre de fábricas y quiebra de pequeñas y medianas empresas, de abandono de la salud y la educación públicas, de consagración de la política represiva del gatillo fácil. De la nueva entrega en los brazos del Fondo Monetario Internacional. De la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel. De la fuga de capitales. De la gobernadora que no abría hospitales y que no quería pobres en la universidad. Del vago que se tomó más vacaciones que nadie y que a las siete de la tarde largaba todo para ver Netflix. Del armado de mesas judiciales con espías, jueces, fiscales, empleados de los medios, y funcionarios de gobierno, dedicados a perseguir opositores. Del desprecio por la soberanía nacional y el abandono del reclamo por las Islas Malvinas. Y se podrían seguir enumerando calamidades. Ahí está todavía presa Milagro Sala. Condenada por tribunales hechos a medida por el déspota de Jujuy. Mientras se intentaba colar jueces de la Corte Suprema mediante decretos inconstitucionales y los camaristas visitaban Olivos en busca de instrucciones. Perdieron en el 2019. Porque la gente trata de no equivocarse con lo mismo. Apostaron todo a la pandemia. Primero, despotricando contra las medidas de cuidado. Después marchando contra las vacunas. Denunciando al presidente y sus ministros por envenenadores. Aullando en el Obelisco, la Plaza de Mayo, Olivos, disparate tras disparate para jugar a favor de la muerte. Se convirtieron en visitadores médicos de algún laboratorio. Y nunca, por ningún motivo, dejaron de mentir, de vomitar su odio contra los sectores populares. Ahora todos los medios muestran, una vez más, su miedo a las urnas. No hay adivino que pueda predecir el resultado de estas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, pero sí se puede decir que la postura de esta derecha conservadora y retrógrada muestra la fobia que los aqueja cuando deben someterse al escrutinio popular. Que es también el desprecio que tienen por la política. Buscan cada vez que pueden abrir brechas entre la ciudadanía y sus políticos, porque para ellos el destino de la patria está en sus manos de gerentes de los intereses concentrados de unos pocos. No de políticos que quieran transformar la realidad y construir un país solidario. De nadie que crea que puede haber justicia social, independencia económica, soberanía política. Eso lo quieren lejos, de ser posible sepultado en un pasado que no quieren ver renacido y pujante. Entonces vuelven a sus estrategias de siempre. Hurgan en cada archivo buscando alguna mancha que pueda perjudicar a los que no les obedecen. Se niegan a debatir el pasado reciente, porque saben que los condenaría al repudio popular. Por eso prefieren discutir una vez más sobre las décadas de lucha y represión que vinieron tras el golpe de 1955. Y dicen que los desaparecidos no fueron treinta mil, que no hubo genocidio, que los asesinos de uniforme o de traje salvaron la patria de la acechanza marxista, que hoy se los persigue por haber triunfado contra la subversión. Que los derechos humanos, y los organismos que los defienden, son nada más que un gran negocio. Son miserables sin remedio y no se preocupan por disimularlo. Saltan de distrito en distrito para que la gente que alguna vez los votó no les pida la rendición de cuentas. Y todavía en medio de la pandemia y su amenaza contra la salud, se vienen las elecciones. Entonces Jorge Fernández Díaz, devenido en novelero oficial, cree el 04/09/2021 haber descubierto “El testimonio de Rodolfo Walsh que desnuda al peronismo”. No dice nada nuevo. Cualquiera que haya estudiado la trayectoria del inmenso periodista, tan distinto a los que escriben para la Tribuna de Doctrina, sabe que comenzó siendo muy crítico del peronismo, para ir evolucionando hasta transformarse en un militante convencido y comprometido que luchó por una patria sin cadenas en una América liberada. Paradigma de la dignidad del comunicador social, Walsh puso sus conocimientos al servicio de la causa nacional y popular. Descubrió los crímenes de la derecha y el poder, y como lo había hecho en sus cuentos policiales, los puso al desnudo para que todos vieran lo que realmente había pasado. Fue el encuentro con el horror de tanta violencia lo que lo llevó a evolucionar en sus ideas. Claro que el novelero solo supone que “La experiencia revolucionaria, que Walsh aprendió en Cuba, fue incluso más decisiva en su metamorfosis política que la famosa investigación sobre los infames fusilamientos de José León Suárez. Su figura –convertida en ícono de la izquierda peronista, en ideólogo trágico de la organización Montoneros y en Santo Patrono del kirchnerismo– ha sido convenientemente recortada: Walsh solo alcanza la lucidez cuando se entrega al Movimiento Nacional Justicialista”. Falsa interpretación, como ocurre con cada cosa que publica LA NACIÓN. Cuando Walsh fue a Cuba, a participar junto con otros grandes del periodismo como Jorge Ricardo Mascetti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Márquez de la creación de la agencia Prensa Latina, con la cual la isla enfrentó el bloqueo criminal dictado por los Estados Unidos, ya tenía conciencia plena de su destino. Había inaugurado ese género literario que mezcla los recursos del policial negro que cultivaron Hammett y Chandler con la investigación periodística sobre los crímenes del poder, en ese magnífico alegato que es Operación Masacre. Fernández Díaz no lo dice, pero el sector que lo emplea prefiere darle el título a Truman Capote y su In cold blood, escrito muchos años después de que Walsh mostrara al mundo los asesinatos de Aramburu y Rojas. El escriba rinde tributo a sus patrones, y sostiene que en trabajos recientes sobre la figura del gran periodista, “se filtra el inocultable orgullo que le provocaba a Walsh haber publicado un artículo sobre la ficción policial en el diario LA NACIÓN, y la gran admiración que sentía por Borges. Habrá que estudiar alguna vez cómo el ‘culto del coraje’, que era apenas una melancolía retórica en uno, se convertiría en funesto destino para el otro”. Walsh podía respetar la escritura de Borges. Pero sus trayectorias eran diametralmente opuestas, también en relación al tema del coraje, que en Borges era solo la admiración por los guapos de otros tiempos y en Walsh era la consecuencia lógica de su compromiso político. Fernández Díaz busca argumentos contra el peronismo y entonces dice que Walsh “explica que el General alcanza <el poder porque interpreta las tres o cuatro aspiraciones básicas de las masas: mejor nivel de vida, un estatus social más respetable, cierta intervención en el manejo de la cosa política>”. Parece que el folletinesco columnista no advierte que esas palabras trasuntan una aprobación de Walsh a esos aspectos de la política peronista. Por eso sigue buscando agua para su molino y dice que “Según Walsh, ese líder carismático halaga y divierte a sus seguidores: <Inmensos sectores hasta entonces despreciados acuden hacia él porque en este país todavía las buenas palabras suelen pesar más que las buenas obras. Y él tiene una reserva inagotable de buenas palabras: no le cuestan nada. El extraordinario poder que conquista Perón está edificado básicamente sobre la palabra>”. Tampoco aquí advierte Fernández Díaz que en esa frase hay un elogio, porque Walsh era alguien que trabajaba con las palabras y podía reconocer a quien las utilizaba con sabiduría. Ocurre que al escriba no puede cerrarle nunca la figura de ese Walsh comprometido que asume sus luchas sin abandonar su amor por la literatura. Por eso cierra diciendo que “Walsh –a quien admiramos por su inmenso talento literario, criticamos por su nefasta opción violenta y penamos por su horrible muerte temprana– fue parte de una generación abducida por los ideólogos cubanos, que le permitieron unir nacionalismo con marxismo. Ese maridaje hizo posible Montoneros, las hogueras de la ‘juventud maravillosa’ y, más recientemente, el socialismo del siglo XXI y sus clones y cepas regionales”. Ahí sale a flote el odio por la política, cuando ella se ejerce a favor de las grandes mayorías populares. Creer que miles y miles de militantes convencidos fueron “abducidos” solo puede pasar por la cabeza de alguien que sí ha entregado sus ideas, sus posiciones y hasta algún no tan lejano pasado en manos de un poder inmisericorde al que sirve sin chistar. Como también lo hace Carlos Pagni, que el 07/09/2021 ubica a la situación preelectoral “Entre la intransigencia de Mauricio Macri y el Eclipse de Cristina Kirchner”. Su columna parece analizar a las principales opciones que se presentan para las PASO, pero arranca por sus favoritos y sostiene que “los candidatos de Juntos por el Cambio, o de Juntos en la provincia de Buenos Aires, tratan de no mostrar al expresidente y mucho menos de defenderlo. Entonces, Macri aparece en defensa propia, y su entorno de funcionarios también interviene”. Una verdad oculta entre muchas falsedades, como siempre. Porque es cierto que muchos candidatos huyen del domador de reposeras más que del COVID19. Pero piensan lo mismo y están dispuestos a replicar sus medidas de gobierno si llegan al Congreso. El problema es que Pagni (o sus mandantes) preferirían tener una oposición compacta, sin divisiones internas, y al parecer no lo están logrando. Explica el columnista: “Como no son los candidatos los que reivindican como propia la gestión del expresidente, sale él mismo a intervenir en una campaña propia, o al margen de la campaña electoral. La figura de Macri en la campaña ha estado muy administrada por Horacio Rodríguez Larreta”. Macri, Vidal, Rodríguez Larreta son distintas formas de decir lo mismo. Es muy probable que Pagni lo tenga muy en claro, por eso pasa a ocuparse del Frente de Todos y cuenta que “Fernández logró, contra la voluntad de Cristina, que la candidata en la provincia de Buenos Aires sea Victoria Tolosa Paz y no Santiago Cafiero, que era lo que quería ella”. Uno se pregunta, ¿cómo sabe esto el columnista? Porque al menos públicamente, no hubo ninguna declaración de la Vicepresidenta que indique que esa era su voluntad. Cierto que estamos acostumbrados a que los escribas del pasquín de don Bartolo presenten como hechos ciertos lo que suponen o se les ocurre, sin ofrecer prueba alguna de su veracidad. Insiste Pagni: “En tanto, en la Capital está Leandro Santoro, que no sé si era el candidato de Cristina tampoco. Estas dos candidaturas, si terminan siendo exitosas, le van a permitir decir a Fernández: ‘De alguna manera, gane yo, porque ganaron mis candidatos’. Sin embargo, va a ser muy difícil hacer creer que él preside este oficialismo porque Cristina tiene algo que Fernández no tiene, que son los votos propios en el conurbano bonaerense”. Al menos aquí admite que no sabe qué pensaba Cristina, pero sí puede anticipar lo que va a decir Alberto. De opinólogo a futurólogo. Y vuelta a la derecha: “hubo una arbitrariedad, que es el cambio de distrito de Diego Santilli (que se los impuso a los bonaerenses del PRO) y el de María Eugenia Vidal. Con esto, lo que Larreta pretende decir es: <En los dos distritos más importantes: donde yo gobierno y el distrito donde se juega toda la elección, que es la provincia de Buenos Aires, mando yo, no manda Macri>”. Arbitrariedad que no merece ser explicada de otra manera, como podría ser que Vidal en la provincia también es mala palabra, casi como Mauricio en la Nación. Y que a Santilli no lo conoce nadie, por lo que todavía tampoco le pueden hacer muchos reproches. Pagni plantea uno de los dilemas de la oposición en la ciudad autónoma: “De más está decir que, si el electorado se da cuenta de que, votando a López Murphy, no entra López Murphy, muchos van a pretender votar a Milei”. En realidad, entre el ex ministro de la Alianza y el mamarracho desmelenado no hay tantas diferencias, al menos en lo ideológico. Los dos reniegan de los derechos humanos y se hacen acompañar por figuras del negacionismo o de la apología a la dictadura. Pero es muy interesante lo que Pagni explica a continuación: “Hoy charlaba con el director de LA NACION, Fernán Saguier, que me decía: <A mi me interesan tres temas en esta elección porque pueden ser los más novedosos: la abstención, si hay o no; cómo le va López Murphy; y cómo le va a Milei>”. O sea, al director de la Tribuna de Doctrina le preocupa que no haya mucha gente votando, y cómo le va a los dos candidatos antiderechos. Cosa que resulta bien demostrativa de su modo de ver el mundo. Otra vez inquieto por la desunión de sus candidatos, Pagni se queja: “No solo no nombran a Macri, sino que ni siquiera se llaman Juntos por el Cambio. Se llaman Juntos y van separados. Y este es el principal problema que inquieta a Larreta”. Tranquilo. El no mantener el nombre es para desorientar incautos. Pero el contenido es el mismo. Las incógnitas de Pagni: “¿A dónde van los votos de aquel que perdió? ¿Manes va a retener dentro de Juntos los votos que sacó? ¿Los radicales los van a retener? ¿O hay un electorado que votará a Manes porque no tolera a Santilli, al PRO, a Macri ni a todo lo que el PRO representa?”. Si hubiera un electorado así, habría que avisarle que vote a quien vote vota lo mismo. Vota los cuatro años de desgobierno que hubo entre 2015 y 2019. Todavía quedan interrogantes que aquejan al columnista. “Otra cuestión relevante es que Cristina se ha eclipsado, se ha puesto al margen. Vamos a ver qué dice el jueves, si logra elogiar a Alberto en algo”. Siempre está presente, en las páginas de LA NACIÓN, la esperanza en la ruptura entre Cristina y Alberto. Ahora Pagni plantea cuestiones vinculadas con la economía y dice que “El Fondo además pide un acuerdo con la oposición. En ese contexto, reaparece Macri diciendo: <Con este Gobierno no se puede hablar>”. Cosa que le permite hacerse una nueva pregunta, y ya que estamos, dar su respuesta. “¿A Juntos por el Cambio le conviene colaborar en que al Gobierno le vaya mejor y que el peronismo vaya unificado al 2023? Son intereses de poder, por fuera del patriotismo”. Y acá hay una gran verdad. Que a la derecha no le preocupa la patria sino el poder. Para terminar, un toquecito sobre otro de los temas recurrentes de los herederos de don Bartolo: “Por debajo de toda esta escena, aparece un tema central: la Justicia. En el Consejo de la Magistratura, en los próximos 15 días, se va a resolver nada menos que la composición de la Cámara Federal Penal, la de Bruglia y Bertuzzi, por dónde pasan toda la política y todas las causas de corrupción; y la de la Cámara Contencioso Administrativo, que tiene también un poder político enorme. Además de tres juzgados federales: el de Canicoba, el de Bonadío y el de Torres. Torres fue a formar parte de la Corte de la Provincia. Bonadío falleció y Canicoba se jubiló”. Una vez más corresponde aclarar que ni Bruglia ni Bertuzzi fueron seleccionados para ocupar cargos en la Cámara Federal de Apelaciones sino que ocupan esos cargos porque al macrismo se le ocurrió que ahí servían mejor sus intereses. Y porque la Corte dijo que no debían estar ahí pero que se quedaran hasta que se hiciera un concurso, que efectivamente se realizó. O sea, el Consejo está por cumplir con la ley. Ciertamente una novedad. Siempre en relación a los comicios, Claudio Jacquelin se pregunta el 08/09/2021 “¿Nos toman por tontos?”. No es que se haya anticipado al discurso que la ex bonaerense Mariu pronunció la tarde de ese mismo día, donde se le ocurrió decir que “Esta elección es sobre valores: sobre quién te miente y quién no”, con lo que si convenció al electorado no va a sacar ni un voto. No, para Jacquelin “Los biempensantes argentinos ya dieron su veredicto. Salvo para los pretendidos transgresores de siempre y los justificadores de ocasión, la campaña electoral de las PASO 2021 goza de una condena generalizada. Vacía, aburrida, frívola, berreta, bizarra, impresentable, son los adjetivos dominantes”. Por qué supone que las cosas son así, no lo sabemos. En realidad, todos sus calificativos podrían aplicarse con tranquilidad a la campaña de la oposición, que se negó sistemáticamente a cualquier debate y que no ofreció ninguna propuesta al electorado, más que decir que van a oponerse al kirchnerismo. A lo mejor resulta cierta la admonición del columnista: “El inapelable juicio final que castiga a la propaganda y a los candidatos a la pena máxima opera como un ansiolítico de la conciencia y la responsabilidad colectivas”. Que para terminar, nos dice que “No somos tan vivos ni los demás tan tontos. ‘Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio’, sigue cantando Joan Manuel Serrat. Y nos mira de lejos”. Unas pocas perlitas para seguir. Dice Guillermo V. Lascano Quintana el 08/09/2021 que hay que “Abrir una ventana a un futuro mejor”. Pero en su nota proclama lo contrario, porque supone que “Si se afianzan la fuerza gobernante y sus tentáculos sindicales, empresarios protegidos, intelectuales de pacotilla, nuestro destino seguirá siendo la declinación como sociedad, con el riesgo adicional de la pérdida de libertades y de la república”. Las ventanas del escriba siguen cerradas. Pablo Mendelevich, el 08/09/2021, dice que “Falta poco, ya llega el silencio político”. Uno más que no aprecia ni a las elecciones ni a la política, y que dice que “Aunque la historia electoral argentina tiene más de cien años, sería difícil encontrar una campaña tan mediocre, hueca, grosera, poco entusiasta, lacerada por la indiferencia, como la que se clausura oficialmente el viernes a las 8 de la mañana”. Como a la historia electoral en cuestión ya me referí, pasemos a lo siguiente. “Comicios, los de 2021, que vinieron raros. De arranque fueron postergados por ley, algo no habitual, mucho menos si las postergaciones son solo por un mes. El gobierno propició una quirúrgica alteración del calendario fundamentalmente para que hubiera más vacunados, cosa que sucederá, pero muy lejos de la medida deseada”. A ver. Es cierto que la cifra de vacunados está muy lejos de la medida deseada por el escriba y sus mandantes, porque ocurre que, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires ya hay más de once millones de vacunados con la primera dosis y seis millones con las dos dosis. La Argentina está en el puesto dieciocho de los países del mundo que han aplicado vacunas a su población. Todo lo contrario de las profecías apocalípticas de nuestra derecha. Entonces, para Mendelevich no queda otra que ir “A disfrutar del silencio ‘político’. Todo lo contrario de lo que estallará el domingo a la caída del sol, cuando comiencen a brotar en los ‘búnkeres’ (otra vez esa palabra de resonancia nazi para nombrar improvisados locales electorales) eufóricos ganadores a diestra y siniestra”. Qué lindo sería un país sin políticos y sin elecciones, parece querer decir, antes de cerrar anticipando que “Por eso todos los precandidatos y candidatos están preparados (¿se entrenarán?) para festejar su triunfo delante de las cámaras de televisión. Salvo que, para decirlo con el léxico del disruptivo Javier Milei, resulten aplastados. ¿Puede ocurrir? Cualquier cosa puede ocurrir”. Tal vez guarde la esperanza recóndita de que el desmelenado tenga razón. Así que se prepara “A disfrutar del viernes y del sábado”. Fernando Laborda el 08/09/2021 trata de averiguar “Cómo reaccionarán los mercados ante el resultado electoral”. Vuelve al 2019 y recuerda que “el viernes previo a las elecciones, las acciones y los bonos argentinos vivieron una fiesta. Pero 72 horas después, con los resultados del escrutinio en la mano, los activos argentinos se desplomaron y sufrieron una caída histórica, al tiempo que el precio del dólar inició un imparable ascenso. No había dudas sobre quién iba a ser el próximo presidente de la Nación”. Como hubo un alza en estos días de bonos y acciones, se preocupa de que la historia se repita. O sea, de que el populismo se imponga nuevamente. Por las dudas ya prepara los argumentos que lleven a la tan deseada ruptura, y dice que “En materia política, un resultado adverso al Frente de Todos plantearía la hipótesis de que Cristina Kirchner y La Cámpora quieran ‘intervenir’ el gobierno nacional, terminando de copar ministerios y empezando por la Jefatura de Gabinete, hoy a cargo de Santiago Cafiero”. Y refuerza sus hipótesis sosteniendo que “Mientras Cristina no ha dudado en humillar en público al Presidente y en mostrarlo como cada vez más dependiente de ella misma, el primer mandatario ha venido incrementando su presencia en actos asociados a la campaña electoral, probablemente pensando en capitalizar personalmente una eventual victoria en la provincia de Buenos Aires”. Territorio que según otros de los escribas del pasquín de los Mitre-Saguier es donde la reina maléfica se hace fuerte. Termina diciendo que “De lo que no hay dudas es de que ante un resultado desfavorable en las PASO, el oficialismo seguirá barriendo problemas como el déficit fiscal debajo de la alfombra, con el riesgo de acelerar la emisión monetaria para hacer frente a las crecientes necesidades electorales y de aumentar la desconfianza”. O sea, para Laborda si gana el Frente de Todos se derrumba la economía y si pierde también. Ilusiones del viejo y de la vieja, cantaba Gardel. Cerramos con Joaquín Morales Solá, que el 08/09/2021 nos previene sobre “Las crisis que nos esperan después de las PASO”. Siguiendo una inveterada tradición de la Tribuna de Doctrina, arranca atribuyendo a los otros las costumbres propias, y muy suelto de cuerpo dice que “Al Gobierno le gusta crear debates falsos”. Claro que le faltó decir que no hubo debates porque sus candidatos, los que sus dueños le marcan como elegibles, no quieren saber nada con un debate. Tal vez porque temen que les pase como al impresentable, que debatió con Scioli en 2015 con tanta mala suerte que el debate quedó grabado y el tiempo lo mostró como lo que es, un mentiroso serial. Dice el cronista del genocida Operativo Independencia que “El resultado del domingo es impredecible, aunque la mayoría de las encuestas señalan una dramática paridad entre el oficialismo y la oposición. La economía no se detendrá en ese importante hecho político”. Por las dudas, no nos cuenta cuáles serían esas encuestas. Como sus compañeros de tareas, mira al futuro y dice que “Si sucediera el fracaso electoral, la poderosa vicepresidenta les cargará la culpa al Presidente y a su ministro de Economía. Solo para empezar una purga mucho más profunda que ya imagina”. Qué tipo tan interesante, Morales Solá, que puede conocer lo que imaginan otros con los que ni habla. Después viene un arranque de sinceridad y dispara: “¿a quién le importa ya, casi dos años después de que dejó la presidencia, lo que hacía o no hacía Macri? Es solo el manual de campaña del actual Presidente. Hablar del pasado, ignorar el presente”. Ocurre que eso le importa al país y su gente, que sufrieron lo que hacía, y lo que no, el fanático de Netflix. Después dice que “Con el Fondo hay un problema que se nota poco. Ningún directivo del staff burocrático quiere firmar un acuerdo con la Argentina”. Vaya. El problema no es el feroz endeudamiento que entre el Fondo y el macrismo pactaron para someter al país y enriquecer a unos pocos. El problema son los burócratas del FMI. Donde, confiesa Morales Solá, que “La influencia más importante es la de los Estados Unidos”. Cosa que es la máxima esperanza de nuestra derecha. Que desde el Norte baje la orden de terminar de una buena vez con el maldito peronismo. No se ilusione, Joaquín. Parece que a sus admirados yanquis la historia reciente no los favorece. Si no, dese una vuelta por Afganistán. Bueno, ya está. Solo queda esperar las PASO y esperar que el miedo de nuestra derecha a la voluntad popular expresada en las urnas sea confirmado, una vez más, por el resultado de los comicios.

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