noviembre 21, 2024

En épocas más sencillas y felices, la aparición de un circo era motivo de alegría para muchos. Las familias iban a disfrutar del espectáculo, colorido y bullanguero, con sus múltiples maneras de entretener. La vida y las costumbres fueron cambiando, y con ellas mucha de esa simple magia se fue perdiendo. Los circos tuvieron que mutar y hoy si no presentan superproducciones con destrezas tecnológicas que son las verdaderas estrellas del nuevo espectáculo, no logran concitar la atención del público. Pero hay otros circos que subsisten. De uno de ellos vamos a ocuparnos hoy: el circo de don Bartolo. Un circo de papel y electrónica, como corresponde a los nuevos tiempos. Que tiene como presentador (maestro de ceremonias es como mucho) a Pablo Sirvén, que el 01/11/2020 se apoya en la música popular para definir al Presidente, y escribe “Alberto: No soy de aquí ni soy de allá”. Lo que es claro es que, pese a todos los esfuerzos que vienen desplegando los columnistas de LA NACIÓN, Alberto no es del aquí de ellos y no parece querer serlo, así que por lo menos se esperanzan en que no sea del odiado allá que representa el kirchnerismo. Así que el servicial Sirvén entiende que “el Presidente ya podría hacer enteramente suya la canción de Facundo Cabral: ‘No soy de aquí ni soy de allá’. Como operador y armador de candidaturas ajenas, esa apreciable maleabilidad y capacidad de adaptación que tiene podía resultar ideal en su fluctuación por mostradores diferentes, pero como presidente ir adaptando lo que dice a lo que cada interlocutor desea escuchar termina por crear confusión y falta de credibilidad en aquellos que pretenden unir en un solo hilo todo lo que va diciendo”. Probablemente Sirvén no haya captado nunca el mensaje de libertad que encierra la canción de Cabral, tan opuesto a lo que desde hace ciento cincuenta años predica la Tribuna de Doctrina. Pero lo que le importa es hacer un nuevo intento para atraer al Presidente a caminos alejados de los que le marcó el voto popular. Ocurre que los escribas del grupo Mitre-Saguier no están encontrando demasiados motivos para ser felices en los hechos que se vienen sucediendo. Por eso a la primera estrella de la carpa le preocupa que la Corte Suprema de Justicia no haya fallado como le marcaron en innumerables columnas. Y entonces  Joaquín Morales Solá, el 04/11/2020 cree ver en “El fallo de la Corte, un respaldo explícito a Cristina Kirchner”. Interpretación al menos curiosa de una resolución que no resolvió nada, y que algunos celebraron como un fallo salomónico olvidando que la Biblia cuenta que, de haberse concretado la solución prevista por el sabio rey, el resultado hubiera sido un niño partido por la mitad. Ocurre que al decidir los cortesanos que Bruglia, Bertuzzi y compañía habían sido trasladados de manera inconstitucional pero que ya que estaban ahí, siguieran nomás hasta que hubieran nuevos concursos para sus puestos, lo único que generaron fue una mayor confusión. Ni chicha ni limonada, diría la sabiduría tradicional. Don Joaquín se pregunta: “ ¿Fue el temor a las represalias de Cristina Kirchner? ¿Fue el producto de una negociación política? ¿O fue, acaso, una negociación por temor a Cristina? En cualquier caso, una mayoría abrumadora de la Corte Suprema (solo existió la disidencia solitaria del presidente del cuerpo, Carlos Rosenkrantz) decidió desdecirse y concluir que los traslados de los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi habían sido temporarios, no definitivos. Un duro mensaje para todos los jueces del Poder Judicial. En adelante, estos deberán cuidarse de investigar y juzgar la corrupción de la política”. Lo que Morales Solá debería haberse preguntado ya hace tiempo, si es que fueran ciertas sus preocupaciones por la corrupción de la política, es por qué Bruglia y Bertuzzi aceptaron ser trasladados de los lugares para los que habían sido designados, y sin desempeñar las funciones que correspondían a sus designaciones primigenias, resolvieron cuestiones claramente alejadas de las competencias que corresponden a su calidad de magistrados de tribunales orales y que solo respondieron a los deseos persecutorios de un presidente que avasalló cualquier noción de independencia judicial y se preocupó por conformar estrados que fueran útiles a sus propósitos. Pero a Morales, como buen mitrista, nada de eso le preocupó. Como tampoco le preocupó que las múltiples denuncias que a lo largo de su vida fue acumulando el ingeniero sin ingenio por variados hechos de corrupción nunca fueran investigadas. Morales insiste en decir lo que no es, por eso escribe que “Los jueces de la Corte Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti firmaron que los traslados de jueces son un mecanismo inconstitucional. Debe consignarse que los jueces trasladados pasaron por los concursos del Consejo de la Magistratura y por el acuerdo del Senado. No son polizones. Esa mayoría (que se agrandó con la inesperada solidaridad de Elena Highton de Nolasco) llamó ‘costumbre inconstitucional’ a los traslados. Ahora bien, tal mecanismo rigió durante 70 años y la Corte, con diversas integraciones, avaló los traslados. Es decir, que la Corte declara inconstitucionales decisiones de ese mismo tribunal. Inexplicable”. Falso. Leopoldo Bruglia nunca pasó por un Concurso del Consejo de la Magistratura. Fue designado Juez de un Tribunal Oral a propuesta del Poder Ejecutivo, que desempeñaba Carlos Menem, y recibió el acuerdo del Senado para esa función, nunca para ser integrante de una Cámara de Apelaciones. Pablo Bertuzzi sí rindió el examen del Consejo de la Magistratura, pero para ser Juez del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata. Nunca tuvo acuerdo del Senado para ser Camarista de Apelaciones. Es cierto que el fallo de la Corte habla de una costumbre inconstitucional y es una de las pocas cosas buenas que tiene la sentencia en cuestión. Lo que pasa es que si es inconstitucional, lo que corresponde es dejarla de lado de inmediato. Porque decir está mal que estos jueces hayan sido trasladados así pero por ahora que sigan equivale a decir que la violación a la Constitución puede ser tolerada por un tiempo. Claro que eso es exactamente lo que la Corte hizo en 1930 con su Acordada a favor de la dictadura de Uriburu. O sea que las costumbres inconstitucionales forman parte de las prácticas consentidas por nuestro más alto Tribunal desde hace tiempo. Tribunal que, vale la pena recordar, fue inaugurado por un tal Bartolomé Mitre. Estas cosas no le preocupan a Morales Solá, que sí se siente perturbado porque “Otro principio que está en duda a partir del fallo es el del juez natural, un valor imprescindible para la seguridad jurídica. ¿Qué garantías podrán tener los argentinos si no sabrán en adelante cuándo los juzgarán unos y quiénes los juzgarán después? ¿Hasta cuándo podrán seguir decidiendo Bruglia y Bertuzzi? ¿Cuándo dejarán de hacerlo? Es increíble que ese principio tan elemental del Estado de derecho haya sido puesto en discusión precisamente por la Corte Suprema, que es la instancia llamada a resguardar las garantías y los derechos de las personas”. Morales sigue falseando la realidad, porque no puede ignorar que el principio del juez natural fue vulnerado cuando Bruglia y Bertuzzi fueron trasladados a la Cámara Federal de Apelaciones, para dictar las resoluciones que Mauricio Macri reclamaba. Es claro que lo resuelto por la Corte no dejó contento a nadie, porque los cortesanos terminaron por no decidir nada. Por eso el reaparecido Hugo Alconada Mon saca dos columnas el 04/11/2020. En la primera dice que “El fallo de la Corte Suprema puede generar un impredecible efecto dominó para medio centenar de jueces”. Al analizar el fallo de los cortesanos, encuentra que el mismo “Sostuvo que nunca hubo un fundamento jurídico válido para considerar los traslados [de los jueces] como definitivos, ya que interpretarlo de ese modo equivaldría a promover un atajo para el nombramiento de jueces con carácter permanente y definitivo“. Esa es una interpretación bastante ajustada a derecho, como les gusta decir a los juristas. Lástima que termina por ser dejada de lado por el mismo fallo, cuando permite a los jueces cuestionados mantenerse en los cargos para los que fueron designados sin un un fundamento jurídico válido. En su segunda columna, Alconada Mon analiza “Las ocho razones por las que el fallo de la Corte deja a la Justicia envuelta en preguntas”. No vale la pena describirlas todas, pero sí detenerse en una de ellas, en la que el columnista entiende que “el fallo, al ser retroactivo y ‘erga omnes’ creó, en definitiva, una nueva categoría de juez,  el ‘interino’, que no es ni titular, además de efectivo y definitivo, ni subrogante, en cuyo caso podría durar hasta dos años en su cargo, puede ser designado un secretario judicial y puede ser desplazado por la Cámara de Apelaciones como su tribunal de alzada. ¿Creación ‘pretoriana’ de una nueva figura jurídica? ¿O prevaricato, al decir de los más exaltados?”. Y esto es cierto, lo que sería razón más que suficiente para descalificar la sentencia y a quienes la dictaron. Cosa que es demasiado para LA NACIÓN. Pero no olvidemos que estamos en un circo. Es el turno de otra de las estrellas principales, Carlos Pagni, que el 05/11/2020 descubre que “La Corte albertiana inaugura la Justicia transitoria”. Se ve que el show empezaba a ser medio aburrido, así que hubo que introducir una novedad, que para el caso es la existencia de una Corte albertiana. Todo un hallazgo, si tenemos en cuenta que ninguno de los cortesanos en cuestión fue designado por el actual Presidente, y que tampoco fallaron conforme a lo que desde el gobierno se reclamaba en relación a Bruglia, Bertuzzi y Castelli. El showman proclama que “La Argentina, que ya padece una polarización de facciones patológicas y enfrenta un nuevo colapso en su economía, agregó desde anteayer un factor más al descalabro: un mar de incertidumbre sobre la interpretación de las normas y la estabilidad de los jueces”. Tarde lo descubrió don Pagni, porque eso es lo que ocurría casi cotidianamente durante los años del macrismo, cuando el ingeniero sin ingenio despotricaba contra los magistrados que no cumplían con lo acordado, y ordenaba el desplazamiento de la Procuradora General de la Nación y de cuanto Juez hiciera justicia, contradiciendo sus deseos, sin que el columnista, otrora procesado por Sandra Arroyo Salgado (y luego sobreseido por la misma Jueza, sin que hubiera cambiado en nada su situación) se preocupara por la falta de certeza. Pero a los escribas del mitrismo les molesta que ahora se busque encauzar las cosas por los carriles que la Constitución marca. Un cambio de maneras que no los satisface. Por lo tanto, para Pagni “El problema es que Rosatti, Lorenzetti, Maqueda y, en especial, Highton intentaron ocultar la mutación. Un reflejo albertiano que hace juego con la época. Es cierto: para la salud del sistema, es muchísimo más inquietante que la Corte gire sin justificación que que lo haga un presidente”. Algo bueno de este show es que con los cuestionamientos a la Corte casi casi que se olvidan de Cristina y de que Alberto es solo una marioneta en manos de la Vice. Ahora la marioneta tiene Corte propia, parece. El showman no es tonto, así que en sus análisis mezcla algo de verdad con conclusiones que la contradicen. Así que aclara que “La sentencia de anteayer inaugura un problema de gran complejidad teórica e institucional. La Corte señala que los traslados sin término han sido una práctica contraria a la legalidad que debe ser suprimida. Esta afirmación supone una concepción completa del derecho. Significa que la costumbre, cuando es sistemática y pacífica, no genera juridicidad. Más: que desde la racionalidad de un gabinete se puede corregir con éxito la inercia de la sociabilidad. Los cuatro jueces sostienen que los traslados sin término fueron una práctica contra constitutionem que no generó derecho alguno.Las consecuencias más graves del fallo son de carácter estratégico. La Argentina adquirió el martes el peor de los virus: la volatilidad de la Justicia”. Nuestro ordenamiento jurídico, a diferencia del anglosajón, reconoce como fuente primordial a la ley, no a la costumbre. La ley suprema, la norma de la que derivan todas las normas, según la definía Hans Kelsen, es la Constitución. Ninguna norma de rango inferior la puede contradecir. Mucho menos puede ser alterada por la costumbre. Consagrar una práctica contraria a la Constitución, por más que se haya transformado en una (mala) costumbre, es lo que transforma en volátil a cualquier interpretación judicial. Intermedio en el show: aparece  Fernando Laborda, el 06/11/2020, para contarnos “Las dudas que despiertan el dólar y el menú para el FMI”. Ojo, es casi como si de repente se sembrara la inquietud acerca del éxito -o no- de los trapecistas, en la espera de que se rompa el equilibrio y se precipiten a tierra. Laborda explica: “Mientras los operadores del mercado financiero y una porción no menor del público en general se preguntan cuánto durará la paz cambiaria, luego de que, dos semanas atrás el dólar llegara a rozar los 200 pesos en el mercado informal y ayer concluyera por debajo de los 160 pesos, una encuesta de opinión pública da cuenta de que la mayoría aguarda una devaluación de la moneda argentina”. O sea, si después de tantas piruetas logramos un equilibrio, no vayan a creer que es estable. Aparecen las mayorías que quieren una devaluación, es decir, que el trapecista se caiga. Y que no haya red que lo sostenga. ¿Cuál es la mayoría que quiere la devaluación, cómo se conforma, qué método se usó para la encuesta, cuántos casos abarcó? Nada de eso se puede saber. Solo hay que confiar en lo que LA NACIÓN nos cuenta. Así que olvidemos la cuestión económica, parece decirnos Laborda. Para él, lo único que queda es “La esperanza de la vacuna contra el coronavirus, tras las gestiones del Gobierno ante las autoridades de Rusia, es hoy el principal mensaje en el que las autoridades nacionales hacen foco para mejorar las expectativas sociales”. Pero no vaya usted a esperanzarse demasiado. Ya veremos qué opinan los escribas acerca de la vacuna.  No sé si Laura Di Marco puede ocupar el rol de la écuyère, pero el 06/11/2020 empieza el trote preguntándose si: “¿Alberto Fernández tiene un plan para traicionar a Cristina Kirchner?”. Las amazonas del circo siempre fueron figuras románticas. Así que Di Marco cree que “Cristina es como un amor político no correspondido de Alberto. Por eso es que Alberto Fernández está pensando en hacerle caso a Cristina y activar un acuerdo político”. La telenovela de Alberto Ángel y Cristina Elisabeth. Claro que el romanticismo dura poco y la écuyère se pregunta: “Pero, ¿hasta donde aguantará Cristina sin boicotear ese acuerdo que ella misma pidió?”. Bastante tiempo había aguantado la cabalgata del circo sin ocuparse de Cristina y sus seguidores. Di Marco apura el paso y sostiene que “El albertismo activa una diplomacia paralela, evitando a La Cámpora, los muchachos de Cristina, básicamente a Wado de Pedro (el doble agente) para tender puentes con los gobernadores e intendentes de cara a un acuerdo político”. Un poco contradictoria la marcha, ¿no era primero que era Cristina la que quería el acuerdo y que por amor Alberto lo aceptaba? Poco dura el amor en la carpa mitrista. Y ya lanzada al galope, Di Marco arremete contra la vacuna rusa. Y dice que “El presidente Alberto Fernández dice que la vacuna ‘no tiene ideología’, pero es imposible que el tema no sea leído en clave política. Por varias razones: el alineamiento internacional del kirchnerismo duro con Rusia, China, Venezuela. De hecho cuando Cristina tuvo que pedir embajadas, pidió la de China y la de Rusia”. Falta decir que la vacuna nos va a transformar en bolcheviques admiradores del padrecito Stalin. Aunque Rusia haya dejado de ser comunista hace treinta años. Para rematar su actuación, Di Marco habla del fallo de la Corte y pontifica: “Esta semana, la Corte ha desertado de su rol de árbitro, de freno, de órgano de aplicación de la Constitución para ponerse a favor de los deseos de Cristina”. Curiosa forma de ponerse a favor de Cristina, mantener a los jueces que fueron tan útiles para perseguirla. Pero quedémonos con el final de la nota: “esta es una de las tragedias de la Argentina: la colonización de la Justicia por la política, la falta de una Justicia que ponga a la Constitución por encima de las luchas de poder y que fije las reglas del juego”. Claro que estamos de acuerdo con eso. Es justo lo que debemos erradicar, esa costumbre inconstitucional tan cara a la derecha (y a los columnistas de la Tribuna de Doctrina) que conspira contra nuestra democracia. Como en algún momento se tiene que hacer presente el domador del circo, Sergio (el que no) Suppo nos cuenta el 06/11/2020 “Las razones de Macri para frenar a Cristina Kirchner”. No se hagan ideas que no se corresponden con la realidad, no es que el ingeniero sin ingenio se preocupe por la posibilidad de terminar entre rejas. No, según (el que no) Suppo, el domador (de reposeras) “teme que un quiebre colectivo de la voluntad pavimente la idea de que los argentinos no tienen otra solución posible que aferrarse a la ayuda paternal del Estado. En síntesis: crisis social más sometimiento político para la construcción de un proyecto autoritario por parte de Cristina. Tal el resumen que Macri presenta como una advertencia”. No es un chiste, transcribo lo que está escrito en las columnas del pasquín sesquicentenario. Macri temiendo una crisis social. Justo él, experto en provocarlas. Y preocupado por la construcción de un proyecto autoritario. Esa la creo, porque no es el propio, que naufragó en las urnas de octubre de 2019. Igual (el que no) Suppo sigue tratando de hacernos creer que Macri piensa, y nos dice que el paseandero “Sostiene que una oposición en la calle le dará la posibilidad de regresar al poder. Cree que para la alianza kirchnerista/peronista será fatal la combinación de fracaso económico con el intento fallido de extremar hacia el cristinismo el sistema político”. Oposición en la calle, significa una corte de los milagros que circula en coches de alta gama proclamando el terraplanismo, agrediendo periodistas, rechazando las vacunas que les van a modificar el adn, y reclamando por una República que se preocupan prolijamente en tratar de destruir. Difícil que la gente caiga otra vez en el mismo error. Sergio (el que no) Suppo interpreta al domador y escribe que “Cuando dice que no pactará, busca reafirmar su presencia. No se resigna a su papel de expresidente y, como todos los que gobernaron desde 1983, está empeñado en hacer notar su influencia en el espacio que él creó y al que empezaron a brotarle gajos que se determinan por sí mismos”. Vaya forma de decir que al presidente que no logró su reelección ya no le hacen caso ni sus propios seguidores, tal vez ofuscados al enterarse de que eran espiados. Vamos llegando al final de la función. Hora del saltimbanqui, así que vamos con la nota de Miguel Pichetto, que el 06/11/2020 se transforma en teólogo y discurre sobre “El pobrismo, una perversión de la doctrina social de la Iglesia”. Aunque no venga mucho al caso, el funcional funcionario (hoy en la Auditoría General de la Nación, representando al macrismo) enseña que “Educación, salud, justicia y respeto a la propiedad fueron las bases del movimiento social ascendente que permitió trabajar y, con esfuerzo, sacar de la pobreza a buena parte de esos inmigrantes o sus descendientes. Es un error grave que en labios del Santo Padre se asevere que ‘el primer santo fue un ladrón’, en referencia a Dimas, crucificado junto a Jesús”. Audacia no le falta, como para tratar de enmendar la plana al propio Francisco, o como para inventar una nueva corriente de pensamiento: “El pobrismo es una perversión de la doctrina social de la Iglesia, que no apunta a mejorar las condiciones de vida y sacar de la pobreza a quienes la padecen, sino a mantenerlos en ella. Es una ideología que sirve a la perfección a quienes buscan manipular, como masa de maniobra, a amplios sectores de la población, con acciones o medidas propias de los neopopulismos”. De teólogo a cientista social en pocas líneas. Maestro en esto de andar a los saltos, sigue teorizando “El pobrismo parece heredar de la ‘teología de la liberación’ la confusión sobre la relación entre Evangelio y justicia social. En los años 60 y 70 fue parte del andamiaje ideológico de quienes buscaban en la violencia política y en las guerrillas un atajo al cielo, y desembocó en un verdadero infierno. Hoy, acciona a través de políticas y medidas de clientelismo y asistencialismo”. Un poco de historiador, también. Como escribe para el pasquín de Mitre, se permite inventarnos su visión del pasado reciente y mezclar en una coctelera trágica sus prejuicios y fobias. Ya en sus párrafos finales, ensaya un acto de contrición y dice que “Sin querer entrometerme en el campo teológico, que evidentemente me es ajeno, puedo decir que la tradición judeocristiana, la cultura del Libro y la cultura del Verbo confluyen en un lineamiento central: la verdadera redención del hombre es a través del trabajo, del esfuerzo honesto, del perfeccionamiento, del mérito. Todo ello permite formar hombres libres, auténticos ciudadanos”. No era necesario aclarar lo evidente. Pobre saltarín, si hubiera leído un poco aunque más no fuera del Nuevo Testamento, a lo mejor se hubiera enterado del consejo de Jesús: “Ve y vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo”. Seguro que Miguel Ángel lo hubiera acusado de pobrista clientelar. Y llegamos al final. Para ponerle un poco de sonrisas a las cosas, los circos tradicionales hacían irrumpir a los payasos. A nosotros solo nos queda la nota de Luis Majul, que el 05/11/2020 reclama “Juicio y castigo a Cristina Kirchner y todos los procesados de la corrupción k“. El caso es que por más esfuerzos que se hagan, cuesta imaginarlo con la nariz roja, la cara pintada de blanco, la ropa enorme y multicolor y los grandes zapatones. A pesar de que escriba cosas como: “A veces, las enrevesadas jugadas de la política nos hacen perder de vista qué estamos discutiendo. Esta semana nos pasó con el fallo de la Corte Suprema de Justicia. ¿Fue bueno, malo o más o menos? Lo que importa, para nosotros, son sus efectos. ¿Y cuál es el primer efecto? El envío de un fuerte mensaje para todo el Poder Judicial. Un mensaje que dice: si te metés con el poder político, si se te ocurre investigar a Cristina, que siempre vuelve, vas a perder tu cargo y, en el mejor de los casos, te vas a cansar de litigar, sin ningún resultado alentador”. La obsesión con Cristina, que preside cualquier columna del escriba de las tres ideas (como mucho). Y las afirmaciones desprovistas de todo sustento pero enunciadas como si fueran la verdad revelada: “hoy todo el poder político, incluido el propio presidente Alberto Fernández, que por un lado pide justicia rápida, y por el otro hace todo lo que puede para bombardear esta y otras causas en la que está involucrada Cristina, trabaja para que, si es posible, no empiece nunca más”. Pobre Majul. Que nunca descubrió la corrupción del poder económico al cual sirve con tanto empeño. Que jamás pedirá el juicio y castigo de los que usaron a jueces corruptos, espías, policías y mercenarios de los medios para perseguir a sus adversarios. No, de eso no se habla. No es gracioso ni forma parte del show. Pero cuidado. Porque de tanto hablar de la necesidad de que se haga justicia en este país a lo mejor algún día los jueces que quieren cumplir con su deber lo logran. ¿Y dónde se instalará ese día la carpa del circo de LA NACIÓN?

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