Como las aves de rapiña, cuando huelen la sangre del herido. Como chacales que se abalanzan sobre la presa que creen indefensa. Con la carcajada de las hienas resonando en medio de un paisaje gris, casi desolado. Así nuestra derecha festeja el triunfo inesperado, ganado en la batalla que menos aprecian. Justo en las urnas a las que temen y preferirían ver guardadas para siempre. Nunca quisieron la democracia y tampoco la quieren ahora, ni siquiera en su momento victorioso. Saben que todavía falta, que haber vencido en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del 12/09/2021 es un avance que los lleva a un territorio del que difícilmente los puedan desalojar. Pero muchos recuerdan que en 2009 también habían celebrado, creyendo muerto al odiado kirchnerismo, para encontrarse dos años después con Cristina Fernández de Kirchner reelecta por el mayor margen desde la vuelta de los gobiernos electos por el voto popular en 1983. Por eso preferirían asestar el golpe definitivo ahora, sin más esperas, no sea cosa que la fiera abatida se levante y presente batalla. Por eso a dos días de los comicios, el clarinete mentiroso ilustraba su portada con la foto de Alberto Fernández al pie del helicóptero presidencial, clara alusión a la huida protagonizada por Fernando de la Rúa en 2001. Eso es lo que querrían, que la nave populista se hunda y que sus tripulantes se ahoguen en la marejada de votos de las PASO. Para qué ir de nuevo a elecciones. Que el gobierno se vaya ya y deje todo en sus manos, ávidas de nuevos endeudamientos, de más capitales fugados hacia sus cuentas de los paraísos fiscales, de hospitales cerrados y universidades sin presupuesto, de pequeñas y medianas empresas derrumbándose, de miles y miles de personas perdiendo sus trabajos, de jueces que con bríos renovados persigan a los disidentes, inventando causas en la siniestra compañía de espías, empleados de medios de comunicación y funcionarios que marcan el rumbo. Sueñan todavía con ver presa a la odiada Vicepresidenta y a sus seguidores. Hasta suponen que ahora sí podrán poner un cierre definitivo al Proceso de Memoria, Verdad y Justicia y liberar a los genocidas de las cárceles en las que ahora recuerdan sus épocas doradas de torturas, muertes, desapariciones. Miran hacia los derrotados y los ven en su mayoría confundidos, buscando explicaciones y mirando con sospecha a sus compañeros de ruta, como esperando ver de dónde puede venir la puñalada artera. Es el festival de los carroñeros. Hambrientos de revancha, tras el traspié del 2019. A lo sumo, se preguntan cómo hacer para convivir con el protofascismo que se disfrazó de libertario. No hay demasiada diferencia, salvo de estilos, entre el alcalde porteño que se ilusiona con entrar a la Rosada en poco tiempo más y los alaridos del desmelenado que cree ser un nuevo Nerón, prendiendo fuego a todo. Han ganado prácticamente en todo el país. Solo el Noroeste resistió la ola derechosa, aunque allá en los límites Jujuy siguió apoyando al carcelero. El Frente de Todos quiere reconstruirse, pero todavía no sabe cómo. Las explicaciones abundan, porque la victoria tiene muchos padres pero la derrota siempre es culpa de otro. Pero es tiempo de reflexionar. La pandemia existe y puso su enorme peso en las decisiones de los votantes, pero no es el único factor. Los vómitos de odio con los que LA NACIÓN, Clarín y sus canales y radios infectan a la opinión pública aportaron lo suyo, pero tampoco fueron decisorios. La clase media sigue alimentando su vocación suicida y esa loca manía de elegir a sus verdugos, pero tampoco alcanza con eso para entender la derrota del gobierno en las primarias. Ese cóctel aporta, pero es la bebida que desde siempre colma las copas de nuestra derecha. Ni siquiera Perón en su mejor hora pudo evitar la existencia de un núcleo duro y reaccionario que contra toda evidencia sigue apostando a las recetas que condenan al país al fracaso y a sus habitantes a la miseria y el desencanto. No. Hay que mirar hacia adentro y reconocer que hay muchas causas que confluyeron para que millones de los que en 2019 confiaron en Alberto Fernández hayan decidido castigarlo en las urnas. Tal vez un primer dato surja de aquella idea que el entonces candidato lanzó en su campaña: la guerra con el periodismo ha terminado, dijo Alberto. Ocurre que las guerras no terminan porque uno de los contendientes así lo crea. Terminan cuando una de las partes es derrotada. Nuestra derecha y sus medios perdieron aquellas elecciones y su candidato no logró perpetuarse en el sillón presidencial que abandonaba por las reposeras que domaba en sus largas vacaciones, ni en el despacho que abandonaba presuroso para marcharse a ver series televisivas. Pero no perdieron el poder real. El campo minado que dejaban al nuevo gobierno, con una economía en ruinas, la salud y la educación públicas reducidas a su más misérrima expresión, y la trampa del endeudamiento centenario, formó un rompecabezas que todavía no se pudo, o no se supo, descifrar. Es cierto que no hubo siquiera cien días de paz porque el COVID19 se hizo presente en nuestras vidas, como en las de cada habitante del planeta, y hubo que aprender a enfrentarlo, a partir de la experiencia terrible que fueron dejando miles y miles de contagiados y muertos. Alberto y sus ministros hicieron lo mejor que pudieron para minimizar el daño, pero no pudieron impedirlo. Como pasó en todos los países. Las vacunas llegaron, de todas partes, con mayor o menor retraso, y las campañas de vacunación se extendieron por todo el país, con distintos grados de eficacia. Pero no fue solo al virus al que hubo que enfrentar. Los militantes del odio se desparramaron por las plazas de todo el país negando la existencia de la pandemia, rechazando las vacunas con argumentos que no hubiera podido inventar ni siquiera el más delirante de los guionistas de esas películas de terror clase B que suelen impactar más por lo absurdo de sus tramas que por su calidad cinematográfica. Y si el gobierno disponía aislamientos era inmediatamente acusado de adoptar medidas dictatoriales que avasallaban los derechos de la población. Si no lo hacía, era el estado que abandonaba a la gente en medio del caos. Si compraba vacunas rusas o chinas, buscaba corromper a los buenos ciudadanos con el veneno comunista. Si esas vacunas no llegaban era porque no se habían adoptado las medidas necesarias para que los argentinos las pudieran utilizar. En el medio se vacunó primero a gente que, si bien debía ser vacunada, salteó los turnos oficiales para lograr su inmunización. Cuando llegaron las vacunas de otro origen, dijeron que era tarde. Y el gobierno no sabía cómo defenderse de tanto ataque tan impiadoso como disparatado. Los formadores de precios siguieron aumentando día a día el costo de la canasta familiar, sin que se encontrara la medida que pusiera freno a tanto desmán. La inflación siguió su marcha ascendente y descontrolada. La pobreza no disminuyó, sino que es mayor ahora que antes. Los auxilios del gobierno para empresarios y pymes fueron insuficientes para detener la caída del empleo y los cierres de comercios, y aunque la economía lentamente se recupera, el efecto de esa recuperación no llega todavía a los bolsillos de la población. La reforma del sistema de administración de justicia sigue sin llevarse a cabo y los mismos jueces con sus mismas mañas siguen apoltronados en sus sillones, dispuestos a frenar cualquier medida que afecte los intereses de sus dueños. Un procurador interino sigue a la cabeza el Ministerio Público Fiscal, y los cortesanos del cuarto piso de Talcahuano 550 solo se preocupan por sus disputas egoístas y cuando son llamados a resolver lo hacen siempre contra lo que sería justo. Los que no creen en la educación claman por llenar las aulas, sin preocuparse del impacto que eso tiene en la propagación del virus. Y el pueblo común ve con asombro que mientras se le aplicaban las medidas de cuidado en la quinta presidencial se festejaban cumpleaños. Que no eran festejos desmedidos, y que su número de asistentes era muy inferior al de las festicholas de la derecha, como lo ejemplificó la profetisa de Exaltación de la Cruz con sus mariachis y los exponentes de la fauna cambiemita celebrando sus dislates. Pero que los medios se ocuparon de presentar esos cumpleaños como la muestra más perversa de la burla de los gobernantes hacia sus gobernados. No importan los esfuerzos que se han hecho, cuando la gente se siente frustrada y enojada. Y vota en contra de sus propios intereses. ¿Cómo explicar sino que cerca del 15 % de los votantes de los barrios del sur de la Ciudad y de los de menor poder adquisitivo hayan elegido a un mamarracho que vocifera que los va a dejar abandonados a la peor suerte posible, secundado por una defensora de genocidas? Un gobierno puede estar compuesto por la coalición de distintos sectores, pero no puede tener tantos rumbos como miembros. Hace muchos años que John William Cooke advirtió que un movimiento puede ser policlasista, pero su ideología no. Tratando de conformar a todo el mundo se corre el riesgo de no conformar a nadie. Y no se puede esperar comprensión de los que quieren ver al gobierno de rodillas, ni tratar de amigos a los que no disimulan el puñal con el que están dispuestos a herir de muerte a la democracia popular. Pero basta recorrer las editoriales de la Tribuna de Doctrina para advertir que vienen por todo y que no tienen ninguna contemplación para con el gobierno. El 13/09/2021 el título fue “El día después, en medio de un campo minado”, y los escribas del neomitrismo dictaron sus condiciones: “Se impone abandonar el populismo y avanzar cuanto antes hacia un plan fiscal y monetario consistente y en las reformas imprescindibles, como la laboral y la previsional, convocando a los técnicos más capaces”. El 14/09/2021 dieron su interpretación de “El claro mensaje de las urnas”, que para ellos fue un rechazo a “el impulso oficial a la liberación de peligrosos presos y de no pocos exfuncionarios procesados o condenados por corrupción; el afán oficial por someter a la Justicia a sus designios en procura de impunidad para la vicepresidenta y sus testaferros”. Las mentiras de siempre, santificadas por el voto. Y el 15/09/2021 alertaron sobre “El riesgo económico de la derrota política” y establecieron sus rechazos y sus pretensiones: “Pretender parar la inflación pisando el dólar oficial se agota junto con las reservas disponibles. Congelar las tarifas de servicios es aumentar el déficit. El desborde del gasto y el déficit son el verdadero problema y deberían concentrar todo el esfuerzo en reducirlos. La gente que no votó al Gobierno no ha sido sensible a políticas populistas y el país no debe ponerse en riesgo de un nuevo episodio hiperinflacionario. La historia enseña, pero algunos dirigentes parecieran no aprender”. O sea, devaluemos aún más la moneda, recortemos cualquier ayuda social, abandonemos las políticas de cuidado de los sectores más vulnerables, aumentemos las tarifas de los servicios. Lo único rescatable de ese programa tenebroso es su final, pero habrá que ver si los dirigentes del Frente de Todos aprendieron de este golpe y están dispuestos a avanzar por el sendero que trazaron en 2019. Tal vez deberían recordar aquella frase de Perón: “mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar”. A veces hasta los escribas del pasquín de los Mitre-Saguier se dan cuenta de algunas cosas, como Pablo Sirvén que el 13/09/2021 escribió que “En silencio, se cocinó la rebelión de los votantes”, y descubrió que “Ningún gobierno gana las elecciones con salarios y jubilaciones más bajos, inflación galopante, suba de impuestos, cepos varios y dólar levantisco”, cosa que es bastante cierta aunque el servicial Sirvén omita decir que muchos de esos problemas los originó la oposición y el gobierno se tiene que hacer cargo de los desastres de otros. Algunos han reforzado sus recetas, envalentonados por el resultado de los comicios, y el novelero Jorge Fernández Díaz el 13/09/2021 habla de “El estallido silencioso de una sociedad sometida a la ficción de Cristina”. Siempre Cristina, central aún en la hora de la derrota. Y a pegarle a Alberto, que si está medio caído es más fácil, y a Axel, sindicado como el preferido de la Vice: “se aprecia, sin embargo, que su artefacto de poder no funciona y que su delegado en la Casa Rosada es un gestor increíblemente torpe, y también que su gobernador preferido se ha convertido en uno de los principales mariscales de la derrota”. Otros siguen la misma huella, como Fernando Laborda que el 14/09/2021 ve a “Alberto Fernández, un pato rengo en medio de un tsunami”, y fiel a lo que los sucesores de don Bartolo vienen sosteniendo desde el mismo lanzamiento de la fórmula de los Fernández en 2019, se regodea pensando que el Presidente “Confirmó de ese modo su triste papel: así como, en 2019, fue ungido por Cristina Kirchner como mascarón de proa de un barco conducido por ella, hoy Alberto Fernández ha quedado al frente del mostrador de los reclamos de los clientes, ante quienes tiene que poner la cara”. Carlos Pagni, el 14/09/2021, pretende hacer un “Examen del paisaje después del huracán”, y envalentonado pontifica que “después de noviembre el Gobierno, la clase política, va a discutir qué legitimidad política hay para un acuerdo con el Fondo, que implica un ajuste fiscal y monetario”. La derecha no se olvida de sus premisas e insiste con su programa: más y más ajuste. ¿Y no será, acaso, que los votos que perdió el Frente de Todos (y que no los ganó Juntos por no se qué) se fueron porque sintieron que sufrían un ajuste? Por si quedaban dudas, de su análisis cree que se desprende como camino a seguir que “la única opción es más grieta, no menos grieta, como quería Rodríguez Larreta, como propuso cuando inauguró las sesiones en la Legislatura. De hecho, el eslogan en la campaña de Juntos por el Cambio en las últimas semanas fue ‘basta’. ¿De qué? De kirchnerismo”. Pagni martilla sobre las mismas cuestiones de siempre: “La otra pregunta que hay que hacerse cuando cambia el viento es qué pasa con los jueces, conComodoro Py,expertos en percibir cambios de orientación en el país. Vienen juicios orales importantes. Hay comentarios con mordacidad y picardía entre los jueces. Algunos se preguntan si el juez Daniel Obligado y la jueza Gabriela López Iñiguez, a los que llaman neo k, que son del tribunal oral que tiene que juzgar el Memorándum con Irán, se sienten afectados por este resultado”. No hay que equivocarse con esto. La derecha está mandando su mensaje. Les dice a los jueces “ojo, que ganamos. A ver qué hacen con Cristina ahora”. Pagni es el portavoz, por eso también extiende sus palabras a quienes tienen que ver con el manejo del Poder Judicial: “El otro tema es el Consejo de la Magistratura, donde se van a elegir los miembros de la Cámara Federal penal, que es el tribunal donde pasan los casos de corrupción, superiores a los jueces de primera instancia. En el Consejo de la Magistratura hay dos consejeros cuyo voto todavía no se definió en relación con cómo va a ser esa Cámara, si va a ser más kirchnerista o más bien tamizada. Se trata del juez Juan Manuel Culotta y de la senadora Giacoppo del radicalismo, de Jujuy. ¿Incide en algo en el voto de ellos este resultado de ayer? Es otra incógnita de la elección”. Claro que si uno mirara las cosas con otro cristal, podría pensar que antes de noviembre habrá que activar las cosas, completar las vacantes en el fuero federal, avanzar con las investigaciones en marcha sobre la mesa judicial y la corrupción del macrismo. Que se perdieron unas primarias, no el gobierno. Mientras Claudio Jacquelin, el 15/09/2021 piensa que estamos ante “Una interna convertida en crisis institucional”, y como siempre, apunta contra la mano oculta de Cristina tratando de condicionar a Alberto. Detrás de las renuncias del gabinete de ministros (algo que ocurre, por ejemplo, en cualquiera de las democracias occidentales tan alabadas por los escribas de LA NACIÓN cuando el gobierno pierde unas elecciones), el columnista entiende que está la reina maléfica complotando para hacerse de todo el poder. Y lo pone en palabras: “Cristina Kirchner y La Cámpora obligan así al Presidente a resolver lo que él no quería hacer. ‘Poné orden’ sigue siendo la orden. De Pedro terminó por hacer realidad todas las señales que la vicepresidenta y las figuras que mejor la representan (Alicia Kirchner, Axel Kicillof y Andrés ‘Cuervo’ Larroque) le habían enviado a Fernández en las últimas 24 horas y que Fernández se rehusaba a aceptar”. Joaquín Morales Solá pretende ser más contundente, y en su nota del 15/09/2021 proclama que “La guerra interna solo ha comenzado”. Vuelve a sus comienzos, cuando era el cronista de los militares genocidas que conducían el Operativo Independencia, y cree ver movimientos bélicos en el Frente de Todos. Ahí están los contendientes: “La vicepresidenta empuja una renovación inmediata del gabinete para no repetir el 14 de noviembre el papelón electoral del último domingo”. De un lado, Cristina con toda su artillería. “Alberto Fernández sabe que se agotó parte de su equipo gobernante, pero no cree que este sea el momento de grandes cambios”. Del otro el Presidente. Pareciera que Joaquín espera el estallido que hunda sin remedio el proyecto frentista y que haga abandonar cualquier esperanza de repunte. Y trabaja para eso. Por eso sostiene que “Esta es una de las pocas veces que el peronismo debe administrar la penuria sin dólares y sin viento a favor. Sin talento, también. Debe aceptarse que a las políticas equivocadas se le suma la ineptitud para administrar las cuestiones básicas del Estado”. Para bien o para mal, al peronismo siempre le toca administrar las penurias. Habrá que ver cómo hace ahora esta versión encabezada por Alberto. Casi con euforia, Morales Solá dice que “La crítica más severa de los peronistas es contra La Cámpora y su líder y creador, Máximo Kirchner. El camporismo vivió en los últimos dos años su mayor momento de esplendor político. La caída que se anuncia podría ser muy rápida”. Más que una información parece una expresión de deseos, que realza atribuyendo a la lapicera de Máximo el armado de las listas bonaerenses. Lo cual contradice todo lo que el cronista vino sosteniendo hasta antes de los comicios, cuando decía que Cristina no quería a estos candidatos. Pero bueno, ser coherente en sus columnas es algo que no preocupa en lo más mínimo a Morales. Que no se priva de lanzar una advertencia a la oposición, no sea cosa que se duerma en los laureles y permita el renacer del enemigo: “A la oposición le bastaba con existir, con perdurar unida, como opción a un oficialismo muy rechazado. Pero también es hora de que terminen las internas, porque la interna, que son las primarias, ya terminó. La oposición no está compitiendo contra un partido ni contra una coalición; su competencia es con el Estado en manos del kirchnerismo”. Está claro cuál es el sueño recurrente de la derecha, desde el 2003 y hasta ahora. Terminar con el kirchnerismo. Nadie puede sostener que esa hora haya llegado. Porque como el ave fénix, cada vez que lo dieron por muerto el kirchnerismo renació de sus cenizas y siguió dando batalla. Que la historia reciente sirva como ejemplo. Que el gobierno entienda que para llegar al objetivo planteado hay que ir hacia adelante. Que no sienta que ya no tiene fuerzas. Que siga el ejemplo de las Madres de Plaza de Mayo, siempre dispuestas a luchar incluso la más desigual de las peleas. Y atención. La democracia no es sólo el ejercicio del voto. Una democracia que se olvide de los derechos humanos no es democracia. En estas elecciones, el resultado arroja un peligro cierto. Que las y los negacionistas, las y los defensores de los genocidas, lleguen al Congreso. Y que junto a los demás carroñeros se abalancen sobre los restos de la democracia. Alerta. Para que eso no pase, para que el pasado no se repita. Porque todavía estamos vivos los que no olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos.

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