Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas… Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida! Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir honrar la vida!”  (Eladia Blázquez: “Honrar la Vida”)

Escribo esta columna un día después de una marcha que mostró el verdadero rostro de la derecha argentina. El rostro de quienes no sienten más que desprecio y odio por todo aquello que signifique restarles privilegios. El rostro de quienes empujan a otros a manifestarse a favor de la muerte, con tal de estar en contra de un gobierno que asumió sus funciones hace solo ocho meses y se encontró con la mayor crisis sanitaria que registre la humanidad en más de un siglo. El rostro de quienes terminan siendo útiles a los propósitos e intereses de otros, que nunca se preocuparán por ellos. Una mezcla indigerible donde convivieron quienes creen que el virus es un invento más del kirchnerismo, del populismo, del comunismo o de cualquier otro ismo que les caiga en desgracia. Donde se paseaban energúmenos que enarbolaban pancartas de un supuesto “Frente del Patriarcado”, junto a los que reclamaban contra una reforma judicial que no sabían en qué consistía pero que no querían. Donde hasta la promesa de una próxima vacuna era rechazada, aunque ese rechazo fuera una apuesta por la muerte. Donde una vez más los vivas a la muerte se multiplicaron, como las agresiones al único medio de comunicación que no se prestó a ponerle música a la tenebrosa comparsa orquestada por quienes cuando ejercieron el gobierno del país lo condujeron a una crisis de consecuencias inimaginables. Donde se pasearon la ex ministra que empoderó a las fuerzas de seguridad para que se sientan dueñas de la vida y la libertad de cualquiera que no les agrade, junto al ex funcionario de medios que se preocupó por echar periodistas y clausurar cualquier opinión contraria, y un triste remedo de lo que alguna vez fuera un buen actor, hoy convertido en la parodia de alguno de sus personajes más odiosos. Escribo y como contrapartida a tanta sinrazón, a tanto desprecio por el otro, a tanta alabanza de la muerte, suena la melodía de una canción que nos convoca a honrar la vida. Todo lo contrario de lo que pasó el 17 de agosto de 2020,  justo en el aniversario del paso a la inmortalidad de José de San Martín: la derecha sumó un agravio más a nuestra historia. Pasó el 17 pero vino preparado desde antes. Un clima fogoneado por los escribas del mitrismo que convencieron a los adoradores del desastre de salir a reclamar aunque no supieran por qué lo hacían. Porque Sergio (el que no) Suppo hablaba el 14/08/2020 de “La inquietante oferta del kirchnerismo al macrismo: impunidad para todos”, preparando el terreno para insistir con uno de los caballitos de batalla de LA NACIÓN: presentar la reforma judicial como un operativo pergeñado por Cristina Fernández de Kirchner para su propio beneficio. Por eso decía el columnista que “Es tan grande la importancia que el interés personal de la vicepresidenta traslada a la política y al Estado que han perdido espacio, en la atención del Gobierno y del Congreso, la peor crisis social y económica superpuesta con la peor crisis sanitaria global en más de un siglo. Dos de los tres poderes están ocupados en establecer el nivel de sujeción que se le impondrá a la Justicia, la tercera pata del sistema institucional”. Obviaba, claro está, que el gobierno renegoció la monstruosa deuda contraída por el macrismo; que estableció mecanismos de ayuda como el IFE, las ATP, los créditos a tasa cero, la suspensión de los aumentos en las tarifas y otros muchos de ayuda a los más vulnerados por la crisis; que amplió la capacidad sanitaria, en un sector destruido por quienes tuvieron como política no hacer hospitales, dejar vencer las vacunas, arrumbar las ambulancias, echar de sus trabajos a cientos de profesionales de la salud. Cuestiones que no solucionan definitivamente la grave situación en que encontraron al país -culpa de los que convocaron a la marcha- pero constituyen una manera de buscar las soluciones más urgentes y posibles. Confundía otra vez al Poder Judicial, el más desprestigiado de los poderes del Estado, con la Justicia que debería administrar (y pocas veces lo hace). Y mentía sobre el sentido y los alcances de un proyecto cuyo articulado nunca se menciona. Porque de ese articulado no aparece ninguno de los propósitos que se le cuentan a los lectores del pasquín sesquicentenario. “Romper la independencia de la Corte y nombrar decenas de jueces y fiscales partidarios en tribunales inferiores no es el único camino, por monstruoso que resulte el intento. En ese mismo territorio contaminado por las presiones hay una táctica que avanza. Consiste en multiplicar y acelerar las denuncias contra Mauricio Macri y los miembros de su gabinete”. El proyecto no habla en ninguna de sus partes de la Corte Suprema. Tampoco designa ni jueces ni fiscales (en todo caso, los procesos de designación de futuros funcionarios están establecidos de antemano, y suponen la realización de concursos que suelen tardar mucho más tiempo del deseado). Mucho menos se refiere a las denuncias sobre los delitos (presuntamente) cometidos por integrantes del anterior gobierno. Denuncias que desnudan los deleznables métodos a los que se recurrió para hacer aquello que hoy se atribuye a otros: poner a los Tribunales al servicio de la persecución política. (El que no) Suppo arenga: “El uso del espionaje como recurso impresentable de la acción política asoma desde los extremos de quien acusa y de quien es acusado en las causas en las que el cristinismo avanza sobre el expresidente. Es un espejo que cambia de manos y siempre ensucia a quien lo utiliza”. Si no puede negar lo innegable, por lo menos trata de equiparar culpas. Aunque ni siquiera en las causas inventadas por el combinado tétrico de empleados de medios, espías y funcionarios judiciales aparecieron espionajes y persecuciones contra propios, extraños y hasta familiares como las que salieron a la luz en estos meses. Héctor M. Guyot, el 15/08/2020, presenta “Cuatro vías de resistencia al vamos por todo“. Aunque de la lectura (y relectura) de la nota no aparezcan nunca cuatro vías. Alguna se le perdió entre el título y el contenido. Que, claro está, arremete contra Cristina, porque “hay una persona que, ejerciendo una fuerza centrífuga, ha puesto a todo el oficialismo a bailar a sus órdenes. La reforma es el tributo que espera y reclama. Algunos bailan con convicción y otros impostan el entusiasmo como pueden”. Contra ella es que postula sus cuatro vías que en realidad, aparecen como reclamos de los grupos que luego salieron a vivar la muerte. “El primer derecho que exigen es la justicia”. Curiosa forma de exigirlo, oponiéndose porque sí a un proyecto que no conocen y que busca mejorar el sistema de administración, justamente, de la justicia.“Otro derecho que se defiende, consagrado en un pacto muy anterior al del binomio presidencial, es la democracia republicana, que establece la división de poderes y la alternancia en el poder”. Alguien debería explicarle a Guyot que la democracia republicana no establece como un requisito para su funcionamiento la alternancia en el poder. La democracia, decía Abraham Lincoln (no Marx, ni Perón, ni Laclau, por nombrar algunos nombres execrados por el cronista), es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Lo que significa que aquella fuerza política que mejor encarne esos propósitos debe ser la elegida para llevarlos a cabo (cosa que, la historia reciente nos enseña, no siempre ocurre. A veces se elige lo contrario, como un raro caso de pulsión suicida de las sociedades modernas). Por otra parte, los manifestantes gritaban por el fin del gobierno elegido según las pautas de convivencia democrática, al que le restan más de tres años de mandato. Pero los gritones pedían su fin ya, y por el modo que fuera. Incluso la violencia que siempre exaltan en sus marchas. “Hay otro anhelo esencial: desterrar la mentira”. Ojo que en tu trabajo van a quedar muchas vacantes, si eso ocurre. Y otra vez: para desterrar la mentira se convoca a la marcha del odio mintiendo. Pero para el escriba “Los banderazos son el obstáculo más difícil de salvar para las ambiciones de Cristina Kirchner. Multitudinarios, tienen la fuerza de un hecho irrefutable, aun para los que se dedican sin éxito a subestimarlos desde el discurso. Espontáneos, abiertos, inclusivos, no ofrecen una cabeza o un líder a quien demonizar”. Ni tan multitudinarios ni irrefutables. Convengamos que no se debe negar la existencia de una derecha ferozmente antidemocrática, que se expresa en esas marchas. Que no son ni espontáneas, ni abiertas, ni inclusivas. Son armadas minuciosamente por técnicos que cuentan para ello con los servicios de plumas como las que escriben en LA NACIÓN. Excluyen al distinto y lo hacen con odio: a los movimientos de defensa de los derechos de las mujeres, a quienes apoyan la interrupción libre y voluntaria del embarazo, a quienes creen que la desigualdad no debe ser la norma, a quienes apoyan la existencia de un Estado preocupado en crear el bienestar de todos y no la riqueza de unos pocos. Que si no ofrecen una cabeza o un líder es porque los mismos que la convocan niegan haberlas convocado. El inefable Carlos M. Reymundo Roberts, el 15/08/2020, insiste en creerse cómico y canturrea “Ojo ojo ojo, que se viene el botón rojo”. Por supuesto que lo que hace es arremeter contra la Vicepresidenta, porque “La señora también está impulsando en el Senado, con especial premura, la reforma judicial, más conocida como ley de amnistía y el apartamiento de dos molestos camaristas federales, Bruglia y Bertuzzi, que intervienen en uno de los expedientes en los que está involucrada”. Una vez más. Ni siquiera Sabsay (el experto constitucionalista al que siempre recurren los mitristas) pudo encontrar una sola cláusula que apuntara a tales fines. Los dos molestos camaristas federales nunca fueron elegidos para esa función. Los trasladaron desde otros Tribunales para que cumplieran los objetivos del anterior gobierno, violando todos los mecanismos institucionales referidos a la designación de magistrados. La república, bien, gracias. Ahí viene Joaquín Morales Solá, que el 16/08/2020 se preocupa porque “Si se llevan la Corte, se llevarán todo”. El mismo tema recurrente. Y como el comicastro anterior, defiende lo indefendible: “Los traslados de los jueces federales Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, miembros de la cámara federal que homologó varios procesamientos de Cristina Kirchner por presuntos hechos de corrupción, fueron los que provocaron el alzamiento de la expresidenta contra la Justicia. No hay muchos antecedentes que muestren a una cámara legislativa desobedeciendo abiertamente la orden de una jueza, que había dictado una cautelar reclamada por los dos jueces para que el Senado postergue el tratamiento de sus acuerdos. Ni Trump ni Bolsonaro llegaron a tanto. La Corte Suprema dictaminó en su momento que los traslados dentro del mismo fuero, en la misma jurisdicción y con categorías similares no necesitan del acuerdo del Senado. Son los casos de Bruglia y Bertuzzi. Si el Senado rechazara el acuerdo de esos dos jueces, es probable que la Corte dicte la nulidad de esa decisión. Estallará entonces una explícita colisión de poderes”. Falso de principio a fin, el largo párrafo. Porque Cristina Kirchner no se alzó contra la Justicia (otra vez, mal equiparada a los tribunales) sino que fue el Senado, un poder del Estado elegido por el voto popular, el que decidió llevar adelante sus procedimientos, que una magistrada con una libre interpretación de sus poderes quería impedir. Porque en ningún libro de derecho van a encontrar una justificación para tal cosa. No se trataba de una ley sometida a escrutinio para decidir su constitucionalidad. Tampoco de un hecho consumado, como pretendían los dos funcionarios en su presentación. Lo que la jueza no quería que se hiciera es que se tratara un tema sometido a debate en el Senado. Que es el lugar habilitado constitucionalmente para hacerlo. ¿Quién buscó la colisión de poderes que Morales, como un oráculo de futuras tragedias, anticipa? Claro que si eso ocurre, para Fernando Laborda, en su nota del 16/08/2020, será por “La postergada emancipación de Alberto Fernández”. No vayamos a creer que esa emancipación es de los poderes fácticos que aún antes de que asumiera el cargo lo vienen presionando. Todo lo contrario. El Presidente debe emanciparse de su Vice, y al no hacerlo incurre en errores de todo tipo. Para Laborda “detrás de los errores comunicacionales se esconden las contradicciones y limitaciones de una coalición gobernante que llevó a la presidencia a un hombre cuyos compromisos con quien lo ungió como su candidato pueden conducirlo a la subordinación política”. El tan trillado argumento de Alberto como marioneta. Aunque Laborda cree reconocer que “el jefe del Estado se sigue moviendo como un equilibrista que parece tener que estar rindiendo continuamente exámenes de fidelidad o de pureza kirchnerista”. No, Laborda. El Presidente debe rendir examen ante el pueblo que lo votó. Y ser fiel a su programa, nada más. Aunque a ustedes no les guste. Llega Pablo Sirvén, que el 16/08/2020 habla de “Paradojas que no tienen nombre” y reclama contra el gobierno porque “Tampoco tiene nombre la insensibilidad de ningunear a los sectores más castigados de la construcción, el turismo, el transporte, la gastronomía y el entretenimiento, entre otros sectores, y a los que viven de las changas y de la venta callejera, sin olvidar a los cientos de miles de desocupados formales e informales que va arrojando esta crisis sanitaria mundial”. Qué lástima que la usó mal, porque su frase sería perfecta para describir al gobierno de Cambiemos y sus consecuencias. Gobierno que fue siempre apoyado por el servicial Sirvén, que el 17/08/2020 despotrica contra “Una cobertura aviesa y que busca irritar”. Y se la agarra contra C5N y su cobertura de la marcha del espanto. Lo hace porque el canal mostró el rostro de los odiadores seriales que escupían su veneno contra el gobierno, el kirchnerismo, el mismo canal y sus periodistas y cualquier otra cosa que les venía en mente. Minimizando las cosas, Sirvén explicaba que “Seguramente, como a cualquier manifestación, habrán concurrido algunas personas de ideas extremas y otras que no saben expresar cabalmente por qué están allí”. El problema es que no eran algunas personas sino la mayoría de los concurrentes. Y los únicos que sabían cabalmente por qué estaban allí eran los convocantes a la marcha. Los Bullrich, Lombardi, Brandoni, que tienen un solo propósito. Restaurar los tiempos pasados, en los que los trabajadores no tenían derechos, los pobres se conformaban con serlo sin protestar, las mujeres calladitas y a sus tareas del hogar, los sindicatos ni existían o no eran escuchados, y cuando se iba a votar un servicial sujeto informaba que para evitar problemas, otro lo había hecho en nombre del votante. Tiempos dorados en los que gobernaba la gente como uno y el populacho estaba en su lugar. Y fíjense si no en lo que debatieron, amigablemente, en el programa de TV por cable “Desde el llano” los mismos Morales Solá y Brandoni el 17/08/2020, poco tiempo después de la marcha del odio. El primer acuerdo que tuvieron es que la democracia resulta aburrida. El segundo fue aún peor: la nostalgia por los tiempos anteriores a 1983, cuando todos sabían quién era el Jefe del Ejército.

Habrá sido el recuerdo de sus primeros trabajos, cuando cubría los operativos de los militares genocidas en el Tucumán de los 70. LA NACIÓN informa el 18/08/2020, por así decirlo, las opiniones de sus admirados respecto al “Banderazo 17A.Arrancando por la profetisa de catástrofes incumplidas, Elisa Carrió, para quien la marcha demostró que “La República está viva; fue emocionante“. Le faltó decir que marchas como esa traen, como consecuencia casi inevitable, un aumento en los contagios y las muertes. Nada de vida, nada emocionante. La otra cita es todavía peor: “Orgulloso de los miles de argentinos que salieron ayer para decirle basta al miedo y al atropello, y sí al trabajo, al respeto y a la libertad“, nos cuenta el pasquín que escribió Macri en su cuenta de Twitter. El ingeniero sin ingenio, que se ganó en buena ley el título de domador de reposeras, el que fue diputado pero no trabajó ni un solo día como tal, el jefe de Estado que se tomó más vacaciones que ninguno. El que atropelló todas las libertades y derechos que pudo. El que no respetó ni a su familia, espiada por sus servicios de inteligencia. El que se regocijó que que se privara de libertad a quienes se le oponían. Y lo dijo mientras disfrutaba del verano europeo, porque ni siquiera tuvo el mínimo gesto de hacerse presente junto a quienes lo siguen (bien de lejos, parece). El mismo 18/08/2020, LA NACION , en su sección ESPECTÁCULOS se refirió a la REFORMA JUDICIAL.  Y el showman convocado no fue otro que Jorge Lanata. El saltimbanqui de los medios, que pasó con tanta facilidad de criticar a Clarín a enrolarse en su nómina, dijo que “El Gobierno no está cumpliendo lo que dijo, que es que iba a tratar solo las leyes necesarias en el Congreso. Esto es el resultado de meter leyes a los empujones. La gente no es tarada. Se da cuenta”. La cuestión verdadera es que el gobierno no trata las leyes que Lanata (o sus empleadores, para ser más precisos) quisieran que tratara. No cumple con lo que ellos quieren. Por eso, agregó: “El esquema de cuarentena fracasó. Los argumentos actuales del Gobierno son infantiles por un lado, y miserables por otro, porque el Gobierno, que se supone que quiere la unión, dice que hay gente a favor de la muerte. ¿Perdón? ¿De que unión me hablás? Es ridículo“. Una cosa es cierta. Hay gente a favor de la muerte. Y con esa gente ninguna unión es posible. Terminamos con un escriba poco conocido. Dice Luciano Román el 18/08/2020 que la marcha fue “El grito de una ciudadanía que se niega a ser rebaño”. Veamos qué es lo que lo preocupa. En principio, con las autoridades de la provincia de Buenos Aires (ya sabemos, Axel aunque no lo diga es comunista). Y Román se queja porque “Cuando el gobernador bonaerense nos dice que ‘angustia es que se te muera un familiar y no que no puedas jugar al golf’, se cae, gratuitamente, en la provocación y el golpe bajo”. ¿Será que Luciano es un experto en transitar los 18 hoyos? Porque no se entiende lo del golpe bajo. Es muy clara la cosa: la muerte y un deporte no pueden equipararse. Aunque a Román no le guste. Tampoco le gusta Daniel Gollán, tal vez porque fue víctima de la última dictadura genocida pero sobrevivió para denunciarla. Así que vuelve sobre cosas que, ya lo explicamos, Gollán no dijo, y se enoja porque “El ministro de Salud bonaerense nos dice que nos olvidemos de ir a la costa en el verano. Lo dice en ese tono de la incomprensión y el reproche, con el mismo tono con que se ha estigmatizado a los runners, con que se descalifica a golfistas, tenistas y remeros. Lo dice en un tono que alimenta el miedo, la zozobra y la incertidumbre”. Es difícil contestar que el Ministro no dijo lo que le atribuyen, y que ni se estigmatizó a los corredores ni se descalificó a golfistas, tenistas y remeros. Se protegió la vida de todos. Incluso la de esos grupos. Incluso la de quienes fueron a marchar a favor de la muerte. Que ese fue su verdadero grito, aunque no lo hayan dicho con esa terrible y final palabra. Pero para Román, la marcha “Es el grito de una clase media que quiere, en todo caso, que se confíe en su responsabilidad ciudadana, que se entienda su angustia, se valoren sus esfuerzos y se respete su libertad. Es la reacción de millones de personas que quieren debatir si este es el único camino, que no quieren que las manden a callar y obedecer y que se resisten a ser doblegadas por el miedo. Es el grito de una clase media que se niega a ser manipulada y no quiere convertirse en un rebaño. Es el grito de una ciudadanía que dice ‘acá estoy’ y que les recuerda a los gobiernos y al Estado que ya es mayor de edad y sabe cuidarse sola”. Si los que fueron a la marcha quieren que se confíe en su responsabilidad, que dejen de ser irresponsables. Que entiendan la angustia de los que ven enfermarse a sus familiares, o morir presa del virus implacable. Que se esfuercen en cuidarse a sí mismos, para cuidar a todos, en lugar de desafiar la suerte. Que se den cuenta que nadie los manda a callar y a obedecer, y el mejor ejemplo lo tuvieron cuando marcharon y gritaron, sin ser reprimidos, sus consignas funestas. Que si se niegan a ser manipulados y no quieren ser rebaño, abran los ojos y se den cuenta que quienes los convocan son los manipuladores, los que se creen nacidos para guiar rebaños. Que la ciudadanía no se ejerce gritando desde el lugar en donde nadie, de la edad que sea, debería estar. Porque si están donde estuvieron, es la prueba de que no saben, no quieren o no les importa, cuidarse. El problema es que no cuidándose no se complican ellos, sino que multiplican los contagios, las internaciones, las muertes. Que si gritan para demostrar que están vivos, sepan que no es lo mismo que vivir, honrar la vida.

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