Fallando y fallando
En 1930, Enrique Santos Discépolo compuso uno de los tangos que rápidamente se transformó en un clásico: Yira, Yira. Agudo observador de la realidad, Discépolo construyó un relato de la desesperanza propia de aquellos días que vieron caer al gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen y descubrieron el germen del autoritarismo fascista latente en muchos actores de nuestra política. Cuando la suerte que es grela, fallando y fallando te largue parao… Vale recordar que el 6 de septiembre de ese 1930 José Félix Uriburu, el militar que por su admiración al estilo prusiano sus camaradas llamaban Von Pepe, encabezaba el golpe que daría fin a casi 70 años de vida institucional. Desde que Bartolomé Mitre derrocara a Santiago Derqui en 1861, el orden constitucional, aunque solo lo fuera formalmente, no se había interrumpido. Pero ya Leopoldo Lugones, convertido en la pluma de la derecha reaccionaria, había proclamado que llegaba la hora de la espada. El 10 de septiembre de 1930, la Corte Suprema de Justicia que presidía José Figueroa Alcorta asestaba otro golpe mortal al esquema constitucional vigente, al emitir su Acordada en la que establecía la nefasta doctrina de facto, señalando que “el gobierno provisional que acaba de constituirse en el país es, pues, un gobierno de facto cuyo título no puede ser judicialmente discutido con todo éxito por las personas en cuanto ejercita la función administrativa y policial derivada de su posesión de la fuerza”. La Corte, el máximo intérprete de la Constitución, abjuraba de su función y daba primacía a la fuerza por sobre el derecho. Contó para ello con la inestimable colaboración del Procurador General, Horacio Rodríguez Larreta, que prestó su conformidad con el desastroso acuerdo. Cómo no iba a sentir la desesperanza el argentino medio, que se había ilusionado con el credo democrático que enunciaba el Peludo. Los medios conservadores que así habían caracterizado a Yrigoyen, celebraron su caída. El poder no sólo económico sino institucional, volvía a sus manos. Se iniciaba la década infame, en la cual el hijo de Lugones introdujo la picana eléctrica como forma de tortura y los sectores de poder instalaron el fraude patriótico para impedir que el pueblo eligiera representantes que no fueran de la clase dominante. Nada dijo la Corte Suprema de esas injusticias. Y cuando se produjo un nuevo alzamiento militar, el 4 de junio de 1943, reiteró la Acordada del 30. Se permitieron también, los Ministros de esa Corte, fantasear con recibir todo el poder. Porque ese fue el reclamo de los sectores del privilegio, que querían frenar el ascenso de Juan Perón y poner fin a las reformas que éste impulsaba a favor de los trabajadores. No pudieron. La voluntad popular, expresada en la manifestación del 17 de octubre de 1945, culminó con el triunfo peronista del 24 de febrero de 1946. Instalado el nuevo gobierno, se sometió a revisión lo actuado por esa Corte que en lugar de sostener la Constitución había sometido las instituciones de la República a la fuerza brutal de la dictadura, primero, y había consentido proscripciones y fraudes después. Vinieron años de cambio y de fiesta popular, con una nueva Corte que supo interpretar el sentido social y humanista de una Constitución reformada para dar cabida a los derechos humanos, recién proclamados a nivel universal. Pero otra vez la fuerza se impondría a la razón, y en septiembre de 1955 un nuevo golpe frustraría la voluntad popular. Los dictadores triunfantes eliminaron de un plumazo a la Corte y la reemplazaron con jueces adictos, todos furiosamente antiperonistas. Con su nueva conformación, la Corte admitiría primero que un bando militar derogara la Constitución, y luego consentiría los asesinatos de Juan José Valle y de los militantes fusilados en junio de 1956. Como había consentido las persecuciones despiadadas contra todo lo que se identificara con el peronismo. Nada dijo tampoco la Corte cuando la dictadura, tomando para sí poderes que ni siquiera la Constitución que había restaurado le concedía llamó a elecciones de constituyentes, proscribiendo a la fuerza política mayoritaria. Fue esa misma dictadura la que mediante un decreto-ley reglamentó la organización del Poder Judicial de la Nación. Vinieron gobiernos semiconstitucionales, nacidos de elecciones viciadas por la proscripción del peronismo, y nuevas dictaduras, sin que las Cortes que iban sucediéndose hicieran poco más que validar las violaciones de la Constitución y de los derechos que la misma ampara. El triunfo del Frente Justicialista de Liberación en 1973, y los nuevos gobiernos peronistas que se sucederían entre mayo de ese año y el ominoso marzo de 1976 poco pudieron hacer para cambiar el modelo de poder que encarnaba la Corte. Con el golpe genocida, todo el Estado se volvió terrorista. Y la Corte también. Consintiendo las desapariciones forzadas, sin investigar los asesinatos, los prisioneros ilegalmente retenidos en Centros Clandestinos de Detención y Exterminio, la disolución del Congreso, la intervención de los sindicatos, la prohibición de los partidos políticos. Jurando primero observancia a los Objetivos del Proceso de Reorganización Nacional por sobre la Constitución. Al volver la democracia, en diciembre de 1983, la esperanza de producir una reforma genuina en el sistema de administración de justicia terminó nuevamente frustrada. Con honrosas excepciones, el Poder Judicial convalidó el perdón para los criminales más feroces que sufrió nuestro país. Y la Corte consideró constitucionales las infames leyes de Punto Final y Obediencia Debida, como luego validaría los indultos que abarcaron incluso a quienes no tenían condenas que pudieran ser objeto del perdón presidencial. La llegada del kirchnerismo al poder, la resignación de parte de sus facultades por parte del Poder Ejecutivo para permitir que la sociedad pudiera conocer los antecedentes de quienes ocuparían cargos en la Corte Suprema, e impugnarlos si lo creía necesario, permitieron algunos cambios en la cabeza del Poder Judicial. La declaración de inconstitucionalidad de las leyes del perdón y la reapertura del Proceso de Memoria, Verdad y Justicia fueron señales que alimentaron algún optimismo que terminó ahogándose cuando la Corte tardó años en validar la constitucionalidad de la ley de servicios de comunicación audiovisual, que nunca alcanzó a estar plenamente en vigencia. Y llegó la nueva ola neoliberal, que lo primero que intentó fue designar jueces de la Corte en comisión. Recién frente al escándalo que se desató, el macrismo tomó la senda constitucional para proponer a esos mismos jueces que habían aceptado ser designados en violación de lo que establece la Ley Fundamental. Y lamentablemente se les dio el acuerdo. Vendría después el intento de terminar con los juicios por crímenes de lesa humanidad, con el fallo del 2 x 1 que no pudo mantenerse debido al enorme repudio que generó en la sociedad y que se expresó en las multitudinarias marchas de repudio. Pero el Poder Judicial del macrismo funcionó coordinado por una Mesa Judicial que establecía el ritmo de la persecución a los opositores al tiempo que solidificaba la impunidad de quienes llevaban adelante el saqueo de las arcas del Estado y la fuga de capitales más escandalosa. Todo sin que la Corte pensara que debía hacer algo al respecto. Esta es la Corte Suprema y el modelo de Poder Judicial que defienden los escribas de LA NACIÓN. Esta es la Corte que tarda en promedio más de tres años y medio para estudiar las sentencias de los genocidas, pero que frente al reclamo de jueces que fueron puestos de manera ilegal en cargos de interés para el macrismo, para garantizar el éxito de las persecuciones desatadas, rápidamente aplicó el per saltum y habló de gravedad institucional. Festejan los columnistas de los Mitre-Saguier. Pareciera que la presión que venían ejerciendo sobre los jueces supremos va dando resultado. Ni siquiera es preciso analizar el contenido de sus escritos: bastan los títulos para entender qué es lo que están buscando. Así, Rogelio Alaniz hablaba el 23/09/2020 sobre “Los previsibles recelos que suscita la reforma judicial”, frase que traducida a la realidad quiere decir ojo, que si hay jueces en serio se acabó nuestro jueguito. Luis Gasulla, también el 23/09/2020, recorre “Del Lawfare durante la resistencia a Macri al ‘Puf’ en el poder”, que traducido es se están cayendo a pedazos todas las causas inventadas. Sergio (el que no) Suppo se pregunta, el 25/09/2020 “¿Quién no le teme a Cristina Kirchner?”. En porteño sería la matamos mil veces y la gente la sigue queriendo, qué más hay que hacer! El 26/09/2020, Héctor M. Guyot cree ver “Un país pródigo en obscenidades”, o sea miren al diputado escandaloso pero no al espionaje organizado. Claudio Jacquelin, el mismo 26/09/2020, descubre “La vida incierta, una constante argentina”, tal vez añorando la certeza que brindaron oligarquías y dictaduras, siempre en contra de los intereses populares, siempre aplaudidas por la Tribuna de Doctrina. El 27/09/2020 Joaquín Morales Solá alerta: “Cristina: la Justicia es mía”. Quiere decir cuidado, todo lo que se hizo para terminar con esta mujer está en peligro de diluirse. El novelero Jorge Fernández Díaz se pregunta, el 27/09/2020: “¿Girará el Gobierno antes de chocar contra la pared?”. Lo que quiere decir es si los dejamos avanzar no nos queda nada. Y Jorge Enríquez, que no se preocupó de los dichos del ingeniero sin ingenio cuando se quejaba de que los jueces no cumplían con lo acordado ni se ofendió cuando se obligaba a renunciar a jueces, camaristas y Procuradora que no se sometían a los garabatos judiciales, el 27/09/2020 se queja de “El escándalo de un Presidente que presiona a la Corte Suprema” que en buen criollo significa a los jueces solo los presionamos nosotros. Daniel Sabsay, el constitucionalista que más opina contra lo que dice la Constitución, el 28/09/2020 advierte sobre “Movimientos que atentan contra la seguridad jurídica”, o sea hasta ahora estamos seguros de que estos jueces trabajan para nosotros, si hay cambios capaz que hacen justicia. Daniel Bilotta, el 29/09/2020, arremete contra “La Corte, el nuevo fetiche de Cristina Kirchner”. El odio sin límites contra la Vicepresidenta no es novedad. Lo que se busca es alertar a la Corte de que puede ser el nuevo objetivo de las columnas del pasquín de don Bartolo. Todo esto pasa, según dice Fernando Laborda el 29/09/2020, porque Alberto Fernández es “El presidente que se olvidó de la moderación”, o sea, al final este tipo no hace lo que le decimos que tiene que hacer. Juan Manuel Palacio, también el 29/09/2020, hace historia y cuenta sobre el “Reformismo y encono contra la familia judicial, en el ADN peronista”. Como no es uno de los columnistas habituales, no sabe que no hay que ser tan sincero. Porque la existencia de una familia judicial es uno de los grandes males del sistema de administración de justicia. Que como contamos al principio, durante el primer peronismo se quiso ajustarlo a lo que la Constitución establece, y con el kirchnerismo se intentó su saneamiento. Impedido en gran medida por los fallos de la Corte, que declaró inconstitucionales las reformas votadas por el Congreso. Marcos Aguinis siempre tiene una dosis de encono a mano, cuando se trata de hablar de Néstor y Cristina. Por eso el 29/09/2020 los cree ver “Sin culpa ni pena”. El subconsciente le habrá dictado el título, que quiere expresar en realidad su deseo de que los desaguisados y atropellos de sus amigos queden impunes. Aguinis debería leer lo que escribe sobre otros porque es la explicación de sus propias actitudes. Costumbre de LA NACIÓN, decir de otros lo que hacen los propios. Hay lugar para más: el tuit de Elisa Carrió contando que “La República está muy, muy feliz. ¡Gracias a Dios!”, cuando todos sabemos de qué República es fanática la amiga de los espías; el juez que admitió ser trasladado en contra de lo que dice la Constitución, Germán Castelli, echándole la culpa al Senado de lo que hizo él; el ex ministro Garavano, uno de los que más hizo contra la posibilidad de contar con un sistema de administración de justicia que cumpliera con su deber, reflotando un clásico y acusando al kirchnerismo de usar métodos chavistas; y para el final, las frutillas del postre: Joaquín Morales Solá, celebrando el 30/09/2020 “Una derrota política y judicial”, lo que en lenguaje futbolero sería les ganamos con el var y el referí, y la editorial del diario, del 30/09/2020, que festeja “Una definición de la Corte que aporta tranquilidad”. O sea, tranquilos muchachos, que no nos van a tocar, nuestros amigos nos cuidan. SI estuviera Discépolo, cuántos tangos podría escribir. Tal vez se asombraría de que los conocidos de siempre sigan como en el 30, fallando y fallando. O como en su inmortal Cambalache, lamentaría que sigamos revolcaos en un merengue,y en el mismo lodo todos manoseaos…