Ganó el comunismo
Vamos con los escribas de don Bartolo. Que esta semana van aumentando sus ataques contra el gobierno. Porque Carlos Pagni nos dice que “Cristina Kirchner y el grupo que la rodea, se sienten bastante incómodos porque Fernández, por la carambola de la cuarentena, termine teniendo el 75 u 80% de imagen positiva”, pero a esta altura uno lee que los que están incómodos son los columnistas de LA NACIÓN. Porque parece que lo que les preocupa es que “hasta ahora la orientación conceptual de la política exterior, de los resortes importantes del poder político, sabremos dentro de poco si también de la economía, la imponen Cristina y su grupo” y lo peor de todo es que “esta es la verdadera novedad: Fernández está cómodo” (05/05/2020). O sea que tanto esfuerzo por separarlos y al final siguen juntos. Igual, a no equivocarse. Porque el 29/04/2020 Joaquín Morales Solá nos contaba que Alberto Fernández es “un Presidente incómodo en el MERCOSUR”. Pónganse de acuerdo, señores! O explíquennos qué grado de disociación de su personalidad tiene el Presidente que está incómodo en lo regional pero cómodo con los avances de Cristina y sus muchachos de La Cámpora. Parece que la cuestión les quita el sueño, a los herederos de Mitre. Porque Pablo Sirvén se pregunta si Alberto ¿Es solo el operador VIP de Cristina Kirchner en la Justicia y su jefe de Gabinete en las sombras, o lo alienta la secreta ambición de convertirse cabalmente en el exclusivo dueño del trono y pasar a la historia como el dirigente que intentó democratizar al peronismo? (03/05/2020). Ese mismo día Jorge Fernández Díaz, siempre con tono novelero, cuenta que “Pululan hoy en la burocracia estatal, y en cargos decisivos, viejos y nuevos setentistas con la misión de evitar que Alberto Fernández sea cooptado por el ‘neoliberalismo’: utilizan la política de hechos consumados, se refugian bajo las faldas de la arquitecta egipcia y reproducen los condicionamientos que la ‘juventud maravillosa’ quería aplicarle a Perón”. Claro que Alberto no es inocente: “El actual jefe del Estado no es inocente del caso: el que se acuesta con chavistas, amanece sucio y mojado. Ese grupo antisistema condujo a Alberto hacia su Waterloo: operó en las cárceles y en los juzgados, y dio señales públicas para que se concrete la alegre excarcelación de narcos, asesinos, secuestradores, violadores y femicidas”. En una novela, se inventan hechos. En la realidad, no. Alguien tendría que explicárselo al pobre novelero. No hubo una alegre excarcelación de los presos que menciona, salvo en su imaginación (que por otra parte es de una pobreza franciscana. Ese argumento falaz lo repitieron todos los corifeos de la derecha. Hubiera buscado uno original, al menos). Porque hubo presos que recuperaron su libertad, sí. La mayoría porque cumplieron sus condenas o el tiempo necesario para que les corresponda salir de la prisión. Otros porque integran los grupos de riesgo: mayores de 60 años, víctimas de alguna enfermedad grave. Y están los que son acusados de delitos leves y ya se les aproxima el final de su condena. Estos últimos no recuperaron su libertad: se les morigeraron las condiciones de detención (el arresto domiciliario es arresto, no lo olvidemos). Y si salió alguno que no debía salir, recordemos una vez más que quienes ordenan tanto las detenciones como las libertades son los jueces. No el Ejecutivo, ni el Legislativo. Los jueces. Los mismos que fueron usados hasta el hartazgo por los seguidores de la doctrina de la tribuna mitrista, para encarcelar opositores, disidentes, gente que no piensa como ellos. El novelero omite reflexionar sobre el hecho de que las cárceles bonaerenses, para poner un ejemplo, aumentaron un 50% su población gracias a la gestión de Patricia Bullrich. Y hoy están más sobrepobladas que nunca, lo cual las convierte en caldo de cultivo para el contagio de cualquier virus que ande rondando, no sólo el COVID-19. La mayoría de esos presos bonaerenses no tienen sentencia firme. Las sentencias, digámoslo una vez más, no las dicta el Ejecutivo. Las dictan los jueces. Si van a reclamar reclamen en la ventanilla correspondiente. Fernández -el escriba, no el Presidente-, no es el único en mentirle a la opinión pública, desinformarla y tratar de manipularla en la mejor tradición del sesquicentenario matutino. Hablando de las libertades a los presos, Claudio Jacquelin sostiene que “en la Casa Rosada se empeñan en negar que ese episodio, como el reemplazo de Alejandro Vanoli por la camporista Fernanda Raverta al frente de la Anses, muestre un empoderamiento de Cristina y Máximo Kirchner” (04/05/2020). No sabemos cuál es la fuente de don Claudio, pero sospechamos que la ve cuando se mira en el espejo. Porque esa tesis forma parte del imaginario de nuestra derecha. Los presos son kirchneristas y por eso se los libera. Nombran a la hija de dos montoneros en un puesto clave. Ergo, la izquierda revolucionaria marcha a la conquista del poder. Para transformarnos en Cuba o Venezuela, diría la senadora Beccar Varela. Fernando Laborda agrega más eslabones a la cadena de mentiras. Hace una curiosa analogía entre las liberaciones de presos actuales -que como dijéramos y como surge de todos los registros oficiales, no fueron tantas ni se corresponden con los graves delitos enarbolados por los promotores del caceroleo continuo-, y la libertad de los presos políticos que Héctor Cámpora decidió el 25 de mayo de 1973, cumpliendo con lo que había sido una promesa de su campaña electoral: ni un solo día de gobierno con presos políticos. No hubo entonces “miles de delincuentes” liberados. Quienes recuperaron su libertad habían sido aprisionados por oponerse a una dictadura. Y fueron luego en gran número cazados despiadadamente por las bandas genocidas, muertos y desaparecidos, sin que LA NACIÓN protestara ante sus socios de la nueva dictadura que los quiso exterminar por las gravísimas violaciones a los derechos humanos que se producían. Ya explicamos que los presos de hoy salen porque cumplen su condena o porque están en la situación que tanto la ONU, como la OMS y la CIDH señaló como merecedora de urgentes medidas humanitarias. ¿O acaso para LA NACIÓN esos organismos también están copados por el kirchnerismo? Volvamos a Laborda y sus intrigas. Profetiza el escriba sobre el Presidente que “la percepción sobre su mimetización con Cristina Kirchner o, peor aún, su dependencia u obediencia a ella, no tardará en licuar el crecimiento que durante muchas semanas ostentó” (05/05/2020). A no asustarse por tamaña predicción, viene del mismo diario que le dio un año de vida al kirchnerismo cuando Néstor asumió el gobierno. La bola de cristal que usan les devuelve una realidad ficticia. Es que como dijo el poeta, todo es según el color del cristal con que se mira. El 06/05/2020 Laura Di Marco vuelve sobre uno de los tópicos favoritos de LA NACIÓN: las diferencias (¿deseadas?) que separan a Cristina de Alberto: “no hay espacio para trabajar sobre la grieta, la situación es dramática, sintetizaba ayer un albertista, que es una suerte de alter ego presidencial, admitiendo que Cristina Kirchner y La Cámpora retomaron, con fuerza, la construcción del kirchnerismo duro, con una lógica política opuesta a la del albertismo”. Un albertista, el albertismo… Suerte que dos días después, en una nota que repite prácticamente la anterior -tengamos piedad, no se puede estar en el invento de nuevas disidencias todo el tiempo-, nos aclara que el Presidente dijo que no existe el albertismo sino el frentetodismo. Aunque la columnista no quiera creerlo. Para el final dejamos a Luis Majul. Que escribe no una sino dos notas el 07/05/2020. En la primera nos habla de los tormentos que sufre el Presidente, que “ya sabemos que un superhombre no es. Que comete errores. Quizá demasiados”. Si no lo sabíamos Majul nos lo informa, con su falta de rigor de costumbre, sin citar siquiera una fuente fiable, sin dar un solo dato cierto, sin preocuparse por contrastar sus opiniones con los hechos. Cosa que haría un periodista serio, definición que ciertamente no se le aplica. Dice su nota que “lo que el Presidente calla o no explicita es su otro gran problema: Cristina Fernández de Kirchner”. Aclara unas pocas líneas después que no va a desarrollar “ninguna defensa ante la falsa acusación de que queremos demonizar a Cristina Fernández. No estamos obsesionados con su figura”. El pez por la boca muere. Su no defensa lo delata. Majulcito, hay analistas que atienden por whatsapp. Tal vez te ayuden. Volviendo a su primera columna, algún dato cierto se le escapa, aunque mediado por sus prejuicios: “Alberto, a pesar de los innumerables y graves errores que cometió su gobierno, sigue gozando de una aceptación sideral, de entre el 60 y el 70% de la población”. No hace falta que nos cuente cuáles son los innumerables y graves errores. Sabemos que sólo existen en su cabecita loca. Que para demostrarnos que Cristina enfrenta al Presidente, ofrece como prueba el silencio de la Vice. Es decir, si no dice nada es porque está en contra… En la segunda columna, Majul vuelve con la obsesión de Cristina (que a su vez es su obsesión). Esa obsesión es la impunidad. Reconoce, respecto de la reunión del Presidente y su Vice, que “El contenido de la conversación no se filtró. Ni de un lado ni del otro. No tenemos manera de confirmar nada de lo que hablaron”. Pero no se va a achicar por esas pequeñeces. Lo que prueba su hipótesis es que el senador Parrilli “no solo volvió a insistir con la imprecisa denuncia de la existencia de una supuesta mesa judicial del gobierno de Macri que se confabulaba para meter presa a la gente que no le caía bien. También reclamó la discusión urgente de la remanida reforma judicial, a la que el Covid-19 relegó, por razones evidentes”. Y que la abogada Graciana Peñafort repitió esos conceptos. Lo que no podría haber ocurrido, supone Majul, sin el guiño de la vicepresidenta de la Nación, porque “sabemos, después de muchos años de experiencia, que nadie habla de asuntos tan sensibles sin la autorización expresa de Cristina”. No, Luisito. Esos años de experiencia no te llevan a saber nada. Porque repetir una mentira por mucho tiempo no la transforma en verdad. A esta altura ya ni debe saber, el pobre escriba, si alguna vez escribió algo cierto. Es que si lo hizo, ni él lo creería, porque como contaban los clásicos en boca del mentiroso/es la verdad sospechosa. El resumen de la semana cierra entonces con una comprobación que LA NACIÓN no se gastó en difundir. La gente no es suicida. La marcha por la libertad y contra el comunismo no convocó ni a un fiel, ni con ni sin barbijo. Qué cosa estos neoliberales. Si uno los tomara en serio, habríamos asistido a la primera gran victoria del comunismo desde la caída del Muro. Gracias, muchachos, les dicen Marx y Lenin desde sus reposos.