Repulsión
En el verano europeo de 1965, se estrenaba una de las películas que hizo famoso a Roman Polanski, mucho tiempo antes de que el asesinato de su esposa Sharon Tate y las acusaciones de abusos sexuales desgastaran su imagen. Aunque la trama se centra en la conducta de su protagonista, la siempre hermosa Catherine Deneuve, y sus obsesiones, ese tema del rechazo llevado a los extremos tuvo la calidad suficiente como para transformar a la cinta en un clásico.
Repulsión, según el diccionario, es la acción y efecto de repeler, la repugnancia, la aversión. Este verano nuestro nos ha dado muchos motivos que nos llevan a pensar en la repulsión. Como si la proximidad de las elecciones activara lo peor que anida en muchas gentes, vemos aflorar una fauna de apologistas de las dictaduras, misóginos, homófobos, negacionistas, cultores del odio y la falsedad, mensajeros del caos.
Con el correr de los días nos fuimos enterando que el desmelenado aullante había confundido su declamado rol de libertario con el más pedestre de libertino, y que su rechazo a las prácticas de la casta encubría el intercambio de favores sexuales por cargos. Y guay de aquellos que pasaron de creerlo la encarnación de lo nuevo a verlo como lo peor de lo viejo: sobre ellos se descargaron amenazas de todo tipo. Una careta caída, justo antes del Carnaval.
Recorriendo las páginas de papel, o virtuales, de la Tribuna de Doctrina, uno encuentra más motivos para sentir repugnancia. Aparece Carlos Manfroni, el 20/02/2023, en una sección pomposamente denominada “Raíces de la crisis” para despacharse con el cuento tantas veces repetido de que “uno de los que contribuyó al origen de la grieta fue el matrimonio Kirchner, en cumplimiento de la exhortación del intelectual Ernesto Laclau”. Es sabido que a un escriba del pasquín fundado por don Bartolo no se le puede pedir rigor histórico. Pero de todos modos, causa aversión ver cómo Manfroni olvida los enfrentamientos que cruzan nuestra historia, marcando como un hilo conductor la idea de que para la disidencia debe emplearse la violencia más cruel. Saavedra calificó de “hombre de baja esfera, revolucionario por temperamento, soberbio y helado hasta el extremo” y “Demonio del Infierno“[1] a Mariano Moreno. Más tarde apostrofaría “el malvado Monteagudo” a quien fuera el motor de las mejores medidas adoptadas por la Asamblea del Año XIII y luego fungiera como ministro de San Martín y Moreno. ¿Quieren rastrear el origen de la grieta? Empiecen por donde corresponde. Aunque no se le puede pedir tamaña adhesión a la verdad histórica a los sucesores de Mitre, que fue quien recibió de manos de uno de los hijos de Saavedra -Mariano-, las memorias del Presidente de la Primera Junta.
Manfroni no se queda en el recurso gastado de culpar a los Kirchner por cualquier cosa. Fiel a su ideología, hace una mezcla infame de la cual parece que los Montoneros fueron creados por Onganía y que el error de la dictadura fue el uso de las desapariciones como método, ya que Massera “Podría haber fusilado -o encarcelado- a cinco, que eran miembros de la conducción, y así Montoneros –una organización más verticalista que cualquier otra– se hubiera derrumbado como un castillo de naipes”. O sea, matar estaba bien si se hacía con público. Y sigue insistiendo con una nueva vuelta de tuerca sobre los dos demonios, esta vez arguyendo que es falsa la premisa de que “los crímenes cometidos por efectivos de las Fuerzas Armadas o de las fuerzas de seguridad son invariablemente peoresque aquellos cuyos autores fueron guerrilleros” porque “Tal aseveración tiene una grave falla: pone el foco en los victimarios y no en las víctimas”. Lo que es falso es el argumento de Manfroni.
Los crímenes de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado constituyeron un ataque sistemático y generalizado contra la población civil, que se desplegó mediante atrocidades masivas y tuvo como objetivo aplicar determinadas políticas desde el Estado, cuyas estructuras fueron utilizadas para violar los derechos humanos en lugar de para promoverlos y garantizarlos. Los hechos de las organizaciones que en determinado momento decidieron adoptar la lucha armada debieron haber sido juzgados por los Tribunales, como ocurre con cualquier hecho cometido por particulares. La diferencia no está en quién resultó la víctima sino justamente en que quienes tenían el deber de sujetarse a la Constitución y a las leyes, porque esa es la obligación de quienes ejercen el poder del Estado, decidieron no sólo usurpar por la fuerza ese poder sino utilizarlo para violentar esa obligación.
Sigue Manfroni: “El siguiente apotegma controversial consiste en sostener que el Estado otorgó a los militares y a los miembros de las fuerzas de seguridad una oportunidad que ellos no dieron a sus víctimas, que es la de un juicio justo y el respeto a los derechos humanos”. Según el escriba, todo fue antijurídico desde que el Congreso anuló la ley de obediencia debida. Curiosamente, en un diario que se caracteriza por la defensa irrestricta de la Corte Suprema de Justicia (incluso cuando todas las evidencias marcan lo indebido del proceder de sus ministros) el columnista obvia que no sólo el Congreso anuló mediante la ley 25.779 las funestas normas de Punto Final y de Obediencia Debida sino que la Corte convalidó esa anulación y declaró inconstitucionales tales normas en el fallo Simón de junio de 2005.
Manfroni se queja de la duración de los juicios por crímenes de lesa humanidad y de la prisión que se aplica a los imputados, recalcando una vez más la cuestión de la edad de los mismos. Veamos. El informe emitido por la Procuraduría de Crímenes de Lesa Humanidad el 16/12/2022 nos dice que “Del universo total de personas bajo investigación, son 1506 las que permanecen en libertad y 717 las detenidas, de las cuales el 77% se encuentra con arresto domiciliario” (fuente: Informe de la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad, https://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/cerca-de-las-300-sentencias-por-crimenes-de-lesa-humanidad-las-personas-condenadas-suman-1117-y-las-absueltas-168”.
Uno podría decir que ese porcentaje de detenidos que se encuentran en sus domicilios es lo que viola elementales principios relativos a las condenas en casos de crímenes de lesa humanidad, cuya norma general es que las penas que se apliquen deben ser de cumplimiento efectivo. Debe recordarse el caso de Rudolf Hess, condenado a cadena perpetua y recluido en la cárcel de Spandau. En 1993, el jerarca nazi se suicidó y solo entonces el gobierno alemán demolió la prisión. Esperaron a que Hess cumpliera su condena.
Por otra parte, si los juicios duran demasiado tiempo en todo caso Manfroni debería enfocar sus críticas en el sistema de administración de justicia de nuestro país, más precisamente en el fuero federal tantas veces alabado por el diario para el que escribe. ¿En qué quedamos: está bien cuando la Corte se toma casi dieciséis años para resolver sobre la ley del Consejo de la Magistratura pero está mal la duración de juicios cuyo inicio se demoró en promedio más de cuarenta años desde la comisión de los crímenes?
Es claro que para LA NACIÓN si es para perseguir a cualquiera que tenga ideas contrarias a las de la derecha vernácula todo vale. En cambio, si es para acusar a los poderosos (o a quienes les sirvieron) todo está mal.
Pero vamos por otro personaje. Miguel Ángel Pichetto busca algún tipo de centralidad política desparramando ataques contra todo lo que no le gusta. No oculta su homofobia: en LN+ (el sitio televisivo del pasquín de los Mitre-Saguier, del que muchos dicen que su verdadero propietario sería el dormilón fanático de Netflix y endeudador serial al que el ex peronista acompañó como candidato a Vicepresidente) habló del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad de la Nación y dijo que: “está en manos de una chica que es lesbiana. Creo en la libertad individual, en el derecho a la felicidad, voté todas las leyes de la igualdad, pero si es el Ministerio de la Mujer podrían haber puesto a una mujer y haber hecho una declaración coherente”. Por las dudas, por Radio Rivadavia pero frente al mismo entrevistador -Jonatan Viale-se autodefinió: “Seré dinosaurio, pero no me arrepiento”. Y agregó: “Es mujer, bueno, está bien. Soy políticamente incorrecto. Si es mujer, que se reconozca como mujer. Ahora te reconocés mapuche, mujer, binaria, es un juego interesantísimo”. Está visto que los derechos para Pichetto son un juego.
No contento con el protagonismo mediático obtenido, arremetió contra los mapuches: el 22/02/2023 nos cuenta LA NACIÓN que para él: “El mapuche es un pueblo invasor, no es originario de la Argentina, sino de Chile”. Lo curioso es que Pichetto no parece ser un apellido muy originario de la Argentina. Para mayor extravagancia, en italiano quiere decir piquete. Vade retro, pensará Miguel Ángel. Claro que “En el siglo XIX y apareció Roca por suerte en la Argentina, hizo la Campaña al Desierto y ocupó la Patagonia. La Patagonia es argentina por Roca, sino estaría todavía siendo ocupada por Chile”. Pobre Miguelito Piquete. Si esos son sus argumentos, van en contra de lo que supuestamente quiere defender, porque lo que dice es que la Argentina, con Roca a la cabeza, desalojó a los chilenos y conquistó la Patagonia…
Por supuesto, nada dice del resultado de la “conquista”: “1 cacique principal muerto (Baigorrita), 5 caciques principales prisioneros, 1.313 indios de lanza muertos, 1.271 indios de lanza prisioneros, 1.049 indios de chusma que abandonaron la lucha y 10.513 indios de chusma prisioneros. Muchos aborígenes que no se resignaron escaparon hacia la Patagonia más austral, y otros tantos cruzaron a Chile. Pero 14 mil fueron capturados. Su destino fue servir de mano de obra en la fundación de nuevas ciudades, o ser incorporados a la Marina de Guerra como sirvientes, o trasladados a la isla Martín García, donde cerca de 800 ranqueles terminaron picando adoquines para las calles de Buenos Aires”[2].
Terminemos con las cosas repulsivas. Otro especimen escapado del parque jurásico, Ricardo López Murphy, insiste en la negación del número de desaparecidos (LA NACIÓN, 22/02/2023: “La opinión de Ricardo López Murphy sobre la cifra de desaparecidos en la dictadura: No fueron 30.000”). Recomiendo leer la carta que en su momento Eduardo Luis Duhalde envió a Graciela Fernández Meijide[3].
Como mostrando todas sus facetas reaccionarias, también se la agarra con los corsos: “Razones para que CABA deje de financiar a corsos: son un gasto superfluo, cortan las calles, molestan a los vecinos y, como si fuera poco, son utilizados para bajar línea política kirchnerista. Basta de financiar tonterías”. Vuelva a la prehistoria, don López. Tal vez allá alguien se olvide de su micropaso por el Ministerio de Economía en tiempos de la Alianza y de los desastres que cometió.
Basta por ahora. Creo que alcanza para la primera columna de este 2023 que, esperemos, nos traiga alguna alegría. Que así sea.
[1]Ruiz Guinazú, Enrique: “El presidente Saavedra y el Pueblo Soberano de 1810”. En Serrano, Mario Arturo: “Cómo fue la revolución de los orilleros porteños”, colección Esquemas Históricos vol. 10, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1972.
[2] Alén, Luis Hipólito: “La violencia contra el disidente como hilo conductor en la historia argentina. Algunas prácticas genocidas” en “TRADICIONES EN PUGNA. 200 AÑOS DE HISTORIA ARGENTINA”, compilado por Eduardo Jozami, EUDEBA, 2011.
[3] Disponible en https://ctera.org.ar/carta-de-eduardo-luis-duhalde-a-graciela-fernandez-meijide/