enero 29, 2025

Como una burda parodia de la hermosa canción de Daniel Viglietti, en lugar de a desalambrar los grandes latifundios hay quienes en la Argentina parecen llamar enfáticamente “a desinformar, a desinformar!!”. Y se molestan cuando alguien les señala lo que están haciendo. El uso de la desinformación para desgastar gobiernos no es algo nuevo. Ha sido una práctica constante en movimientos reaccionarios y sectores enemigos de la democracia.No puede sorprender, entonces, que esto ocurra en nuestro país. En buena medida, semanalmente he tratado de mostrar cómo desde LA NACIÓN se usa y abusa de la desinformación para desestabilizar al gobierno de Alberto Fernández. Práctica que, a decir verdad, comenzó incluso antes de que el Frente de Todos ganara las elecciones de hace un año. Fue tras el triunfo en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias de la fórmula de los Fernández que el pasquín de los Mitre comenzó su tarea de demolición. Eso sí, cuando alguien les señala lo que están haciendo inmediatamente ponen el grito en el cielo y hablan de los ataques contra la libertad de expresión y la tarea periodística. Así que creo importante aclarar un par de cuestiones. La primera, que la libertad de expresión y la libre tarea periodística son parte del ejercicio del derecho a la información. También que, refiriéndose al mismo, el Código Internacional de Ética Periodística de la Subcomisión de Libertad de Información y de Prensa de la Organización de las Naciones Unidas estableció las obligaciones morales de los profesionales de la comunicación: la exactitud de la información, que prohibe al periodista falsear voluntariamente los hechos y le impone la obligación de rechazar la búsqueda de ventajas; la asunción de responsabilidad por el material editado; el respeto a la reputación de los individuos y la no omisión de los hechos esenciales. Ya veremos si esto se aplica, o no, a los columnistas del pasquín mitrista. Por otra parte, en su trabajo Teoría de la desinformación, María Fraguas de Pablo la define como “la acción del emisor que procede al ensamblaje de los signos con la intención de disminuir, suprimir o imposibilitar la correlación entre la representación del receptor y la realidad del original”. Entre los mecanismos propios de esa práctica, señala la mentira, la omisión, el uso de la analogía y el rumor[1]. A ver qué pasa con estas categorías aplicadas a las columnas de la Tribuna de Doctrina… El 09/10/2020 Graciela Guadalupe, que parece obligada a tratar de ser cómica, tituló su nota “Del FMI a la payasa Filomena”. Al FMI los argentinos lo conocen bien. La mención a la payasa Filomena no tiene otro objetivo que la crítica al gobierno, recordando su aparición en un reporte del Ministerio de Salud. Hasta ahí, todo bien. Pero la pseudo humorista nos dice que “Esta gente del FMI vino con mucho recelo al país. Para colmo, les dijeron que los argentinos somos impredecibles, inconstantes y poco confiables. Mentira total. El problema lo tienen ellos, que no nos creen cuando les explicamos el porqué de algunos de nuestros índices. Por ejemplo, el 40,9% de pobreza. Eso es producto directo de la eficiente gestión del Estado. Es tanto lo que los gobiernos dedican a sostener la pobreza que cada vez más gente quiere ser pobre en la Argentina”. Y ahí empieza la desinformación. Porque si es cierto que el índice de pobreza llegó al 40,9%, no es culpa de la gestión del Estado. Por lo menos, no de esta administración, que recibió al país con un índice del 35,5%, producto del desastre que llevó a cabo el elenco de depredadores comandado por el ingeniero sin ingenio. Después vino la pandemia. Si doña GG quiere hacer chistes con la pobreza mejor sería que se calle. Al menos la payasa Filomena trabaja de eso y no pretende ser periodista. Pero sigamos. El 10/10/2020 Luciana Vázquez habló de la “Pandemia récord y las responsabilidades políticas deAlberto Fernández y Cristina Kirchner”. Un largo artículo que pretende cantar loas a la gestión de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires, y presentarla como un éxito en el tratamiento de la crisis sanitaria. Pero ocurre que, más allá de lo discutible de las afirmaciones que realiza con supuesta apoyatura en la opinión de expertos internacionales, a las que tranquilamente se podría oponer la de muchos más que sostienen exactamente lo contrario, la cuestión pasa por otro lado que la columnista omite. La circulación del virus, sobre todo hacia el conurbano bonaerense pero también hacia las restantes provincias, se aceleró en cuanto el gobierno porteño fue permitiendo la apertura descontrolada de actividades. Es fácil, solo hay que analizar las cifras de contagios y muertes que se fueron produciendo ante cada nuevo relajamiento del aislamiento que permitía el alcalde cambiemita. La ciudad de Buenos Aires, capital de la Argentina, operó en ese sentido como un centro de distribución del virus hacia todas partes. Que la situación de privilegio que tiene la ciudad autónoma en relación con las demás provincias, le haya permitido no entrar en una crisis total del sistema sanitario, no equivale a que se trate de una gestión exitosa. Peor sería todavía si nos fijamos en la situación socio económica de la mayoría de las víctimas, que demuestra el abandono de los barrios populares y de los habitantes de las villas, a los que nunca llega el derrame de riqueza del que gozan los sectores de mayores recursos. Pero para Vázquez lo que ocurre es que “La grieta argentina opera en un sentido parecido, y ese es un problema enorme de la Argentina: no hay construcción posible cuando la lógica sesgada que divide el mundo en amigos y enemigos, y al enemigo nada, alcanza no sólo a la esfera de lo político, de lo económico, lo productivo y se extiende a los derechos humanos con la llegada del nestorismo y en su última expansión, a la salud y la política sanitaria”. ¿De quién es la culpa de esa grieta? ¿Quiénes fueron los que la alimentaron a lo largo de los más de doscientos años de nuestra historia? ¿Y quiénes fueron los que la llevaron a su máxima expresión en el período 20152019, aplicando políticas que condenaron a la exclusión y la marginación a miles y miles de argentinos? ¿De qué lógica sesgada habla la escriba cuando menciona a la situación de los derechos humanos “con la llegada del nestorismo”? Oiga señora, si a usted como al pasquín que la emplea le sigue doliendo que un gobierno haya decidido hacerse cargo del reclamo social y poner fin a la impunidad de quienes convirtieron al Estado en terrorista y desataron el genocidio contra el pueblo argentino, al menos dígalo claramente. No hay lógicas sesgadas: los derechos humanos fueron masiva y sistemáticamente violentados por la misma dictadura que permitió a LA NACIÓN y sus primos del clarinete mentiroso apropiarse de Papel Prensa; la misma dictadura que fue claramente apoyada por el diario de los Mitre-Saguier; la misma dictadura cuyos nostálgicos marchan hoy ante cada convocatoria difundida desde las páginas del pasquín sesquicentenario. Falta más de la columnista. Insiste en que “Esa grieta que desconoce la evidencia y opera sobre la política pública en función de la consolidación del poder y la polarización tergiversa datos, silencia voces, cancela puntos de vista y estigmatiza”. Frase que sería muy adecuada para describir el accionar de los mandantes de Luciana Vázquez. Mentiras, omisiones, analogías. Falseamiento de los hechos. El 10/10/2020 Héctor M. Guyot se refiere a “La esquizofrénica deriva argentina”. Título que le permite insistir con un leit motiv de su diario desde las PASO de agosto de 2019: la sumisión de Alberto a los mandatos de Cristina. Por eso puede decir que “Solito, y a causa del pacto sellado con la vicepresidenta para volver al poder, el Presidente avanza por un sendero cada vez más estrecho que, de tan angosto, empieza a parecerse a un callejón sin salida”. ¿Callejón sin salida? Muy parecido a profetizar el final de un gobierno. Cuestión que no tiene nada que ver con la democracia, pero claro, eso nunca fue una preocupación para LA NACIÓN a lo largo de sus ciento cincuenta años de prédica contra cualquier expresión popular. La analogía del callejón sin salida es a todas luces una poco encubierta expresión de deseos del columnista, que para profundizar el tema proclama que “la administración avanza a la carrera en la conquista de la Justicia, Corte Suprema incluida, tras el objetivo prioritario de obtener la impunidad de la vicepresidenta en las causas de corrupción que se le siguen, que también están siendo torpedeadas”. Si Guyot tuviera alguna mínima noción de lo que significan las palabras, se daría cuenta de que conquistar la Justicia debería ser el objetivo de toda administración. Porque la Justicia no es el Poder Judicial, es un valor al que todo ser humano aspira. Tal vez sea una cuestión demasiado profunda para plantearla a los empleados de los Saguier-Mitre. Que siguen sin ofrecer ninguna prueba que sostenga sus afirmaciones de que el gobierno intenta conquistar la Corte Suprema para obtener la impunidad de Cristina Fernández de Kirchner. Que, vale la pena recordar una vez más, no ha sido condenada en ninguna de las causas que el odio de los amigos de la Tribuna de Doctrina se esmeró en inventarle a lo largo de los últimos años. Con un Poder Judicial sometido a los deseos de macrismo, con los servicios de inteligencia y los medios hegemónicos conspirando para encarcelarla, con una Mesa Judicial incansable en su afán de perseguir cualquier disidencia con la invaluable ayuda de Jueces y Fiscales que envenenan la administración de justicia, no les alcanzó para que Cristina fuera condenada. Ahora, que ven cómo sus inventos se desvanecen, sus conjuras salen a la luz, y sus imputaciones se revelan en toda su falsedad, solo les queda decir que es el gobierno actual que busca la impunidad de su jefa oculta. Porque el mismo 10/10/2020 Francisco Olivera advierte que “La jefa manda en silencio”. Siempre Cristina, detrás de todo mal y culpable de cuanta catástrofe se les ocurra imaginar a los escribas de don Bartolo. Que igualmente reconocen que “Nadie, ni los que la detestan, le negará nunca instinto político. Ese rol de conductora es el mismo que le atribuyen hoy. Incluso, o especialmente, en los momentos en que prefiere mantenerse en silencio. El oído del establishment no siempre distingue, al contrario, reconstruye lo que no escucha y advierte el influjo de la jefa cada vez que Alberto Fernández tropieza con dificultades de consenso”. Es una interpretación al menos curiosa. Porque parte de admitir las dotes políticas de la Vicepresidenta, reconoce después que la cuestión de su conducción es algo que le atribuyen a pesar de su silencio, y termina por una confesión que se le escapa: que el establishment no distingue ni escucha pero igualmente echa las culpas a la odiada Cristina. Se pregunta Olivera “¿Quién arriesgará una moneda en una democracia que todavía discute la propiedad privada? El problema no es tanto lo que se dice como lo que subyace en la estructura de la coalición”. Vaya uno a saber por qué el escriba piensa que hay alguien discutiendo la propiedad privada. Lo que sí se ha discutido desde siempre es la función social de la propiedad. Desde textos insospechables de kirchnerismo como los que componen la doctrina social de la Iglesia, la idea de enormes propiedades improductivas y concentradas en pocas manos choca con las necesidades de los desposeídos. Muchos de los cuales lo son por ser víctimas de las políticas que Olivera y sus colegas aplauden y defienden. Pero el  problema  sigue siendo “¿Qué piensa ella?, se preguntan desde diciembre en ministerios y secretarías ante cada decisión. Ese silencio puede más que las peroratas de todo un gabinete”. Si habla por que habla, y si calla también. El 11/10/2020 vuelve la pseudo cómica Graciela Guadalupe y nos dice que “No va a andar”. Y se mete con la historia, citando las palabras del senador Jorge Taiana que dijo que “A Dorrego lo hicieron matar los mismos intereses financieros que apoyaron a Macri”. Para GG las manifestaciones de Taiana constituyen “interpretaciones históricas que nos hacen atrasar, como mínimo 104 años“. Uno hace cuentas. A Dorrego lo asesinaron el 14 de diciembre de 1828, o sea hace casi ciento noventa y dos años. La escriba no habla de eso, así que descontemos 104 años y llegamos a 1916. Y ahí se aclara todo. Porque ese año asumió el primer presidente electo por el voto secreto, universal y obligatorio (masculino) de nuestra historia: Hipólito Yrigoyen. El primer mandatario populista del siglo XX. El que fue señalado como continuador del detestado Juan Manuel de Rosas, y mucho peor, sindicado como precursor del peronismo. La historia se acabó entonces, parece decirnos GG. Por lo menos, la que inventó el fundador de LA NACIÓN y que envenenó la educación durante tantos años, instalando una versión falsificada del pasado patrio. Tradición seguida a pie juntillas por los columnistas del diario que quedó como guardián   de la memoria de don Bartolo. El 11/10/2020 Martín Rodríguez Yebra habló acerca de cómo “El dólar y el avance del virus agitan la estructura del poder”. Y ahí empiezan a jugar los rumores. Suposiciones que se dan por ciertas sin ningún tipo de comprobación, ni siquiera mínima. Solamente las palabras del escriba que nos dice que “La Casa Rosada se agita entre la ansiedad, el vértigo y los pases de factura por la acumulación de fracasos que apenas se pueden disimular en el discurso público. Las sospechas de conspiraciones internas se tornan verosímiles para los propios protagonistas del poder. El gabinete se llenó de sillones inestables”. ¿Quiénes pasan facturas y a quiénes? ¿De qué conspiraciones está hablando? ¿Cuáles sillones son los inestables? Todas cosas dichas a medias, sugeridas, dadas como ciertas en base a alguna misteriosa manera que tienen Rodríguez Yebra y los demás empleados de LA NACIÓN de enterarse de cosas que nadie más sabe. Y por si faltara algo, ahí va el escriba contra Cristina: “Como en todo últimamente, ella juega al silencio y al misterio. Tiene demasiados canales para expresar su incomodidad y aplicar correctivos. Incluso en estos días de crecientes tensiones internas, la realidad aciaga desalienta a quienes todavía sueñan con un volantazo de autonomía albertista”. Cuánto les duele ese silencio. Como antes les dolían las cadenas nacionales, pero a estas las podían desmenuzar. El silencio no les permite réplica. Entonces solo queda la inventiva, que nada tiene que ver con la verdad. Menos que menos puede buscarse la verdad en la nota que el 11/10/2020 publica el novelero Jorge Fernández Díaz, que cree haber encontrado “La rebelión de la odiada clase media”. Cuidado con el lenguaje. Acaso desnuda el odio que siente el novelero, que necesita sentir el clamor de las multitudes que no aparecen. Porque las marchas de los republiqueros, seamos claros, no convocan multitudes. Solo los mismos desquiciados que salen a buscar algo o alguien en quien descargar sus frustraciones. Soldados de un ejército que no los quiere, tal vez imaginan que al agredir noteros que solo cumplen con su trabajo prestan un servicio que algún día les permitirá sentarse a la misma mesa que sus amos. Cosa que nunca ocurrirá. Como tantas otras veces, si la derecha vuelve al poder volverá también a saquear las riquezas de las que todavía no pudo apropiarse, y condenará. a esa clase media que cree ver Fernández Díaz a hundirse en la miseria. El propio novelero puede llegar a ser uno más de los frustrados. Aunque hoy sostenga que “Combatir a una élite oligárquica -una minoría- no es lo mismo que hacerle frente a una asombrosa serie de multitudes crecientes: la masa gana la calle y disputa la palabra ‘pueblo’. Es por eso que las manifestaciones del republicanismo popular son ahora ‘las marchas del contagio’, como dice con descarada mala fe el jefe de Gabinete”. No, esto no es un fallido folletín, donde los sueños de grandeza del autor se parezcan por un pequeño instante a una realidad posible. Los que marchan no son, ni quieren ser, el pueblo. Quieren pertenecer a esa élite oligárquica en cuyo nombre los pasquines hegemónicos los lanzan al combate, señalándoles ya sin disimulo alguno el objetivo principal: la detestada Vicepresidenta, cuyo domicilio indicó el clarinete mentiroso, socio de la Tribuna de Doctrina en el ejercicio desinformativo. Aunque haya diferencias de estilo y LA NACIÓN sepa disfrazar mejor su discurso falaz con ropajes que semejan algo así como el periodismo. No es el caso de Fernández Díaz, cuya pretendida condición de literato solo le alcanza para llenar de sustantivos y adjetivos rimbombantes al enemigo populista, a ese peronismo que renace una y otra vez buscando hacer cierto el destino revolucionario que le señalara la inimitable Evita. No, el novelero solo puede escribir que “militando la corrupción hacia adentro y el fascismo bolivariano hacia afuera, siendo a la mañana una cosa y a la tarde otra, nacidos y criados dentro del termo político y sin conocimiento de la vida real, nos han conducido hasta un sitio desconocido donde cunden el pesimismo y la desconfianza, y donde los máximos funcionarios siguen practicando -sin el mínimo sustento- la altanería y la agresividad”. ¿Qué vida real conoce el torpe novelero, perdido en sus tramas inconclusas y lejos de la vida, los sufrimientos y los anhelos del pueblo verdadero? Pobre Fernández, que practica a su modo la altanería y la agresividad que sus patrones le indican. Ni qué hablar de Luis Majul, que el 12/10/2020 larga su perorata vacua acerca de “Las razones profundas de la más contundente marcha contra el Gobierno, desde que Alberto Fernández asumió“. Pero Majul. Si la profundidad y vos son dos polos opuestos. Para ser profundo hay que tener algo más que tres ideas de vez en cuando. Tan claro es que el pobre escriba se siente obligado a hablar de algo que satisfaga a lectores tan pobres de ideas como él, que no causa asombro que en su columna exprese que “hay que decir, urgente, es que nadie se la debería apropiar, ni caracterizarla como una movilización partidaria. Ni los dirigentes de Juntos por el Cambio, aunque muchos la apoyen y la alienten, ni Alberto Fernández, quien puso demasiado énfasis en la difusión del domicilio de la vicepresidenta, publicada por los medios de comunicación”. Majul, la marcha fue de Juntos por el Cambio. Aunque se hayan arrimado otros esperpentos del espectro derechoso, que aborrecen por igual a Cristina, el peronismo, el pueblo, la política y la democracia. Y que por eso marcharon sedientos al domicilio que Clarín les indicó, a escupir sus insultos y su miseria. No pasó lo que los mandantes de la tropa creyente en el paraíso perdido de un país para pocos hubieran querido que pasara. Por suerte y a pesar de ellos. Que según farfulla Majul, “Rechazan la agenda ‘clandestina’ y ‘egoísta’ de Cristina Fernández. Le reclaman que respete la división de poderes, y a la Corte Suprema de Justicia”. Tan clandestina es la agenda que nadie pudo verla ni dar noticia cierta de su paradero ni mucho menos de su contenido. Así que a inventar, que para eso se les paga. Por su faltara algo que agregar a la cadena de falsedades, ahí va Majul gritando que “el cristinismo o el peronismo no cree en la libertad de expresión y por eso inventa esa especie de Gestapo a la bartola llamada Nodio”. Gestapo a la bartola era la conjunción de jueces, fiscales, espías, policías y empleados de los medios que el macrismo usó para perseguir a sus adversarios. Majul ni siquiera puede intentar explicar de qué se trata el NODIO, porque la idea de un Observatorio sobre la Desinformación y el Discurso del Odio le altera los nervios y se siente perseguido. Conciencia culpable, se le dice a eso. El siempre servicial Pablo Sirvén cree oir, el 13/10/2020, “Un grito que se escuchó en los cuatro puntos cardinales”. Gritar puede cualquiera. Aunque forme parte de una raleada marcha. Por las dudas, Sirvén se ataja y dice que “las marchas no son de nadie, más que de la sociedad. Se subrayan sí, y muy fuerte, las falencias del Gobierno, pero sin vivar el grueso de la masa a ninguna dirigencia alternativa en particular, más allá de carteles sueltos y favoritismos individuales que siempre los hay (de ‘Macri volvé’ a ‘Milei 2021’)”. Como en tantas otras cosas, Sirvén se equivoca. Las marchas tienen dueños: los mismos que se creen con un derecho divino a mandar sobre el resto, a enriquecerse a costa de los demás, a negarle a la gente común la posibilidad de disfrutar de sus derechos. A la derecha, le pertenecen. La derecha que no vaciló en apelar al terror y a la violación de los derechos humanos para imponer sus intereses. La derecha que no perdona al yrigoyenismo que haya luchado para que el sufragio libre se expresara en la democracia, que no soporta que el peronismo haya incorporado a la vida política a los trabajadores y les haya reconocido sus derechos. La derecha que teme que este gobierno pueda llevar a cabo su programa. Eso es lo que los motiva a salir a gritar su odio, no se trata de “Que Alberto Fernández se esté mimetizando con el sector más radicalizado del Frente de Todos motorizó a más gente todavía a movilizarse” como supone Sirvén. Que solo acierta en algo: los marchantes del odio prefieren salir a exhibir sus vehículos de alta gama que a caminar mezclados con otros. Se motorizan. Y el 13/10/2020 vuelve Luis Majul, a la carga con sus obsesiones que lo llevan a escribir que “Toda la energía de Alberto Fernández está puesta en complacer a Cristina Kirchner”. Si no fuera por tanto empecinamiento en esparcir mentiras, tanta tenacidad en desinformar, tanto empeño en sembrar el odio, uno podría sentir algún tipo de lástima por alguien tan carcomido por sus obsesiones que es incapaz de elaborar un pensamiento sobre alguna otra cosa. Pero no hay lugar para condolerse por alguien que “no se explica cómo, en este contexto, Alberto Fernández le sigue echando la culpa de todo a Mauricio Macri. Como si Cristina Kirchner no hubiera gobernado desde 2007 a 2015. Tampoco se entiende por qué ignora olímpicamente el mensaje de una parte de la sociedad”. No, Majul no puede explicarse ni entender nada. Porque si pudiera hacerlo no se preguntaría por qué la culpa es de Mauricio Macri (y de los que lo ensalzaron y acompañaron, claro). Majul solo responde a sus obsesiones malsanas y se reitera: “El Nodio, esa especie de Gestapo a la bartola, también encierra la falsa idea de que ellos pueden ponerse por encima de los medios audiovisuales y los periodistas para indicarles lo que está bien, lo que está mal, qué es desinformación, cómo detectar una fake y no sé cuántos delirios más”. No, Majul. El NODIO no pretende indicarle a nadie qué pensar. Eso lo hacen ustedes. Lo que el Observatorio pretende es generar el debate y poner en cuestión tanta mentira y tanto odio que se presenta como una verdad irrebatible. Pero el odio y la mentira no debaten. Arremeten contra sus adversarios y tratan de silenciarlos. No se resignan a sus derrotas. Majul insiste: “Hoy tuve oportunidad de ver la entrevista que le hizo Joaquín Morales Solá a Macri. Más allá de si te gusta mucho o poco, o si te decepcionó definitivamente, es justo rescatar un ejercicio que es ajeno a la política y al poder en general. Intentó hacer una autocrítica. Dijo: Generé demasiada expectativa y no estuve a la altura“. Majul también ignora lo que es una autocrítica, cosa que el ingeniero sin ingenio no puede ni esbozar porque está muy lejos de sus prácticas cotidianas. Majul no vio el odio desparramado en el reportaje, que intentó equiparar a Maradona con Cristina en una supuesta irracionalidad. Por las dudas, el ex presidente que reconoció en su padre a alguien que cometió delitos se atribuyó el abandono del fútbol por parte de quien fuera su máximo exponente. Suerte que el Diez no se calla y le contestó con claridad: “Y a vos Mauricio, te digo que a mí no me echaste de ningún lado. Fui yo el que dejó el fútbol, para proteger la salud de mis viejos. Esa fue una decisión mía, y no le hice mal a nadie… Por más bombas de humo que tires, vos sabés que tus decisiones le cagaron la vida a dos generaciones de argentinos. Hacete cargo, querido. Ya lo dijo tu padre“. La cosa sigue, porque que a alguien se le ocurra generar el debate sobre la desinformación y el discurso del odio trastorna a LA NACIÓN y sus escribas. Por eso el 14/10/2020 Diego Cabot sostiene que “La Argentina consagra la miopía de los observadores de Nodio”. Vaya una aclaración. Todavía el Observatorio no produjo ningún informe. Solamente fue presentado en sociedad, y eso bastó para encender las alarmas de los desinformadores. Y allá va el periodista que dice haber recibido unos cuadernos llenos de datos, tan interesantes que le pareció oportuno llevárselos, después de varios meses, a su amigo el Fiscal (procesado) Stornelli. No creyó que valiera la pena hacer una denuncia, aportar los cuadernos y esperar a ver qué sucedía. Prefirió asegurarse. Total para qué podría alguien querer ver los originales, si ya Cabot había dicho que eran igualitos a las fotocopias. Y para qué seguir los procedimientos establecidos en las leyes procesales, si uno tiene a mano a un amigo. Ese es el Cabot que dice “Pero sin dudas, los observadores del odio no observaron la oportunidad . La Argentina pasa por un momento de enorme irritación en el debate público. Las agresiones discursivas se han convertido en la manera de comunicar o analizar la vida pública...”. Cabot, son los escritos que publican LA NACIÓN y sus asociados los que han hecho de la agresión un modo de publicar sus notas. ¿Es mucho pedir que dejen de hacerlo? Pareciera que sí, porque Cabot insiste: “No debieron desconocer los observadores del odio que la iniciativa se inscribe dentro de un gobierno que ya ha empezado con varias iniciativas para que criminalizar el trabajo periodístico”. No puede el escriba señalar una sola iniciativa de este gobierno que se dirija a criminalizar al periodismo. Lo que no le impide sostenerlo como si fuera la verdad revelada. Y remata: “Los observadores del odio no quieren dejar que nadie se cocine su dieta informativa; prefieren darle de comer en la boca. La comida que ellos decidan”. Otra vez la táctica de atribuir a otros los pecados propios. Y de decir que pasaron cosas que nunca sucedieron: por si no quedó claro, el Observatorio sobre la Desinformación y los Discursos del Odio todavía no produjo ningún informe, ni emitió recomendaciones, y sí ha quedado en claro que carece de toda potestad sancionatoria. Como lo aclararon las autoridades de la Defensoría del Público. Cosa que no parece preocupar a Pablo Mendelevich, que el 14/10/2020 trata de enseñarnos “Cómo cuidar la democracia pisando opositores con un camión”. El escriba toma una mala broma de un actor cómico (que la aclaró rápidamente) y arremete contra la iniciativa de la Defensoría del Público, diciendo que “Primero fue la creación del organismo al que el gobierno denominó NODIO (tampoco se puede esperar que le pongan SIODIO), destinado a ‘verificar’ desde el Estado las noticias para determinar cuáles son maliciosas y cuáles no. Unas horas después se pudo conocer la conclusión del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, respecto de la clase de personas, si se les puede decir así, que usaron el Día de la Diversidad Cultural para protestar contra el gobierno. ‘Estos argentinos y argentinas -explicó el calificado observador Cafiero- que se manifestaron ayer (por el lunes) no son ‘la gente’, no son todos, no son ‘el pueblo’, no son la Argentina’“. A ver. Mendelevich empieza falseando los hechos. El Observatorio, el NODIO que tanto les molesta, no está destinado a verificar nada desde el Estado. Como su nombre lo indica, pretende observar las noticias y generar debates acerca de la calidad y veracidad -o falta de ellas- de las informaciones que se publican, y sobre los discursos que son expresiones de una violencia creciente. No representa a todo el Estado: no es del Poder Ejecutivo ni del Poder Judicial. La Defensoría del Público, dejada vacante durante los ominosos años del macrismo, fue creada para funcionar en el ámbito del Poder Legislativo, donde todas las expresiones de la vida política tienen su lugar asignado por el voto popular. Y lo que dijo Cafiero es cierto. Los marchantes del odio no son ni quieren ser pueblo, no son la gente, no son la Argentina. En todo caso viven en este país contra el cual atentan en cada una de sus marchas, sin que a Mendelevich se le caiga una idea al respecto. Aunque reconozca que “Por supuesto que la violencia simbólica existe en los medios y en las redes y también ha sido abundante -y muy perniciosa- en el antiperonismo furibundo. Eso sin contar a los extremistas de toda especie, los fascistas, los locos y algunos imbéciles agresivos. Pero crear una oficina estatal para combatirla está sobradamente demostrado que es una pésima idea”. Debería contárselo a las Naciones Unidas o a la Unión Europea, entre otros que cuentan con Observatorios de este tipo. Y debería dar cuenta de que los marchantes cobijan a esos extremistas de toda especie, fascistas e imbéciles agresivos de los que se queja. También podría leer alguno de los manuales producidos por la Defensoría del Público, para saber que su lenguaje es agresivo para con quienes padecen algún problema en su salud mental. Que no andan marchando por ahí porque tienen problemas reales de los que ocuparse. Para el final nos queda la nota que el 14/10/2020 publica Joaquín Morales Solá, hablando de “Los límites de una sociedad fatigada”. Arranca hablando de cosas que no existieron durante el gobierno de su entrevistado Macri, porque se refiere a “Una apretada síntesis de los reclamos, seguramente arbitraria, de las marchas que se congregaron en todo el país debe consignar dos reclamaciones sustanciales. Una es la independencia del Poder Judicial con claros reclamos a la Corte Suprema de Justicia para que la defienda. Y la otra consiste en un insistente pedido de libertad”. Lo que la Corte debería hacer es preocuparse por cumplir su función. Que es la de administrar justicia. Cosa que no sucede, cito a modo de ejemplo, cuando las causas en las que se investigan crímenes de lesa humanidad duermen un promedio de tres años y medio en las oficinas del cuarto piso del Palacio de Tribunales, sin que se avizore cuándo los Supremos se ocuparán de dar sus fallos. La libertad que debería ser objeto de reclamos es la de todos aquellos presos por ser opositores al gobierno de Mauricio Macri. Presos políticos, que es lo que son Milagro Sala y tantos otros por los que ni Morales ni los marchantes del odio se preocupan. Y qué entrevistador más condescendiente que resultó ser don Morales, muy preocupado en no molestar al ingeniero sin ingenio, tal vez recordando que Mauricio advirtió alguna vez que si se vuelve loco puede causar mucho daño. Así que nada que decir de la oposición, y en cambio hay que señalar que “El oficialismo intentó el lunes una confrontación de sectores sociales y políticos distintos en la residencia de Olivos y en la casa de Cristina Kirchner”. Mentira y de las grandes. No fue el oficialismo el que convocó a las marchas ni el que se dirigió tanto a la residencia presidencial cuanto a la casa de la Vicepresidenta. Es una falsedad de tal calibre que ni siquiera hay que preocuparse en demostrarla, porque el propio Morales reconoce que Clarín, la empresa para la cual también trabaja, estuvo mal en publicar la dirección de Cristina. Pero no se le puede pedir a don Joaquín que sea coherente. No es su tarea. Lo que se le encarga es decir cosas como que “Este es el mismo gobierno que creó un grupo de amigos (‘observatorio’ le llaman) para monitorear las supuestas noticias falsas en los medios periodísticos”. Una vez más. El Observatorio no lo creó el gobierno sino la Defensoría del Público. Y no lo componen un grupo de amigos, sino que, si estamos a su presentación, se alimentará de la opinión de expertos en el tema. Nuevamente, su función es generar el debate, Ese debate al cual Morales Solá y los demás escribas del mitrismo le escapan como si fuera el diablo. Le queda cuerda al columnista para decirnos que “Es obvio que Macri tiene una mirada muy distinta de los asuntos del país si se lo compara con el actual núcleo gobernante. No coincide con la cuarentena estricta ni con la política exterior ni con las decisiones económicas ni, sobre todo, con los avances sobre las instituciones. Toca, cuando habla de esas cosas, la misma melodía que la clase media que se manifiesta. Podrán estar de acuerdo o en desacuerdo con él, pero es tangible que Macri sigue siendo una referencia insoslayable de la política”. Tal vez sin pretenderlo, Morales hizo un elogio del gobierno. Porque si el tipo que destruyó el empleo, cerró fábricas, aniquiló la pequeña y mediana empresa, endeudó a generaciones de argentinos para que sus amigos fugaran miles de millones de dólares, espió ilegalmente a propios y extraños y hasta a sus familiares, y persiguió y encarceló a sus opositores políticos, no coincide con nada de lo que hizo la gestión de Alberto Fernández, eso quiere decir que algo bueno está pasando. Y créanme, no es ni una noticia inventada ni un rumor. Lo dijo el columnista estrella de LA NACIÓN.


[1] FRAGUAS DE PABLO, María, Teoría de la desinformación, Madrid, Alambra, 1985.

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