Con el permiso del gran Antonio Machado, voy a apropiarme de uno de sus versos para titular la columna de esta semana. No porque la realidad se presente muy poética, ni tampoco porque la sospecha de que nos meten el verso ronde por ahí, sino porque hay en sus estrofas una descripción que cabe casi a la perfección para definir a los escribas del neomitrismo. Refiriéndose a un prototipo de la España de su época, decía el ilustre sevillano, muerto en un pueblito de la frontera francesa donde buscaba refugio de la persecución desatada por la barbarie franquista, que “Este hombre no es de ayer, ni es de mañana, sino de nunca; de la cepa hispana. No es el fruto maduro, ni podrido, es una fruta vana de aquella España que pasó y no ha sido, esa que hoy tiene la cabeza cana”. Pues bien, si cambiamos España por Argentina y miramos a la Tribuna de Doctrina veremos muchas frutas vanas, que tratan de explicar lo inexplicable y que miran la realidad de este presente convulsionado con un prisma deforme. Mientras la pandemia que conmueve a la humanidad toda desata nuevos y complejos desafíos, los columnistas siguen la guerra que sus dueños les han impuesto contra todo lo que se inscriba dentro del odiado peronismo, culpable de todos los males reales o supuestos que sufre nuestro país. Aclaración: todas las notas que citaré fueron publicadas el 13/04/2021. Luciana Vázquez arremete contra “El cuarto kirchnerismo y los riesgos políticos de la épica sin gestión”. Desde el título se nota que las cosas no son lo que la escriba quisiera. Pero en lugar de asumir que las dificultades que atraviesa hoy la Argentina son en casi su totalidad producto de la gestión llevada adelante por los sectores de derecha que ejercieron el poder con pocas interrupciones desde que don Bartolo y su compinche Faustino el sanjuanino construyeron el Estado-Nación moderno, siguiendo una clara línea editorial nos cuenta que hay un problema para el Gobierno, que surge “del relato sobre el pasado, reversionado por una nostalgia militante que añora lo que no fue y encuentra cierto refugio en el capricho subjetivo de la memoria histórica, o construido sobre el presente de los derechos humanos llevados al terreno de la lucha feminista, en el que la complejidad de su reivindicación y reparación dispersa responsabilidades y opaca las del Estado y el Gobierno que lo administra”. Curiosa forma de pensar y de expresarse, la de Vázquez. Como vemos, para ella la memoria histórica es un capricho subjetivo y no la base sobre la que necesariamente debe asentarse el presente y proyectarse el futuro. No, la nostalgia por el pasado, en su concepción, añora lo que no fue, mientras que la actualidad encuentra en las luchas feministas la clave para que el gobierno pueda esconderse tras un manto opaco.  Uno no puede menos que preguntarse en qué mundo habita la cronista, que no parece advertir la tragedia desatada por el coronavirus, que en la nota solo parece grave por fallas de logística que se remediarían siguiendo el ejemplo de los nuevos próceres del liberalismo. “Estrellas de la economía de hoy como Amazon o Mercado Libre son empresas de logística impecables a nivel global. El emporio logístico de Marcos Galperin invertirá nada menos que 100 millones de dólares en mejoras de la cadena de distribución en Chile entre este año y el que viene”. Poco falta para que Vázquez proclame abiertamente que el Estado debe abandonar la lucha contra el virus y dejarla en manos de los nuevos líderes del mercado. Esto queda bastante claro cuando leemos que para la cronista “La dificultad para adquirir las vacunas sufre el cuestionamiento por las sospechas de una negociación sesgada geopolíticamente y poco transparente frente a Pfizer. Y su traslado, distribución y aplicación presentan también flancos muy débiles. Por empezar, el empecinamiento en recurrir a Aerolíneas Argentinas, que encarece el traslado: la épica imponiéndose a la racionalidad de la logística”. O sea, si el gobierno se hubiera sometido a las exigencias de la multinacional farmacéutica, y no recurriera a la aerolínea de bandera para el traslado de las vacunas provenientes de Rusia y China (todavía la amenaza que se cierne sobre el occidente), las cosas irían mejor. No vaya usted a creer que se trata de la segunda ola del virus. Es el gobierno populista, al cual “Prohibir queda entonces como la única política de Estado, incumplible sin poder de policía y cuando la población ya no confía en la autoridad. Lo único cumplible es el cierre de lo que puede cerrarse: la administración pública con el teletrabajo o las escuelas. Al oficialismo le resulta más fácil cerrar que abrir y administrar esa logística. Ya lo admitió Kicillof en diciembre: la logística de regreso a la presencialidad escolar sería un despelote”. Puesto en otras palabras, Vázquez nos quiere convencer de que las restricciones impuestas por el gobierno, por cierto mínimas y de una levedad que hace dudar de su eficacia, son el resultado de su vocación autoritaria y de su falta de eficacia. Tl vez haya que rastrear en otras notas el por qué de ese empecinamiento en ver como reales cosas que solo existen en el universo del pasquín de los Mitre-Saguier. Por ejemplo, vale detenerse en la descripción que hace Luciano Román de la que denomina, en lo que seguramente cree un hallazgo periodístico, “La UBA (Universidad Boudou Argentina)”. Pocas notas revelan como esta el desconocimiento del tema sobre el que versan, la intencionalidad política que para lograr sus fines no teme en usar la mentira y la desinformación, y la falta total de datos ciertos que puedan servir para alguna forma de análisis crítico.  Román sostiene que “El lugar que le ha dado la UBA a Boudou es, después de todo, el corolario natural de un sistema universitario que se ha entregado no ya a una ideología, sino a una facción partidaria. No es raro que Boudou se sienta cómodo y reconocido en una universidad que no solo ha sido cooptada, sino que se ha dejado cooptar. El problema, entonces, es más complejo y más antiguo: la universidad pública argentina (al menos en su sistema de conducción y sus corrientes dominantes) se ha rendido al sectarismo”. Aclaremos un poco. El columnista se refiere, sin nombrarlo, a un Seminario sobre “Periodismo argentino en su laberinto. Guerra mediática y jurídica, operaciones políticas, noticias falsas y otras delicias” ofrecido por los docentes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires Gustavo Bulla y Daniel Raúl Rosso, en el marco del cual se invitó a exponer al ex Vicepresidente de la Nación Amado Boudou. El primer dato a tener en cuenta es que se trata de un seminario, ofrecido en una carrera de una facultad, y no de toda la numerosísima oferta académica que da la UBA. Que no es una Universidad kirchnerista y podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que nunca lo ha sido, más allá de las simpatías que por esa expresión política puedan tener algunos de sus integrantes. Por el contrario, las autoridades de la casa de estudios porteña han sido más bien críticas y opositoras al kirchnerismo, en la mayoría de sus facultades. El actual rector, Alberto Barbieri, no puede ser tachado siquiera de populista en cualquiera de las vertientes que cobije el término; el vicerrector, Juan Pablo Más Vélez, es un reconocido militante del radicalismo integrante de Juntos por el Cambio. Nada permite suponer que el mosaico político de la UBA sea favorable al kirchnerismo, sino más bien lo contrario. Cosa que no parece importarle a Román, que cree que la enseñanza universitaria es, en la Argentina, algo parecido a un campo de reeducación forzada: sin decir a cuáles se refiere, nos cuenta que “Son apenas algunos hechos conocidos, pero reflejan algo menos visible, que transcurre dentro de las aulas, y que reconocen, con miedo, muchos estudiantes y algunos docentes: en las universidades se practica un adoctrinamiento desembozado, que tiene incluso la característica de haber perdido todo vuelo intelectual para convertirse en un burdo panfleto”. Desconoce hasta el hecho, ampliamente publicitado incluso por el pasquín para el que trabaja, que al menos en los dos últimos años equipos de la UBA ganaron premios internacionales en países tan poco pasibles de ser considerados populistas como Francia y Estados Unidos. Igual, nos aclara que “El problema no está en las voces que escucha la universidad, sino en las que se niega a escuchar. ¿Se anima alguna cátedra a invitar a la escritora Pola Oloixarac? ¿Alguna facultad ha convocado a Marcos Galperín para escuchar la experiencia de Mercado Libre? ¿Podría hablar Alfredo Casero en algún aula de Bellas Artes?”. El problema, habría que aclararle, es que ninguno de los personajes que menciona han sido prohibidos por la UBA. Simplemente no los han invitado porque no los consideran de igual manera que Román, que ignora incluso que la denominación de Bellas Artes hace tiempo que fue reemplazada por la de Universidad de las Artes. Y diré, a título personal, que pocos personajes me resultan tan grotescos, vulgares y de un pensamiento retrógrado como Alfredo Casero, del cual me permito suponer que si fuera invitado a algún aula universitaria aprovecharía la ocasión para dar rienda suelta a su odio por todo aquello que tenga que ver con lo popular. Pero volviendo a Román, a pesar de que la realidad no le sea propicia, persiste en querer convencernos de que “sus resortes de gobierno han sido colonizados, en general, por una burocracia militante o acomodaticia, que además maneja el látigo y la chequera para acallar disidencias internas”. Claro que tal vez tamaña descripción podría ajustarse a cualquiera de las facultades dominadas por Juntos por el Cambio, aunque no sea esa la cuestión que Román desea dar por cierta. Se queja de que “Las facultades hoy están desiertas. Son el único estamento del sistema educativo que no ha encontrado la forma de retomar, al menos en parte, la actividad presencial”. Habría que explicarle que gracias a ello la situación sanitaria de docentes y estudiantes no es tan grave. No es cierto, tampoco, que “La universidad, como institución, se borró frente a la pandemia”. Con mayor o menor eficacia y premura, prácticamente todas las universidades existentes en el país han puesto en práctica sistemas de educación a distancia que posibilitan que los estudiantes no pierdan el ritmo de sus estudios, de manera tal que la actividad de enseñanza universitaria mantiene su ritmo y enfrenta mejor que otros sectores los desafíos de la pandemia. Román dice que “Habría que preguntarse cuándo y cómo fue que la universidad pública argentina entregó su dignidad y su autonomía a una facción que vino por todo”. De nuevo: infórmese aunque sea un poquito, don Luciano, antes de escribir tanto disparate. Uno tiende a creer, visto su empeño en hacer pasar por cierto lo que no lo es, que usted no quiere nada a la universidad pública. Tal vez porque como dijera su admirada María Eugenia Vidal, la universidad no debería ser lugar para los pobres. Pasemos a otro tema. Fernando Laborda encuentra “Otro desafío de incierto resultado para Alberto Fernández”. Frente a lo inevitable que resulta que la expansión de un nuevo ciclo de la pandemia global obligue a asumir medidas restrictivas, para contener el daño, el columnista dice que “Una vez más, la apuesta para avanzar hacia un nuevo cierre de las actividades pasará por el miedo. Las dramáticas imágenes que un año atrás nos mostraban países como Italia o España, con hospitales abarrotados de contagiados de Covid-19 y personal de salud que no daba abasto para atender a las innumerables víctimas de ese enemigo invisible, vuelven a nuestra memoria”. No se trata de apostar al miedo. Se trata de ser responsable y buscar preservar el valor vida, que al parecer para los tinterillos de LA NACIÓN es menos importante que otros. Laborda da como noticia “la autorización pública, por boca del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, a los gobiernos de las provincias y la ciudad de Buenos Aires a adquirir por su cuenta vacunas en el mercado internacional. Por cierto, parece una determinación tardía, teniendo en cuenta que, como se señaló desde el gobierno porteño, hoy es una cuestión casi abstracta, por cuanto los grandes laboratorios tienen comprometida la mayor parte de su producción y distribución por muchos meses, al tiempo que Rusia y China solo negocian con otros Estados nacionales”. Hay que hacer una precisión. En ningún momento se prohibió a los gobiernos provinciales, o al de la Ciudad Autónoma, que hicieran gestiones para adquirir vacunas. Lo que hizo Santiago Cafiero no fue dar una autorización que no precisaban, sino aclarar que aquellos que lo quisieran hacer eran libres de comprar las vacunas que estuvieran reconocidas como eficaces por las autoridades sanitarias de nuestro país. No es por lo tanto una autorización tardía sino una aclaración que el Jefe de Gabinete efectuó ante la ola de reclamos hechos públicos por personajes como la saltimbanqui de la política y admiradora de la mano dura y el gatillo fácil Patricia Bullrich. Laborda parece no haberse enterado de eso. Lo que sí cree saber es que “El contexto actual de escasez de productos para llevar adelante el plan de vacunación, condujo al Gobierno a decidir vacunar a la mayor cantidad de personas de grupos de riesgo antes de la llegada del invierno con una sola dosis, aunque esta tenga una eficacia mucho más limitada. El infectólogo y asesor del Gobierno Pedro Cahn aseguró que ‘cualquier nivel de protección es mejor que ninguno’. La aclaración de las propias autoridades chinas acerca de las limitaciones de sus vacunas pone en tela de juicio el criterio esbozado por el conocido infectólogo”. De nuevo, las aclaraciones de Laborda oscurecen. La vacuna china cuya eficacia es menor es la Sinovac, aplicada profusamente en Chile, país al que los seguidores de don Bartolo ponen siempre como ejemplo, y no la Sinopharm que es la que se aplica en nuestro país… Con el perdón de ustedes, voy a citar una columna escrita por Fernando Iglesias. No es la explicación pública de cómo logró que su patrimonio creciera exponencialmente, sino una arenga al parecer destinada al interior de su nucleamiento,  a la que pomposamente denominó “Los deseos imaginarios del peronismo republicano”. Se sabe, al goriloso diputado cualquier ocasión le viene bien para desparramar veneno antiperonista. Así que nos explica que “Insensibles a los hechos de la historia, hostiles a toda verificación con la experiencia, alumbrados por una aureola de evidencia indemostrable muy parecida a la de la cuarentena eterna, tres viejos mitos resurgen con fuerza en el horizonte republicano: no se puede ganar sin una pata peronista, no se puede cambiar el país sin el apoyo del peronismo y es mejor no hablar mal del peronismo para que los peronistas voten por quienes no lo son”. Cosas que parecen corresponderse con la realidad. Pero para Iglesias “este país no es como lo fantasean los deseos imaginarios del peronismo republicano, sino como lo construyeron ocho décadas de peronismo real. Quieren hacerlo pasar por una familia funcional que se sienta a la mesa a la hora de la cena, pero todos saben que el pater familias escondió un hacha debajo del repasador”. Caramba, nuevamente queda en claro que el diputado no sabe contar. Del 46 al 55 son nueve años. Del 73 al 76 son tres años más. Del 2003 al 2015 otros doce, y del 2019 a la fecha no llegamos a dos. Ni siquiera 26 años, que por cierto son mucho menos que 80. Y aunque agregara los diez años del emperador de Anillaco no se llegaría a las ocho décadas. En todo caso la historia demuestra que el hacha que blandieron los gobiernos admirados por Iglesias fue esgrimida en la mayoría de las veces contra algún peronista. El diputado gorilón les pregunta a sus compañeros de alianza: “¿es razonable que intenten cooptar a los peronistas republicanos quienes creen que una renovación peronista es posible? ¿Cómo van a hacer para renovarse si cooptamos a los mejores? ¿No conduce esa estrategia a regalarle el peronismo al kirchnerismo? ¿No propicia lo que se dice querer evitar: un país partido por una grieta y con un escenario electoral de dos fuerzas? ¿Y no es curioso que apuesten a la rosca política quienes se dicen peronistas, mientras los gorilas y elitistas nos ocupamos de representar al pueblo del 41% y los banderazos, ese nuevo subsuelo de la patria que se acaba de sublevar?”. De todas esas dudas vale rescatar una sola verdad. Iglesias reconoce que él y sus amigos son gorilas y elitistas. Así que no tiene que preocuparse. Si hay algo de cierto en sus afirmaciones de que “La posibilidad de que un peronismo republicano ayude a cambiar lo que hay que cambiar no es nula, pero es poca. Quienes lo dan por descontado reemplazan los hechos de la historia por deseos imaginarios con escaso contacto con la realidad. E ignoran lo decisivo: la densa trama de relaciones, amistades, identidades, complicidades y pactos que ligan a los peronistas con los peronistas”, es que lo que han dado por llamar peronismo republicano no es ni una cosa ni la otra. Solo un rejunte de cambiapieles que buscan una oportunidad para sobrevivir. Carlos Pagni, siempre un poco más filoso que sus colegas, habla de “Las cuatro íes que enfrenta el kirchnerismo”. Lo primero que hay que notar es que ya ni siquiera habla del gobierno de Alberto y de sus discrepancias con Cristina sino que da por sentado que manda el kirchnerismo. Aunque cite en su apoyo a alguien que no puede ser sospechado de seguidor de la Vicepresidenta. Cuenta Pagni que “Sergio Massa, en sus conversaciones con otra gente del Gobierno y con su equipo, suele decir que en este año electoral, en el que el país atraviesa una encrucijada muy importante por el nivel de tensión política, el oficialismo está desafiado por tres cuestiones que empiezan con la letra i. La inmunidad, la inseguridad y la inflación. Podría uno agregar una cuarta i, que está entre las expectativas de mucha gente del oficialismo; probablemente a Massa no le interese. Problema de Cristina: impunidad, que también empieza con i”. Acerca de la inmunidad, reconoce que “hay una concentración de la disponibilidad de vacunas entre los países más poderosos. Por lo tanto, en países como la Argentina, que son países en vías de desarrollo, no enteramente pobres, pero con dificultades, habrá falta de vacunas, como vemos en toda la región. Salvo la excepción de Chile, toda América Latina está afectada por un déficit en la provisión de vacunas”. Y ya vimos lo que dice China de las vacunas que aplica el gobierno de Piñera. Ahora bien, ante la posibilidad bastante cierta de que el gobierno del Frente de Todos logre hacerse de la cantidad necesaria de vacunas, Pagni advierte que “Detrás de todo esto, no nos podemos engañar, está la carrera electoral y un gobierno que confía en que la vacunación no le va a significar un drama en las elecciones primarias ni en las generales”. No sea cosa de que alguien suponga que el gobierno busca las vacunas para garantizar el derecho a la salud de la población. No, son mezquinos cálculos electoralistas. En segundo lugar, Pagni entiende que “El problema de la inseguridad es un problema para el que este Gobierno no tiene una solución clara porque no tiene una receta unívoca”. Lo que quiere decir, y así lo expresa el columnista, es que hay una puja interna entre el modelo de la Ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, y el de su par bonaerense Sergio Berni. Cosa que es real y que es fuente de dificultades todavía no saldadas. En tercer término, aparece la cuestión económica. Al igual que en el tema de la seguridad, Pagni ve pujas internas: “Algo parecido pasa con la inflación”. Todo se ata a las negociaciones por la deuda que el domador de reposeras y sus secuaces usó para enriquecer a sus amigos y empobrecer a los argentinos. Pagni cree que “El Gobierno, inspirado por Cristina Kirchner, pretende pedir 20 años de gracia, lo cual no está previsto en los estatutos del FMI. Y es muy difícil que quieran cambiar sus normas para hacerle un traje a medida al kirchnerismo. Además, es muy probable que la oposición no va a acompañar al Gobierno en ese reclamo. Sobre todo porque, desde el oficialismo, insisten en querellar a la oposición, y por este medio al FMI, por el acuerdo que firmaron. Esto es tan discutible como pretender penalizar la política cambiaria, y llevar a la Justicia a Cristina Kirchner y a todo su equipo por la querella del dólar futuro, aunque haya sido aberrante”. Ocurre que no es lo mismo. Hasta la Cámara Federal de Casación Penal tuvo que admitir que Cristina y sus funcionarios no habían cometido delito alguno en relación al tema del dólar futuro, del cual solo se beneficiaron funcionarios macristas. Pero endeudar al país en condiciones extremas, sin cumplir con los pasos legalmente establecidos, y usar el producto del crédito conseguido para llenar los bolsillos propios y de los amigos es algo muy distinto y por cierto que presenta todos los requisitos que la ley penal fija para pensar que se cometieron delitos. Es cierto que “es muy inusual que en vez de ser un dirigente o un legislador cualquiera, sea el Presidente quien querella a la oposición y el que le indica al Procurador del Tesoro que actúe y se presente como querellante para llevar a la Justicia Penal un acuerdo (opinable, desde el punto de vista político) como el que se hizo con el FMI, aún cuando no haya dado los resultados esperados”. Pero está muy bien que se haya tomado esa decisión, aunque hay que aclarar que la cuestión ya había sido planteada ante los Tribunales en lo Penal con anterioridad a la decisión presidencial de presentar al Procurador del Tesoro como querellante. Vuelvo a decirlo: lo denunciado presenta todas las características de un hecho delictuoso. No es una simple decisión de política económica, exenta del escrutinio judicial, como lo fue el caso del dólar futuro. Pagni pasa a los deseos políticos del grupo para el que trabaja y dice que “hay que mirar a Florencio Randazzo, un peronista que está proponiéndose como candidato de un peronismo no ligado a Juntos por el Cambio. Distinto del de Monzó, de Pichetto, de Jorge Triaca, de Joaquín de la Torre. Con Randazzo están Graciela Camaño y Juan Manuel Urtubey”. Haciendo un poco de memoria, lo primero que salta a la vista es que en 2017 la presentación del ex Ministro del Interior a los comicios legislativos solo sirvió para que Esteban Bullrich derrotara por muy poco a Cristina Fernández de Kirchner. Pero hay algo más que importa, y mucho, a Pagni y sus mandantes: “se hace difícil imaginar a Camaño votando en el Consejo de la Magistratura por la remoción de gran parte de la Cámara de Casación Penal. Es lo que pretende el kirchnerismo. Ya que no pudo cambiar la Corte, capturar el máximo tribunal penal del país. Y conseguir por esa vía la cuarta i, la de la impunidad. La que Massa se olvidó”. Esa esperanza es la que anima a la derecha. Que de esa manera conseguiría mantener viva la verdadera impunidad. La propia.

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