El dueño de la grieta
Esta semana fue, en términos de las columnas de opinión que venimos comentando, de las más claras de los últimos tiempos. Porque aparecieron, en los acontecimientos que se fueron desarrollando, con total claridad los intereses y las ideas que LANACIÓN representa, así como sus intenciones respecto de un gobierno que es la representación de sus peores pesadillas. La de un peronismo que se niega a desaparecer y se reinventa una y otra vez, y encuentra respuestas a cada crisis que la derecha le inventa. Y vaya si es ducha en inventar crisis, la derecha vernácula. Que no vacila en usar la mentira, la desinformación, la manipulación y cuanta artimaña le parezca útil, en su afán de desplazar a los Fernández del gobierno que ganaron en las urnas. Cierto que la soberanía popular, expresada en los comicios, nunca fue un tema de importancia para don Bartolo y sus seguidores. Empecemos por el 09/09/2020, cuando Joaquín Morales Solá titulaba “Lázaro Báez, como una metáfora”. Una columna en la que Morales no se privó de nada. Porque es difícil suponer que a lo largo de todos estos años en los que se desempeñó en distintos medios de comunicación, desde aquellos inicios tucumanos en los que cubría las tropelías criminales de los militares que llevaron adelante el Operativo Independencia, no haya logrado enterarse de la diferencia que existe entre una ley de fondo y una de forma. Para el caso de esta columna, entre el Código Penal (ley de fondo que establece qué conductas típicas se consideran delitos, y las penas que les caben) y el Código Procesal Penal (ley de forma que indica cómo se lleva adelante el juzgamiento de los imputados de cometer alguna de esas conductas típicas). Sin preocuparse por tales diferencias, Morales se refiere al caso de Lázaro Báez (al que reconoce que se encuentra procesado y detenido sin condena desde hace más de cuatro años) y se pregunta por qué tanta demora. Su contestación es que “El Código Penal tiene una primera respuesta. Modificarlo para abreviar los tiempos judiciales sería realmente una reforma judicial propicia y necesaria. ¿Por qué, por ejemplo, se permite que todos los acusados en una causa puedan hacer la misma apelación ante instancias superiores cuando ya fue rechazada la primera apelación? ¿Por qué el Código Penal abre tantas ventanas a las chicanas de los abogados?”. Ocurre que el Código Penal, ley de fondo como dijimos, no tiene ninguna respuesta para esto. Porque son temas netamente procesales, esto es, propios de la ley de forma. Del Código Procesal. Que, por otra parte, debe ser respetuoso de las garantías del debido proceso, garantías que son parte sustancial del derecho de acceso a la justicia, uno de los derechos humanos fundamentales en una sociedad democrática. Garantías que consagran, por ejemplo, la igualdad de posibilidades para las partes en un proceso. La apelación de resoluciones con las que no se acuerda es una garantía, y es igual para todos los involucrados en un proceso. En el curso del mismo hay distintas instancias. Si una de ellas se pronunció de determinado modo, su resolución puede ser revisada por una instancia superior. Si las dos instancias se pronunciaron respecto de una de las partes, esto no quiere decir que ese pronunciamiento sea aplicable a otros que no fueron parte del mismo, y que por lo tanto tienen derecho de interponer los recursos que sean pertinentes. Cuestiones básicas que cualquier abogado sabe, y que los periodistas experimentados no desconocen. Pero Morales sigue con sus dudas acerca de la situación de Báez. “¿Tenía derecho a estar en las puertas del country? Sí, porque un tribunal de la Justicia le había otorgado la prisión domiciliaria. ¿Los que le impidieron el ingreso cometieron, entonces, un acto injusto e ilegal? Esta pregunta no puede responderse con un simple sí o no”. Pero qué cosa. Si Báez tenía derecho, y quien sea que haya sido, le impidió ejercer ese derecho, pues claro que eso es injusto e ilegal. No importa contra quién haya sido cometido el acto, llámese Báez o como se llame. Salvo que don Joaquín crea que hay una “justicia” para unos y otra distinta para el resto… A Carlos Pagni le preocupan otras cosas. Generalmente, se cuida mucho de cometer errores tan groseros como los de otros columnistas de la Tribuna de Doctrina. Escribe el 10/09/2020, entonces, sobre “El motín de los pitufos”. La cuestión de las movilizaciones de los policías bonaerenses, primero contra la residencia del Gobernador Kiciloff y luego contra la quinta de Olivos, donde habita Alberto Fernández, le sirve para lanzar sus dardos contra el gobierno. Para él, “el Presidente habilitó el salariazo con la misma liviandad con que Scioli sumó 50.000 efectivos sin pensar en gastos. Anunció que quitaría a la Ciudad un punto de coparticipación, alrededor de 35.000 millones de pesos, para transferirlo a la provincia”. No es que Pagni desconozca la gravedad de los modos en los que se desarrolló el alzamiento policial, que excedieron con mucho el reclamo salarial, por justo que este fuera. Lo que es central en su análisis es la pelea entre el gobierno nacional, la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. A la cual Mauricio Macri le había asignado por uno de sus tantos decretos, más fondos que los que necesitaba para cubrir los gastos de la policía que se le había transferido desde el ámbito federal a los porteños. Pagni sabe que uno de los objetivos de la empresa de medios para la que trabaja es apuntar contra la Vicepresidenta, y hacer quedar al Primer Mandatario como una marioneta que solo cumple órdenes. Por eso agrega: “Misión cumplida: hace dos fines de semana, Cristina Kirchner le había reclamado que rompiera relaciones con Horacio Rodríguez Larreta. Ella ve en Larreta al eventual aliado de Fernández para una irreverente emancipación”. El que evidentemente cumplió su misión es Pagni. Alimentemos la grieta. No sólo la que históricamente dividió a la ciudad portuaria del resto del país, sino también las otras. Las que separan al oficialismo de la oposición. Y las que -se quiere- separarán a Cristina de Alberto. Tema que reaparece en la columna que Claudio Jacquelin escribió el 11/09/2020, que nombró como “El arte de abrir nuevos conflictos sin cerrar ninguno”. Como si los múltiples problemas que existen fueran solo producto de la decisión de la coalición gobernante, y no existieran ni el desastre profundo que en lo económico, lo político y lo social causaron los cuatro años de macrismo, ni la crisis universal que desató el coronavirus. No. Crisis y resoluciones son siempre culpa del denostado populismo que gobierna. Por eso, Jacquelin detalla que “La urgencia, la improvisación y el temor a contagios que se había adueñado del entorno presidencial a medida que se profundizaba el conflicto permiten comprender la forma en la que se intentó resolver el problema”. Ni una palabra sobre el desastre producido por la gestión de María Eugenia Vidal (más cerca de Maléfica que del Hada Buena, si de personajes de Disney se trata). Ni tampoco sobre el accionar cuasi mafioso de los que en lugar de custodiar la seguridad, exhibieron las armas que el Estado les asigna para una amenaza, si no explícita, al menos latente, contra las autoridades democráticas. Por supuesto que la solución encontrada por el gobierno tampoco lo conforma. Porque hay que incluir a la enemiga principal: “La explicación estaría incompleta si no se incorporara al análisis la influencia ejercida por Cristina Kirchner, que incluye la obligación de proteger y enjugar los problemas y deficiencias de su gran protegido, Axel Kicillof”. Otra vez, Cristina obligando a Alberto. En otra gala del pseudo humor ramplón que lo caracteriza, el 12/09/2020 Carlos M. Reymundo Roberts descubrió que “Al final, Duhalde no estaba tan loco”. Y para burlarse del detestado gobierno, cuenta que “Estaban distraídos y no escucharon a Florencia Arietto, una exasesora de Patricia Bullrich que el domingo dijo en TN que la bonaerense está viendo de hacer algún tipo de movilización para pedir mejoras salariales“. No se le ocurrió preguntarse cómo es que la asesora en cuestión sabía del tema, casi como si estuviera en contacto con quienes organizaron la protesta o al menos, trataron de usarla en su favor. Esas cosas no le causan gracia. Hay que crear la grieta en el seno del gobierno, como LA NACIÓN viene tratando desde los comicios que dieron el triunfo al Frente de Todos. Por eso para el escriba “Los acontecimientos se precipitan. Cristina le ordena a Alberto que no se demore más, que ejecute; Alberto ejecuta a Larreta y a la opulenta ciudad con la quita de un punto de la coparticipación”. Otra vez Cristina mandando a Alberto. Y el tema de la quita a la Capital, no de la recuperación por el gobierno nacional de fondos asignados discrecionalmente por Macri. Tampoco ese análisis se presenta en la otra cómica, Graciela Guadalupe, que el 12/09/2020 se queja de que “No tenemos paz”. Ojo, no es porque las patotas de la bonaerense exhiben sus armas frente a las residencias de Axel y de Alberto. No, es porque “El profesor Alberto, en representación de los ‘argentinos de bien’, les manoteó plata a los argentinos de la opulencia para repartir en el nuevo IFE (Ingreso para un Federalismo Extraviado)”. De nuevo, obviemos el decreto del ingeniero sin ingenio. Llega el turno del novelero Jorge Fernández Díaz, que el 13/09/2020 ofrece un nuevo capítulo de su saga anti peronista: “El estrepitoso fracaso de la lideresa”. Uno sabe que los escritores mezclan la ficción con sus sueños y hasta sus anhelos, y que lo que cuentan se parece las más de las veces a una ficción que no tiene demasiados puntos de contacto con la realidad. O ninguno, en muchos casos. El Fernández anti Fernández vuelve a garabatear lo mismo de siempre y dice que “El peronismo troncal, lejos de cualquier ideología perenne, ha practicado únicamente esa doctrina del camaleón, y su metodología siempre consistió en parecerse al líder de la hora”. Cuáles serán las ideologías perennes del anti Fernández, mejor ni mencionarlas. Uno las conoce por sus frutos: miseria, marginación, pobreza. Claro que en el universo ficcional del tinterillo lo que ocurre es que “la lideresa no lidera, no conoce el territorio y comete gruesos errores; entronizó a un delegado provincial que no entiende nada y tiene la secreta idea de reemplazar a los barones para colocar en su lugar a los codiciosos advenedizos de La Cámpora”. Cosa extraña, que con tantas equivocaciones cuando se celebran los comicios la gente sigue eligiendo a los mismos. Aunque el anti Fernández los prefiera lejos. Supone el novelero en su mundo de ficción que “Los uniformados han recibido desde arriba señales inequívocas de desprecio y han procesado el hecho cierto de que si hieren a un asaltante van presos, y que los delincuentes no solo ganan la libertad, sino que hasta gozan de cierta simpatía oficial; también que la toma de tierras es alentada por dirigentes del propio oficialismo. Visto desde esas atalayas de la carencia, el peronismo es una alianza de tribus: barones, camporistas, peronoides, movimientos sociales, piqueteros, barras, usurpadores”. Lo que todo integrante de las fuerzas de seguridad debe procesar es que el uso de la violencia, aunque el destinatario sea alguien que ha delinquido, es siempre el último recurso al que solo se debe recurrir cuando sea notorio e inminente el riesgo que otro sufre. Si hieren a cualquier persona en otro contexto, se les aplica la ley. Como debe ser para todos. Pero hay un fondo de desprecio latente en el antiperonismo, que sale a flote cada vez que a uno de sus cultores se le presenta la ocasión. Discriminar, menospreciar, es una constante. El peronismo como alianza de tribus… Lo que implica, también, esa misma mirada discriminadora contra los pueblos originarios y sus formas de agrupación. Y eso no es una novela. Desde otra faceta de las mismas cosas, el siempre servicial Pablo Sirvén continúa su saga iniciada una semana atrás y el 13/09/2020 descubre “Una vacuna que puede fortalecer a Larreta”. ¿Expresión de deseos, en la búsqueda de un liderazgo que ponga en peligro el predominio populista? Sirvén no ve, en la solución que el gobierno nacional debió adoptar frente a la crisis desatada por las patotas de la bonaerense, otra cosa que “el presidente Alberto Fernández descubrió en forma fulminante su vacuna contra Larreta y la Ciudad“. Cuestión que termina enganchada con la obsesión marcada a todo columnista del pasquín de los Mitre-Saguier: “La mentora de que Fernández sea presidente y autora intelectual de la ofensiva contra el jefe de gobierno porteño estuvo ausente, pero habló por medio de su traductor atemperado en que se convirtió finalmente la garganta presidencial”. Cristina, siempre Cristina, y Alberto como títere. En la misma senda, vuelve Joaquín Morales Solá, y el 13/09/2020 habla de “Una coalición peronista que no funciona”. ¿También aquí se confunden los deseos imaginarios con la realidad detestada? Otra andanada de palabras que ocultan que lo que dicen está lejos de la verdad. Insiste Morales con que “La vicepresidenta prepara al Senado para remover en la semana que se inicia a dos jueces que la condenaron y a un juez que todavía debe juzgarla por la pornográfica causa de los cuadernos de las coimas”. Nadie ha dictado todavía una condena a Cristina Fernández de Kirchner, ni después de tanta persecución y tanta causa inventada. Por lo tanto, lo que dice la nota es nada más que otra mentira. Que la disfracen como quieran. Por las dudas, Morales vuelve sobre la cuestión de los recursos dados a la provincia de Buenos Aires, y una vez más, sin ningún dato fehaciente que corrobore sus dichos, manifiesta que “El decreto que saqueó las arcas de la Capital lo inspiró Cristina, según la unánime certeza de oficialistas y opositores, pero él lo firmó. Es una violación en toda la regla a los principios del país federal que consagra la Constitución”. Si la certeza es unánime, podría haber citado sus fuentes, cosa que nunca hace. Es que los escribas del mitrismo se acostumbraron a que su palabra sea tomada como el verbo divino, una verdad incuestionable. Aunque la realidad los desmienta una y otra vez. ¿Y cuáles son los principios del país federal supuestamente violados? ¿Dónde dice la Constitución que la ciudad de Buenos Aires debe ser privilegiada en el reparto de fondos? ¿Qué cláusula de la Carta Magna le prohibe al ejecutivo disponer de sus fondos y retrotraer un reparto a todas luces inequitativo, para reasignar partidas a donde sí resultan necesarias? No hay respuesta a esos interrogantes, que surja de las páginas de LA NACIÓN. Otras son las desventuras que sus columnistas avizoran. Por caso, el 14/09/2020 Martín Rodríguez Yebra cuenta que “El Frankenstein del conurbano inquieta a Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Axel Kicillof”. Claro que según él, al monstruo lo creó… el peronismo, claro! Y como consecuencia de esa inquietud, se ahonda la grieta, porque “el zarpazo sin aviso a los porteños pulverizó la confianza entre Fernández y Horacio Rodríguez Larreta (y la oposición entera). El Presidente del diálogo, despojado de su rasgo distintivo. El Frente es cada vez menos de Todos y más de Ella”. Difícilmente los porteños vean agravada su situación por el nuevo reparto de fondos. Y si la confianza del mandamás porteño se basa en que no le toquen el bolsillo, no parece estar fundada en buenas razones. Culpa de Cristina, insiste el columnista. “Ella”, síntesis de todo lo malo. Pero me permitirán ustedes que altere el recorrido temporal y vuelva unos días atrás, más precisamente al 13 de septiembre de 2020, día en que LA NACIÓN se torna transparente, al celebrar a un columnista especial. Nada menos que el ingeniero sin ingenio. El dueño de la grieta. Mauricio Macri, tan desentendido de la realidad como siempre, con otro discurso vacío de contenidos, plagado de consignas a las que su falta de argumentos despoja de todo significado que no sea la retórica vana de una República inexistente que en su diatriba aparece agraviada por el gobierno que lo venció en la contienda electoral, herida narcisista que no cierra.”Para defender el presente y ganar el futuro” dice su columna. Ni siquiera vale la pena dudar de su autoría, dada la escasa habilidad que ha demostrado en el uso de un discurso coherente, a lo largo de su vida pública. “Las autoridades al frente del Poder Ejecutivo Nacional vienen desplegando una serie de medidas que consisten en el ataque sistemático y permanente a nuestra Constitución”, dice el sujeto que usó al Poder Judicial para perseguir a sus enemigos, que montó un aparato de espionaje ilegal para seguir a propios y extraños y hasta a su propia familia, que favoreció los turbios negocios de sus amigos y socios, que endeudó hasta lo indecible al país, para permitir la fuga más colosal de divisas, que destruyó a la pequeña y mediana empresa, que privó de trabajo a centenares de miles de argentinas y argentinos, que desvalorizó al trabajo y a la salud a punto tal de reducir lo que antes y con todo tipo de gobiernos habían sido ministerios, a secretarías sin poder de decisión. Que desfinanció a la educación pública, a la que nunca quiso porque los pobres no son, en su mirada, sujetos de derechos. Que quitó sus recursos a los hospitales y a los profesionales de la salud. Que sometió la política y la economía a los designios de los centros del poder financiero internacional. Que se empecinó en el negacionismo más pérfido respecto de los derechos humanos y la historia de las violaciones a los mismos. Que hizo gala de una vocación patriarcal y retrógrada, en cuestión de géneros. Que no dudó en señalar a su padre recién muerto como un delincuente, pero sin pensar en devolver los frutos de esos delitos. Y podríamos seguir en una larga lista de tropelías de todo tipo, de abusos de poder, de heridas al cuerpo social, que son de una hondura tan profunda que costará mucho tiempo y muchos esfuerzos tratar de subsanarlas. El personaje que nunca pensó en cumplir con los mandatos de la Constitución, ahora pretende defenderla. El que atropelló los derechos de los habitantes de la patria, ahora habla de abusos y restricciones cuando se busca defender la salud de los argentinos. El que sometió a los poderes del Estado al designio de las grandes corporaciones, el que nunca escuchó a quienes no lo habían votado, el que incumplió puntualmente todas y cada una de las promesas que había hecho en el debate previo a su elección, ahora habla de falta de equilibrio en esos poderes que despreció durante su mandato. El que hechó jueces que no fallaban como él pretendía, y designó ilegalmente a otros para que cumplieran sus designios persecutorios, ahora habla de seguridad jurídica. El que consolidó el monopolio de un grupo para negar la pluralidad de voces en los medios, ahora clama por la libertad de expresión que nunca le interesó. Y amenaza sin disfrazar demasiado sus atropellos, cuando dice que la opción es “la República o la republiqueta; es Democracia o demagogia; es elecciones libres o no habrá transparencia en los resultados; es seguridad o vivir con miedo; es el Estado de Derecho o es la jungla; es la propiedad o es la apropiación; es libertad de expresión o censura; es educación o adoctrinamiento.Es verdadero o es falso. Es luz o es oscuridad”. Cuidado, Mauricio. Que si todas esas cosas se dieran en la realidad, habría llegado el momento de empezar a cerrar la grieta que desde hace tantos años divide a los argentinos, haciendo que los que la crearon, la mantuvieron, la profundizaron y buscan agrandarla respondan por sus actos. Porque tarde o temprano el pueblo, el mismo menospreciado e ignorado tantas veces, se hará dueño de su destino. Porque no hay ni impunidades ni injusticias eternas.