Tres tristes ideas
A Luis Majul lo traiciona a veces su compulsión por hablar, ahora que LA NACIÓN le presta una pantalla, y se le escapa alguna verdad en lugar de las mentiras que tan fácilmente propala. Así el 12/05/2020 nos cuenta que tuvo tres ideas (cuidado, no sea que el cúmulo de actividad le produzca algún daño cerebral). La primera es un “ranking de fanáticos K”, cuestión que le sirve para atacar a las personas que no tienen sus ideas. Y emprende batalla contra una militante de las redes sociales, un empresario, una simple vecina que se enfrentó a los caceroleros, y la revista Barcelona, cuyo punzante humor, por supuesto, no alcanza a comprender. No se priva de mentir hasta en su rating, atribuye ingresos elevados a una, olvida que el otro se manifiesta crítico del gobierno, ve furias en la tercera y tapas falsas en la publicación, la cual debe haberse enterado por el tinterillo que tiene a Cristina como jefa. Confirma así lo que niega, que la Vicepresidenta es su obsesión, que la ve en todas partes y atención: que seguirá iluminando sus maniobras. Luisito, para eso se precisa tener luces… Pero basta de Majul, que hay más columnistas vomitando veneno. Graciela Guadalupe derrocha gorilismo y nos advierte el 10/05/2020 que “Alberto Fernández lleva más de un tercio de la gestión gobernando por decreto, con un Poder Ejecutivo dominante, un Legislativo mudo y un Judicial desorientado. O sea, más o menos lo que hizo el peronismo en la mayoría de sus gestiones en las que controló el Congreso y abdujo a buena parte del sistema judicial”. No, Graciela. El peronismo siempre llegó al gobierno por mecanismos constitucionales. Y quienes lo derrocaron o lo persiguieron fueron los que usaron esos métodos. O sea, no acuse señora a los demás de lo que hicieron los suyos. José del Río (13/05/2020) descubre que “el actual Presidente eligió una estrategia que es construir su propio relato, basado en la incorporación de villanos de la nueva era, muy similar al que adoptó Cristina Kirchner quien siempre abría distintos frentes para ir avanzando algunos casilleros”. Los villanos de la nueva era serían María Eugenia Vidal, Macri y los que especulan con el dólar. Avísenle a del Río que si es así, Alberto no se equivocó ni un poquitito. Una dejó a la provincia sin hospitales ni fondos, el otro destruyó la economía, la salud, la administración de justicia, entregó la soberanía, persiguió a los disisdentes y no sigo porque esto es una nota y no un tratado de varios tomos. Y los restantes están tratando de ganar a costa de la pérdida de todos. Del Río agrega, por las dudas, a los empresarios y a la Justicia. Nadie le explicó, y se ve que solo no lo puede entender, que los Tribunales, los jueces, no son la Justicia, sino que deberían administrarla, cosa que según se ve no parece ser la norma. Al menos en Comodoro Py. Fernando Laborda (12/05/2020) vuelve sobre “la ola de liberaciones”. Eso sí, no da ni un solo dato acerca de la magnitud de la ola. Leyéndolo, no se sabe cuántos detenidos recuperaron su libertad, si los hubo cuántos lo hicieron por cumplimiento de los tiempos de sus sentencias, ni tampoco cuántos pasaron a un régimen más moderado de cumplimiento de la pena, ni dónde fue que los liberaron o les aliviaron la situación, ni mucho menos si integraban grupos de riesgo, o por qué motivo estaban detenidos. Queda la duda de si la susodicha ola habrá ocurrido en los Estados Unidos, donde tan sólo en el Estado de Nueva York -la jurisdicción con más muertos y más contagiados del país-, se liberaron más de 1500 reclusos desde mediados de marzo último, lo que significó una reducción de un 20% en su población carcelaria. O en Italia, donde entre fines de febrero y el inicio de abril últimos, se redujo la población carcelaria de 61.230 a 55.036 personas, es decir, un poco más de 6 mil presos, según afirma un artículo del medio Il Fatto Quotidiano del 15 de abril último en base a un comunicado del Departamento de Administración Penitenciaria (DAP) del Ministerio de Justicia italiano. O en España, donde las detenciones morigeradas pasaron de 2.247 personas cumpliendo condena en modalidad telemática a más de 5.000. Porque en nuestro país luego de los consejos de la ONU, la OMS y de la CIDH, la Cámara Federal de Casación recomendó a los tribunales que adopten medidas alternativas a la prisión para personas en prisión preventiva por delitos no violentos, que estén próximas a cumplir su pena, condenadas a menos de 3 años de prisión; habilitadas a acceder a salidas transitorias o a la libertad condicional; mujeres embarazadasy personas en grupos de riesgo. Para los delitos graves ordenó evaluar la situación “con extrema prudencia y carácter sumamente restrictivo”. Después de lo cual distintos jueces y tribunales, tanto federales como provinciales, concedieron prisión domiciliaria a un total de 1.120 presos (datos obtenidos del sitio https://chequeado.com). Nada de ola, parece. Lo que ocurre es que Laborda precisaba una excusa para emprenderla otra vez con viejos caballitos de batalla del diario de don Bartolo: “los episodios de violencia producidos en el penal de Devoto y las posteriores negociaciones entre presos y representantes del Gobierno trajeron a la memoria de muchos argentinos los penosos sucesos de aquel 25 de mayo de 1973, el mismo día en que Héctor Cámporaasumió la presidencia de la Nación, cuando, en medio de movilizaciones de militantes de Montoneros, del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y de otras organizaciones extremistas”. No. Ya lo explicamos en notas anteriores. Ese día lo que ocurrió, para sorpresa de los que creen que las promesas electorales son para olvidarlas el día que se asume la presidencia, fue que el Presidente que asumió cumplió con su palabra y decidió no gobernar ni un solo día con presos políticos. Presos que habían sido encarcelados en su mayoría por comisiones especiales creadas por una dictadura. A no desesperar: el 15/05/2020 Laborda nos cuenta que la derecha está preparándose para las elecciones de 2021, con propuestas tan atractivas como una reforma laboral, que suprima la indemnización por despido, reemplazándola por un fondo y seguro de desempleo; rebajar la administración nacional a una estructura de solo ocho ministerios, elevar la edad jubilatoria hasta los 70 años, eliminar el impuesto al cheque y los derechos de exportación; la apertura externa y una nueva convertibilidad peso-dólar. Todas recetas de probado éxito, si se quiere conducir a la Nación hacia el abismo. No era una broma de Laborda, del pseudo humor se ocupa Carlos M. Reymundo Roberts, que el 11/05/2020 anuncia que “la comunidad internacional, las Naciones Unidas, Amnistía u otras organizaciones podrían decidir, en cualquier momento, que a ciertas personas convendría prohibirles no los puños, sino la palabra. Una legislación pensada para Alberto Fernández”. Eso porque “Fernández (Alberto) tiene un problema parecido a Fernández (Cristina): cierta ligereza, desaprensión y falta de frenos inhibitorios a la hora de exponer. Si bien habla mucho menos que ella (en realidad, pronuncia menos discursos, pero no hay día en que no pasee por radios y canales de televisión), su colección de frases o conceptos imprecisos, poco felices o directamente desafortunados no guarda proporción ni con la autoridad de su cargo ni con el breve tiempo que lleva como presidente. Seguramente alguien con mala espina debe de estar llevando un prolijo registro de esos deslices y en cualquier momento los dispara”. La mala espina es lo de don Reymundo. Que está más preocupado porque no se nos enoje el bueno de Björn Borg que por el destino de los argentinos. Al literato mitrista -léase Fernández Díaz-, se le ha puesto que nos debe transmitir sus conocimientos cinematográficos. El 10/05/2020 arranca con un clásico, Los perros de paja, que le sirve para definir al “ciudadano medio de las sociedades occidentales: prolijo, pacífico, racional, ensimismado y cuidadoso; seguro de encontrarse protegido en la democracia eterna, consciente de que ya no deberá luchar por su libertad ni por la bonanza conquistada; negador de sus oscuros sitiadores, pasivo ante sus avances y pullas, y con una maníaca aversión por enterarse y plantarles cara”, que está acechado por el germen de un peligroso autoritarismo de pospandemia, presente tanto aquí como en España, donde nos informa que “se lee con pasión a Laclau y se habla frívolamente del europeronismo“. Bravo por los españoles, diría uno. Pero no Fernández Díaz, que observa como “un sector del cuarto gobierno kirchnerista cree que ha llegado su hora: tiene desde el origen ansias feudales y un gen estatista y aldeano, pero ahora directamente considera vetustas las reglas de la Revolución Francesa, desdeña la división de poderes y los organismos de control, pretende reformar la Constitución y descree de la libertad de prensa”. Qué curioso. Parece que algún viento sorpresivo mezcló los papeles del escriba, porque comenzó hablando del gobierno pero siguió describiendo lo que hicieron los gobiernos de derecha en este país, Macri incluido. Los mismos gobiernos que el novelero admira y defiende. Habrá estado mirando la pantalla en busca de inspiración. Veamos. Debe haber sido una película de terror, que lo llevó a sentir que “el verdadero temor, a veces indecible, que se abate sobre todos: la radicalización del kirchnerismo no es un mero capricho personal de la arquitecta egipcia, sino un dogma que se susurra lúdicamente en su petit comité”. (Paréntesis: que alguien se compadezca del escriba y le diga que por más figuras rebuscadas que meta en sus columnas nunca va a escribir bien. No es un problema ideológico, Borges terminó siendo reaccionario pero administraba con genio las palabras). Tanto cine lo tiene confundido entre la ficción y la realidad. Y eso lo lleva a reclamar a sus lectores: “no nos queda otra alternativa que luchar. Mejor que lo hagamos temprano, antes de que irrumpan por la fuerza en nuestra casa”. Ojo con los reclamos de este tipo. En épocas no tan lejanas nos condujeron al verdadero terror, a las dictaduras cívico militares que arrasaron con nuestras instituciones para imponernos su orden neoliberal a sangre y fuego. No sea cosa que esa sea otra de las tres tristes ideas del mitrismo.