Este mecanismo delictivo integra una investigación de la justicia que lleva ya meses y se inserta dentro de un rompecabezas más amplio que incluye varios expedientes judiciales y una investigación bicameral del Congreso nacional y que evidencia los métodos anti democráticos a los que ha recurrido la inteligencia argentina. Combinados, permiten vislumbrar que el espionaje ilegal no se acotó a unos pocos casos aislados, propios de algún funcionario desquiciado, sino que resultó una operación sistemática”.

Con el permiso de ustedes, voy a empezar esta columna con estas palabras, extraídas no de LA NACIÓN sino del New York Times, donde Hugo Alconada Mon -que es periodista del diario de los Mitre y los Saguier- escribió el 30/06/2020 “Las lecciones que aprendí del año que me espiaron”. ¿Por qué el investigador estrella de la Tribuna de Doctrina publicó sus opiniones en un diario de los Estados Unidos y no en el medio que lo tiene contratado? Tal vez porque para las columnas de LA NACIÓN la cuestión del espionaje no aparece como una noticia de interés. 

Veamos. Fernando Laborda decía el 26/06/2020 que la Argentina de Alberto Fernández se enfrentaba a una agonía sin fin, porque “El hartazgo social no solo guarda relación con un aislamiento social obligatorio que se ha extendido por un centenar de días y que es récord mundial, sino también con la percepción de que nuestra economía será una de las más destruidas en todo el planeta tras la pandemia de coronavirus”, y el 27/06/2020 Martín Rodríguez Yebra se preocupaba por “Los peligros que acechan a Alberto Fernández en la cuarentena sin fin“ que para él, se centran en una economía en constante deterioro. Eso sí, en ninguna de esas columnas se encuentra ni una palabra respecto a los orígenes de ese deterioro.

Nada que decir de la situación desastrosa en la que el ingeniero sin ingenio y sus secuaces dejaron al país, con su mezcla de recesión, inflación galopante, pérdida del valor de la moneda y endeudamiento sin fin como cuatro jinetes de un apocalipsis programado por los abanderados del neoliberalismo para tratar de imponer para siempre su predominio. 

También el 27/06/2020 Héctor M. Guyot cantaba loas a “La resistencia al populismo” que al parecer es el culpable de la pandemia. Y nos advertía que “Sobre el escenario de la pandemia se desarrolla otro drama cuyas consecuencias también podrían ser gravísimas. Más claro: mientras enfrentamos la crisis sanitaria, se dirime el éxito o el fracaso de un plan por medio del cual una facción socava la división de poderes para quedarse con el monopolio del poder y garantizar su impunidad”. Esa facción, de más está decirlo, es el kirchnerismo conducido por Cristina, porque “Ya es irrelevante hasta qué punto el Presidente es cómplice o rehén de la ambición de la compañera vicepresidenta. Aunque no hay que olvidar que fueron socios antes y que, cuando selló el nuevo pacto, la conocía muy bien. Lo mismo puede decirse de resto del peronismo”. 

La misma cantinela que los bartolitos entonan desde el mismo día en que se conoció la fórmula Fernández-Fernández. Las mismas acusaciones, lanzadas sin la más mínima apoyatura en otra cosa que no sea el odio por la Vicepresidenta y lo que ella significa. 

El 28/06/2020 Pablo Sirvén contaba qué pasa cuando la cuarentena se politiza, y se quejaba de que para el gobierno “La culpa es de los runners porteños, como al principio los responsables de la importación del virus fueron los ‘chetos’. ¿Pensarán, en serio, que solo salen a correr simpatizantes del gobierno anterior o que gente que no es ‘cheta’, y que se siente tan progresista, no se subió a ningún avión el verano último?. Son emblemas para fidelizar a sus clientes ultrakirchneristas, pero que fuera de ese círculo pocos le dan crédito”. Defendiendo a Larreta y culpando a Alberto y Axel, como manda la línea editorial del mitrismo. 

El 29/06/2020 Claudio Jacquelin advertía que estamos “Ante el riesgo de perder otra gran oportunidad” porque “Un mar de viejas y nuevas disidencias amenaza con ahondarse, alimentado por corrientes subterráneas que corren y ganan volumen entre la dirigencia y también entre los ciudadanos comunes. La urgencia de la pandemia apenas posterga la percepción de los conflictos y los problemas, retrasa su abordaje y agrava su complejidad”.  La culpa es del populismo -como siempre- que lleva al fracaso de los acuerdos concertados entre el Presidente, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y el Jefe de Gobierno porteño, por “la escasa vocación o la incapacidad para extenderlos a otros terrenos en los que los desastres son endémicos. Sí, hablamos de la economía, estúpido”. Nuevamente, la economía como tema.

Ninguna reflexión sobre qué posibilidad de acuerdo cabe entre los que armaron un colosal aparato que usó el espionaje, los tribunales y los medios de comunicación para perseguir y encarcelar opositores y de esa manera dejar el campo libre para apropiarse de miles de millones de dólares y fugarlos al exterior. 

El pseudo humorista Reymundo Roberts, el 29/06/2020, mientras titulaba “Profesor, no se nos vaya a apichonar” para explicar que en cien días “Alberto pasó de las palmas por una cuarentena temprana y decidida al agotamiento de la fórmula, la destrucción de la economía y al Waterloo de Vicentin y de la vuelta a la fase 1”. El comediante sí habló de espionaje. Pero no del que está siendo investigado por varios jueces y que deja a la luz el entramado usado por el macrismo: “Perdón, me olvidaba. Hay que rescatar a la ministra de Seguridad, Sabina Frederic. Le pidieron que haga espionaje en las redes y lo está haciendo muy bien”. Cuál es el presunto espionaje de la Ministra, sobre quiénes se despliega, qué pruebas existen, no le parecen cosas dignas de mencionar. Como es regla del diario, basta con echar a rodar la cosa. Si lo dice LA NACIÓN así será.  El literato Fernández Díaz pontifica el 28/06/2020 que “El que no se somete es un odiador“. Uno empieza a leer la nota y se ilusiona: “Para mitigar sus malestares, las sociedades del siglo XXI acuden a las drogas más autodestructivas. Esa pulsión de muerte no debe, sin embargo, hacernos olvidar que existen grandes proveedores de veneno”.

¿Estará por hablar de la mesa judicial y sus chanchullos? Pero no. Escribe en LA NACIÓN. No habla de las causas inventadas en los despachos de jueces que nunca debieron haberlo sido, ni de las notas publicadas en el consorcio de medios que se apropió de Papel Prensa gracias a la dictadura genocida. La culpa en este caso es de Ernesto Laclau, acusado de ser el “gurú legitimador del kirchnerismo y también ideólogo de Podemos en España”, que “lo ha explicado sin ambages: se trata de ‘inventar’ un pueblo imaginario, elegir a los enemigos, dividir en dos a lassociedades, alentar las disputas y lograr finalmente una hegemonía”. El pueblo es un invento, entérense. 

No es que los que mandaron al exilio y a la muerte a Mariano Moreno, proscribieron a Artigas, trataron de bandolero a Güemes, guerrearon contra los caudillos federales, asesinaron a Dorrego, se aliaron con el extranjero contra su propia patria, exhibieron en una pica la cabeza del Chacho Peñaloza, declararon una guerra fratricida contra el Paraguay, practicaron el genocidio de los pueblos originarios, masacraron a los anarquistas en la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, proscribieron al yrigoyenismo y gobernaron gracias al fraude patriótico, cantaron vivas al cáncer que se llevaba a Evita, bombardearon la Plaza de Mayo, fusilaron en los basurales de José León Suárez y en la penitenciaría de la plaza Las Heras a Juan José Valle y sus seguidores, se llevaron a Felipe Vallese, anularon las elecciones en las que no podían imponerse, echaron a docentes e investigadores de las Universidades a bastonazos, masacraron prisioneros en Trelew, y desataron la noche negra del terrorismo de Estado con sus más de treinta mil víctimas hayan elegido a ese pueblo -que ya sabemos que es imaginario- como su enemigo y hayan dividido de esa forma al país. Es que los populistas buscan la hegemonía y no hay que dejarlos que nos echen de casa.  

De esa casa de donde don Bartolo y sus herederos una y otra vez echaron usando todas las formas de la violencia a sus legítimos habitantes, ese pueblo que para Fernández Díaz es solo una ficción. 

Joaquín Morales Solá se vuelve apocalíptico y concibe “la guillotina de Cristina Kirchner”, dudosa alegoría que usa para referirse al Senado, “convertido en el Comité de Salvación Pública de la revolución francesa” y sometido a los designios de la Vicepresidenta, que “Cuando avanza, atropella a las instituciones y a sus leyes, a la Constitución y al reglamento del Senado. Su guillotina metafórica es el escarnio público de sus enemigos, la humillación de los que ella cree que la humillaron”.  

Si se preguntan en qué consisten todas esas tropelías, la respuesta es simple. Ocurre que al Senado se le ocurrió investigar cosas como los escandalosos créditos concedidos por el Banco Nación en épocas de González Fraga a la empresa Vicentín, o el espionaje en tiempos de Macri. Finalmente aparece el tema, pero para que don Joaquín se pregunte “¿Por qué no investigarla también a ella, además de a Macri?”. Viene Luis Majul, ofendidísimo porque a muchos se les ocurrió que a lo mejor, el Pirincho que espiaba desde América TV era él, y entonces el 29/06/2020 vocifera que con la cuarentena sola no basta, y recurre a los servicios nada menos que de Jorge Lanata que en su habitual espacio de los domingos, fuente inagotable de veneno mediático, “no se refirió solo a la vicepresidenta, Cristina Fernández, a Pata Medina, Luis D’ Elia, Hebe de Bonafini y Hugo y Pablo Moyano. Habló, directamente, del presidente Alberto Fernández, quien cada vez parece menos moderado o un mediador, y cada vez se acerca más, con su silencio que aturde, a los talibanes del Frente de Todos”. Frases que le sirven a Majul para describir cosas como “llamadas telefónicas amenazantes y acoso callejero, disfrazado de abordaje periodístico. Herida narcisista abierta. Odio puro. Fogoneo de violencia verbal que cada vez está más cerca de la física”. 

Claro que no se refiere a los métodos desplegados por el gobierno al que tanto defendió y por el cual comprometió sus mejores servicios. 

Tanto que existe una investigación acerca del dinero que le habrían pagado (ver https://www.elancasti.com.ar/nacionales/2015/12/23/denuncian-majulcobr-millonesgobierno-macri-283201.html). No, para Majul se trata de “una estrategia de demolición contra mi trabajo, que todavía no terminó, ya está en manos de la Justicia, y de las más organizaciones que defienden la libertad de prensa”. 

Aclaremos, cuando Majul dice la Justicia se refiere a los Tribunales, institución cuyo crédito en la sociedad anda más bien por el subsuelo; y cuando habla de las más organizaciones que defienden la libertad de prensa (perdón por la espantosa redacción, es cita textual…), se refiere a entidades que nuclean a dueños de medios, como Adepa, o a los voceros del neoliberalismo en América, como la SIP. No es la libertad de prensa lo que defienden, Luisito, sino a las empresas, cuyos negocios no se extinguen en lo que definen como el mercado de la información sino que van mucho más allá. Como hacen LA NACIÓN y sus primos del clarinete mentiroso con la Sociedad Rural y Expo Agro. 

Aclaro, para los que no lo saben, que el Pirincho es un pájaro que habita desde el noreste de Brasil hasta Bolivia, Paraguay, Uruguay y centro de Argentina. No tiene la culpa de lo que hacen los que usan su nombre como cubierta. 

Escribo estas líneas el 30/06/2020, día en el cual un Juez Federal ordenó veintidós detenciones de personas involucradas  en las actividades de espionaje ilegal, entre ellas una ex funcionaria de Mauricio Macri. Pero en la columna de Carlos Pagni no hay una sola referencia al tema. No, Pagni nos dice que vamos de regreso a 2001, y que la imagen de Alberto Fernández viene en caída por causa de “Una sociedad enloquecida porque está asustada y quiere más cuarentena, pero no tolera más recesión, y le critica al Gobierno la forma en que encaró el coronavirus”.

 Por eso, nos cuenta que “Frente a todo ese cuadro que implica la caída estrepitosa, un derrumbe histórico, nunca visto, de la actividad económica, y el impacto de ese derrumbe sobre la figura de Fernández, es evidente que el Gobierno necesita meter un gol. El acierto sería el arreglo de la deuda”. Claro que “acá es donde falla el Presidente porque el acuerdo de la deuda lo envuelve en un discurso casi populista”. Entendamos lo dicho: la culpa de todo no es de quienes recibieron un país desendeudado y se ocuparon prolijamente de endeudarlo al infinito, mientras el dinero de esos préstamos se evaporaba hacia el exterior. No, es de los populistas que no quieren aceptar las recetas que les impone el capital trasnacional y que aplauden los especialistas de medios como LA NACIÓN

De las cloacas del espionaje, del armado ilegal de causas por una mesa judicial experta en apretar jueces, arrepentir a cuantos se pudo prometiéndoles lo que fuera por una denuncia contra Cristina y sus funcionarios, amañar sorteos y manipular expedientes, del pirinchaje de tantos periodistas que usaban las investigaciones ilegales y las magnificaban para que una sarta de denunciantes seriales vomitaran su odio, no hay ni una palabra.

Vuelvo entonces a Alconada Mon. Que es un columnista de LA NACIÓN, repito. Y que narra que “El espionaje argentino está disperso. Ni todos los que trabajan en la AFI son espías, ni todos los espías que deambulan por las calles o el ciberespacio trabajan para la AFI. Hay quienes husmean o han husmeado durante los últimos tiempos para otras fuerzas de seguridad —sea la policía federal, la Gendarmería, la Prefectura o las policías provinciales—, los que fisgonean para las fuerzas armadas —Ejército y Armada, en particular— y los que ofrecen sus servicios en el sector privado. Prácticas de las que han dado cuenta varias investigaciones”.  

Concluye diciendo que “Ningún periodista, opositor, juez o ciudadano debe mirar por encima del hombro para hacer su trabajo enplena vigencia del Estado de derecho. La inteligencia argentina debe servir a fortalecer la democracia y los derechos y garantías constitucionales, no a erosionarlos”. Que así sea.

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