Hace muchos años, cuando Estados Unidos impulsó y obtuvo la expulsión de Cuba de la OEA y luego ejerció el bloqueo sobre la isla, Carlos Puebla, un artista popular cubano, interpretaba un tema cuyo estribillo no cesa de venir a mis recuerdos en estos días. La cuarentena/bien lo delata/pero puede ser que el tiro le salga por la culata, cantaba Puebla con sus Tradicionales. Y si bien es cierto que el contexto es hoy muy diferente y que la cuarentena que vivimos tiene un sentido por completo distinto al de aquella canción, no es menos cierto que leyendo las páginas de LA NACIÓN y contrastándolas con la realidad uno no puede menos de desear que el tiro que intentan los escribas de don Bartolo contra la democracia les salga una vez más -y esta para siempre- por la culata.

Porque desde que comenzó la pandemia los tinterillos del mitrismo sufren de una desesperación en aumento, producto del respaldo que la inmensa mayoría de la población otorga al gobierno de Alberto Fernández y a la forma en que ha encarado la prevención de la pandemia.

Contamos en columnas anteriores cómo los opinólogos de la tribuna de doctrina buscan generar desconfianza; la trayectoria siempre antidemocrática de su recientemente fallecido director; la miserable trampa escondida en sus páginas; el antifaz que oculta sus intenciones claramente destituyentes; y el virus del odio que infecta sus pensamientos. Nada de eso se ha morigerado. Por el contrario, a medida que pasan los días de aislamiento social preventivo y obligatorio los ánimos de los escribas van exacerbándose. Ahora han descubierto un perverso complot que pretende la liberación de un ejército de presos (kirchneristas ellos) que formarán los batallones que atropellarán a la república (que la mitrista va así, con minúsculas) e impondrán en la Argentina el castro chavismo.

El inefable Luis Majul nos alertaba el 27 de abril sobre las intenciones de la Vicepresidenta de “Seguir alimentando la base electoral formada por todos los detenidos del país y sus familiares, al aprobar las múltiples gestiones para liberarlos o mejorar su situación procesal aprovechando que las cárceles son una zona de contagio peligrosa para el coronavirus”. No le podemos pedir a quien reiteradamente hace gala de una ignorancia supina que conozca cómo se resuelven, en un país donde funcionan las instituciones, tanto las libertades cuanto las privaciones de la libertad. Cómo explicarle que nada puede resolver en esos casos la Presidencia del Senado. Que decidir el fin de una detención o la morigeración de sus condiciones es una facultad pura y exclusiva de los jueces, en la cual ni el Ejecutivo ni el Legislativo tienen intervención. Pero claro, Majul se cansó de promover detenciones y ver cómo el anterior gobierno las reclamaba y las imponía, burlándose de la división de poderes y demostrando que su república se parece más a la de Saló que a un estado democrático. Hay quienes creen que todos son de su condición.

Por las dudas de que no sea suficiente atribuir al gobierno el plan de liberación masiva de los presos, el 1° de mayo Majul advierte que “La Cámpora sigue avanzando varios casilleros en el juego de la oca del poder”. Porque María Fernanda Raverta tiene un origen doblemente pecaminoso. Es hija de montoneros e integra esa organización. Ojo, cualquier similitud en el discurso de Majul con el de la dictadura genocida y sus defensores no es mera casualidad. Es coherencia ideológica. El 30 de abril LA NACIÓN titulaba: “Fernanda Raverta: una niñez en la guardería montonera, una juventud en La Cámpora y una carrera a la Anses”. Allí, Maia Jastreblansky nos contaba que “de niña, María Fernanda Raverta vivió en la llamada Guardería Montonera que se instaló en La Habana durante la última dictadura militar . En Cuba transitaron el exilio los hijos de los montoneros que sobrevivieron a los 70 y que protagonizaron la llamada ‘Contraofensiva’ a principios de los 80”. Dato que aparecía más relevante que otros como la experiencia acumulada en trabajo en la Unidad de Atención de la ANSES marplatense, los estudios que le permitieron graduarse como trabajadora social, sus desempeños como legisladora provincial (donde ocupó la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados bonaerense) o como diputada nacional, o más recientemente, como Ministra de Desarrollo Social de la provincia. No, lo importante es que sus padres eran montoneros (su madre es detenida-desaparecida), que ella formó parte de HIJOS y que es de La Cámpora. Pecados mortales para la derecha argentina.

Carlos Reymundo Roberts sigue engañado. Alguien le hizo creer que es un avezado humorista, con sentido de la ironía y la sátira. Para él, la designación de Raverta tiene una explicación fácil. Decía el 1° de mayo que el Presidente está infectado por el virus de la torpeza, porque “Cristina le había puesto para manejar la mayor caja del país a una chica sin experiencia ejecutiva y que hasta el día anterior se ocupaba de hacer trenza política en villas del conurbano. Alberto la recibió con ganas de ponerse el barbijo, pero en los ojos”. Más adelante sigue: “Lo de Alberto puede calificarse de heroico. Enfrentar la crisis económica con Guzmán, la pandemia con Ginés y la inserción en este mundo convulsionado con Felipe es parecido a una misión imposible, solo compensada por la activa tutela de Cristina”. Qué peculiar sentido del humor. Seguro que era más serio hacer negocios con Dujovne, entregar la soberanía con Faurie y no tener Ministerio de Salud. Chiste que pagamos caro todos los argentinos.

De Cristina se ocupa también Francisco Olivera el 2 de Mayo. Porque “la reemplazante del director de la Anses terminó siendo una integrante de La Cámpora” lo que demuestra que “la interna original del Frente de Todos llegó antes que la curva de contagios y parece estar resolviéndose en favor del kirchnerismo”. Todo esto se explica de una sola forma “La conclusión del episodio es sin embargo política y excede el desencuentro administrativo: la jefa nunca duerme”. La receta sigue siendo válida: alimentemos las internas. Y si no existen, crémoslas.

También el 1° de mayo Laura Di Marco descubría que la iberación de presos es una cuestión ideológica. La notera sabe que hay casi 44 mil presos en la provincia de Buenos Aires, y subraya: ya salieron 2244; quedan 41.100, aproximadamente. Olvida informarnos que la capacidad de las cárceles bonaerenses es de 24 mil plazas. Que la mayor parte de esos presos están sin condena. Que la ONU, la OMS y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos reclaman que se tomen medidas en relación a las personas privadas de su libertad. Que en la legislación Argentina no existe pena de muerte  pero que condenar al contagio a cualquiera es casi el equivalente a una pena de muerte encubierta. Que es claro que la morigeración de las condiciones de detención no se aplica a los autores de crímenes violentos, ni a los imputados por violencia de género, delitos sexuales o crímenes de lesa humanidad. Y si algún juez libera a alguien comprendido en esos grupos, deberá responder por sus hechos. No, claro. El problema es otro. Es la ideología kirchnerista, en donde se mezclan la sapiencia jurídica de Eugenio Raúl Zaffaroni -acaso el penalista de mayor relevancia que haya dado nuestro país, y uno de los más reconocidos en el mundo entero-, con la murga uruguaya Agarrate Catalina, que suele entonar unos versos que, se nota, forman parte del llamamiento abolicionista: “Yo soy el error de la sociedad, soy el plan perfecto, que ha salido mal. Vengo del basurero que este sistema dejó al costado, las leyes del mercado me convirtieron en funcional”. ¿Sabrá Di Marco las diferencias entre garantismo, abolicionismo y punitivismo? Probablemente sea mucho pedir. Para ella, que casi seguro no sabe que los murgueros son orientales, esos versos forman parte de la justificación de la violencia. Es incapaz de comprender que esa canción define mejor que muchos manuales de sociología qué es lo que el neoliberalismo hizo con la niñez de los sectores marginales. Que recordar que los presos son seres humanos titulares de derecho es casi una obviedad. Que discutir sobre la utilidad o no del sistema carcelario actual y sus notorias deficiencias no es alentar la delincuencia sino tratar de cumplir con mandatos de la Constitución y los instrumentos internacionales de Derechos Humanos que tienen jerarquía constitucional. No. Los presos reclaman porque a Boudou se le dio la libertad. Mienten una vez más. La prisión domiciliaria no es libertad, es una forma morigerada de cumplimiento de una sentencia que no está firme. 

LA NACIÓN ha hecho campaña -y la sigue haciendo- por la libertad de genocidas. No hemos escuchado en todos estos años, cuando los culpables de atroces crímenes de lesa humanidad son enviados a su casa, más que voces de aprobación. Son justamente aquellos que, más que ningunos otros, deben cumplir sentencia efectiva. Porque sus crímenes afectan a la humanidad toda, son aberrantes. Pero no hay reproches  porque se cometieron en nombre de la ideología que sustenta LA NACIÓN desde sus orígenes. Por eso.

Pero cuidado. Porque hasta ellos se han visto obligados a reconocer el alto grado de adhesión que existe en torno a la acción del gobierno. Que los constantes ataques de LA NACIÓN y sus aliados no logran esmerilar, más bien todo lo contrario. Cuídense, muchachos, que como cantaba Carlos Puebla la cuarentena los delata. Y ojalá esta vez el tiro les salga por la culata.

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