Fraude patriótico
El 5 de abril de 1931, José Félix Uriburu, aquel dictador que admiraba tanto lo prusiano que en son de burla, quienes lo conocían lo llamaban “Von Pepe”, decidió pulsar el ánimo del electorado luego del golpe que había desalojado a Hipólito Yrigoyen de la presidencia, y convocó a los comicios en los que se elegirían gobernador y vice de la provincia de Buenos Aires. La Unión Cívica Radical presentó la fórmula Honorio Pueyrredón-Mario Guido, que triunfó con casi el 50 % de los votos. Entonces Uriburu anuló las elecciones, furioso porque el pueblo parecía empecinado en elegir lo que no debía. Ya había dado muestras de su ningún amor por la democracia, cuando había encomendado a Matías Sánchez Sorondo, su Ministro del Interior, que redactara una nueva ley en reemplazo de la Ley Sáenz Peña, que en 1912 había establecido el voto secreto, universal y obligatorio de los varones argentinos. También, su gobierno había utilizado en forma sistemática a la tortura contra los opositores políticos, anarquistas, comunistas y radicales yrigoyenistas, entusiastamente aplicada por la Sección de Orden Político de la Policía de la Capital, que comandaba Leopoldo Lugones, el hijo del poeta que había proclamado la hora de la espada, y que pasaría a la historia como el introductor de la picana eléctrica entre los materiales usados por los torturadores. No contento con la marcha de las cosas, Von Pepe decidió que, para las elecciones presidenciales, no podría participar la fórmula radical que integraban Marcelo T. de Alvear y Adolfo Güemes. Incluso Alvear fue detenido y expulsado del país. Tampoco esa solución satisfacía los anhelos del dictador, que temía que la gente decidiera apoyar a Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto, la fórmula de los demócratas progresistas y parte del socialismo. El candidato oficial era Agustín P. Justo, a quien acompañaba Julio Argentino Roca (h), y que representaban a un engendro electoral en el que convivían los demócratas conservadores, los radicales antipersonalistas y los socialistas independientes, bajo el rótulo de la Concordancia. Entonces a los demócratas se les ocurrió la solución, e implementaron el fraude patriótico, un sistema mediante el cual gran número de votantes se enteraban, al llegar al lugar de los comicios, que otros ya habían votado por ellos. Y guay de quejarse, so pena de terminar en las mazmorras nada poéticas de Lugones hijo. Muchos años después uno de los impulsores de este sistema, que perduró en las elecciones de esos años que José Luis Torres acertadamente denominó la década infame, reconocería esa práctica como un error. En 2009, Mariano Grondona, por esos días habitual columnista de LA NACIÓN, publicó un libro al que tituló, con más de esperanza que de análisis político, “El Poskirchnerismo: La política de las nuevas generaciones”. En esas páginas, contó que una vez había entrevistado a Emilio J. Hardoy, a quien calificaba como un notable conservador, y que Hardoy le había reconocido que “Nosotros, los conservadores, trajimos el jinete del fraude”. En 1992, al cumplirse el cincuentenario de la muerte de Marcelo T. de Alvear, Hardoy pronunció un discurso en el que confesó: “Vengo a pedir perdón públicamente por el fraude electoral que cerró el paso al poder a ese gran ciudadano que fue Marcelo de Alvear”. Claro que el arrepentimiento de Hardoy poco tenía que ver con convicciones democráticas: el notable conservador se quejaba de que ese fraude terminó por abrir paso al peronismo, un demonio mucho peor que lo que representaba el alvearismo. Ustedes se preguntarán a qué vienen estos recuerdos. Ocurre que en estos días, no satisfechos con el resultado obtenido en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del 12/09/2021, los modernos herederos de aquellos golpistas y conservadores parecen temerosos de que la ciudadanía advierta que al castigar al gobierno de Alberto Fernández termina autoflagelándose y decida optar nuevamente por los candidatos del Frente de Todos en los comicios definitivos del próximo 14 de noviembre. Así es que se largaron a vociferar, por anticipado, que el odiado kirchnerismo va a cometer fraude en los comicios en cuestión. Arrancó la saltimbanqui cultora del gatillo fácil, proclamando a los gritos que “no tenemos que dejar que nos den vuelta la elección” para lo cual la oposición piensa crear un Comité Jurídico “para que no se usen los fondos públicos a favor del partido de gobierno, para que no se usen los medios públicos a favor del partido de gobierno, para que no se usen las bases de datos, protegidas por la ley de datos”, como explicó la ex funcionaria que todavía no rindió cuentas por las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Lo grotesco de esta propuesta es que quienes fueron justamente imputados de incurrir en esas conductas fueron Horacio Rodríguez Larreta, acusado por Facundo Manes de usar los fondos públicos de la ciudad autónoma, y de quien se recuerdan los acuerdos escandalosos con personajes como Fernando Niembro o Luis Majul, y María Eugenia Vidal, bajo cuyo mandato aparecieron los falsos aportantes a la campaña de Cambiemos, cuya denuncia duerme todavía en un limbo sin imputados pero con tantas personas que siguen figurando como afiliadas a un partido con el cual no comparten nada. Como la trayectoria pública de la ministra que bajó las jubilaciones un 13% autoriza a suponerla incapaz de sutileza alguna, hay que concluir que debe haber leído en alguna parte que hay denuncias por estas cosas e inmediatamente aulló contra el futuro fraude populista. Total, los medios hegemónicos rápidamente corren en auxilio de cualquier disparate. Así lo hicieron en el clarinete mentiroso, donde el 26/09/2021 Martín Bravo anunciaba que “Juntos por el Cambio pone en marcha un ‘comité’ para denunciar clientelismo y delitos electorales”. Se ve que Bravo no tiene la más mínima idea de quiénes votan en las elecciones de nuestro país, y para qué votan. Demostrando su ignorancia en la materia, muy suelto de cuerpo denunció que en las PASO “en algunos distritos como Malvinas Argentinas y Tigre llegaban boletas de Juntos para extranjeros -sin la categoría para diputado nacional-”. En otros tiempos, el maestro le hubiera colocado las pertinentes orejas de burro para mandarlo al rincón en penitencia. Porque cualquiera mínimamente informado sabe que los extranjeros no votan en la categoría de diputados nacionales. Con lo que queda claro que lo raro hubiera sido que las boletas para extranjeros incluyeran a los candidatos para diputados nacionales. Todo vale para acusar de fraude al peronismo. Aunque se trate de una burrada de este calibre. No es la única en que incurrieron los voceros de nuestra derecha cavernaria. Carlos Pagni, el 28/09/2021, sostuvo que “Del relato de Cristina Kirchner solo queda la heladera”. En la temática de profetizar el fraude futuro, se formuló una pregunta “que es la pregunta acerca de si el oficialismo está dispuesto a todo. ¿A todo qué es? ¿También al fraude? Hablé con dos dirigentes del peronismo no kirchnerista este fin de semana. Un dirigente importante del norte del país y un dirigente importante del conurbano bonaerense. ¿Hay alguna posibilidad de que haya trampa hoy en la Argentina o es una fantasía?”. Como siempre, las identidades de los supuestos dirigentes del peronismo permanecen en una nebulosa propia de los personajes de fantasía. Es el estilo Pagni. Rápidamente el servicial escriba ofrece la respuesta a su inquietud: “Esa persona que milita en el conurbano bonaerense, que es un dirigente muy importante del peronismo allí, sostiene que hasta un 4 por ciento de la elección se puede dar vuelta no juntando votos sino contando votos. Eso quiere, decir comprando fiscales”. Uno lee eso e inmediatamente lo asalta una duda. ¿Habrá votado Pagni alguna vez? Porque si lo hizo, debe haber advertido que para una maniobra de esas características habría que comprar una inmensa cantidad de fiscales. Aclaremos. En cada mesa de votación, además de las autoridades concurren fiscales de las fuerzas que compiten. Ejercen de esa forma un control cruzado. Simplemente a título de hipótesis, ofrezcamos una mesa supuesta, donde está el presidente de mesa y su segundo, acompañados de los fiscales partidarios que representan al Frente de Todos, a Juntos por el Cambio, al Frente de Izquierda y de los Trabajadores y al que representa la lista del melenudo aullante. Para dar vuelta el resultado, hay que comprar a todas esas personas. ¿Se imaginan repartiéndose dineros a cambio de votos a personajes tan disímiles y enfrentados como esos cuatro fiscales? Que en las pasadas PASO fueron muchos más, porque en las listas en que había competencia había un fiscal por cada candidato. O sea, lo postulado por Pagni, que dice haberlo escuchado del peronista fantasma, es un imposible. Segunda respuesta que publica el columnista: “queda una segunda instancia en ese proceso, que es frente a la justicia electoral. Esto me lo explicaba gente acostumbrada a fiscalizar, que está cerca de la operación. No sé si los que me contaron esto alguna vez lo hicieron, pero hay una posibilidad de comprar al fiscal ‘mayorista’, que después de la elección está en el escrutinio provisorio frente a la junta electoral y si se le pone plata puede cambiar la planilla de la elección”. Una vez más Pagni miente. Porque decir que fantasea es creer que cayó en una trampa que le tendieron para hacerle publicar gansadas. No, Pagni es lo suficientemente astuto como para no dejarse engañar, así que la conclusión es que lo que pretende es engañar al público. Porque los fiscales partidarios se quedan con sus cómputos, que se preocupan por difundir rápidamente a sus cuarteles, y de ninguna manera podrían permitir que el presunto “fiscal mayorista” imaginado por Pagni cambiara tan sustancialmente el resultado de los votos. La mentira como forma de publicar falsas noticias, casi como un modo literario cultivado con pasión digna de mejores causas por cada empleado a sueldo del pasquín fundado por don Bartolo. Que vale la pena recordar que era un gran mentiroso. Pagni arremete contra las dos figuras que desde ya fueron escogidas para ser responsabilizadas de fraude en el caso de que el Frente de Todos recupere los votos perdidos: “Acá no hay que dar vuelta la urna sino al fiscal. Hay que prestar atención porque Alberto Fernández tiene ahora, como me dijo ese peronista norteño, al as de espadas y al as de basto en esta elección. El as de espadas sería Manzur, y el de basto, Aníbal Fernández. Esta es una vía para dar vuelta la elección”. En tiempos no tan lejanos los cagatintas a sueldo del grupo Mitre-Saguier miraban con una cierta simpatía a Manzur, cuando decía que había terminado el tiempo de Cristina Fernández de Kirchner. Entonces era un peronista racional. Ahora, Jefe de Gabinete nombrado por Alberto Fernández con el aval de la Vicepresidenta, vuelve a ser un oscuro personaje capaz de cualquier trapisonda. Pagni se dedica después a la oposición y se preocupa porque en esta costumbre que les es tan querida a los candidatos de Juntos, que es aplicar lo del cambio al de distrito, el Macri primo quiere venirse a la ciudad autónoma: “lo más interesante, y no solo interesante sino escandaloso, es que el inicio de ese traspaso de Jorge Macri a la Capital se haría con la creación de un ministerio del área metropolitana de Buenos Aires, con cara a los dos lados del Riachuelo. Sería uno de los pagos, tal vez no el único, por haberse bajado de la candidatura en provincia y por haber aceptado el desembarco de Santilli”. Pero la preocupación por esos saltos de distrito en distrito le dura poco y rápidamente vuelve sobre las obsesiones clásicas de los columnistas de la Tribuna de Doctrina: las andanzas de la reina maléfica. Dice Pagni que “Cristina Kirchner está mirando lo que pasa en la Corte que se configuró. Es una Corte cuyo flamante presidente, Horacio Rosatti, no es querido ni en el kirchnerismo ni en el macrismo. Un milagro que hay que agradecer”. No solo la Vicepresidenta mira a la Corte. El mamarracho indefendible que protagonizaron los comisionados Rosenkrantz y Rosatti, con la inestimable colaboración de Juan Carlos Maqueda, es digno de ser analizado. Porque en el tan lejano año 2000, el ex comisario riojano Julio Nazareno se autoeligió para presidir la Corte. Ahí nomás saltó la pitonisa de Exaltación de la Cruz y raudamente inició un pedido de juicio político, ante lo que definió como una falla moral imperdonable. Estamos esperando que la denunciante serial sea por una vez en su vida coherente y promueva el juicio político de Rosatti y Rosenkrantz. Que vaya a la tumba de Urquiza, si es preciso. La otra cosa que llama la atención es recordar lo que sostenía un tratadista de derecho constitucional acerca de las designaciones de jueces en comisión. Solía pronunciarse, en sus clases y en las conversaciones que sostenía con colegas, en contra de ese tipo de designaciones, porque creía que causaban conmoción, cuando no escándalo, en el sistema de administración de justicia, y atentaban contra la independencia de los magistrados. Todas justas razones que olvidó cuando a través del Decreto 83/2015 el dormilón dejó por un momento de mirar sus series favoritas en Netflix y lo propuso, junto con Carlos Rosenkrantz, como ministro de la Corte Suprema de Justicia “en comisión”. Ahí a Horacio Rosatti no le pareció escandalosa su designación. Mirar hacia la Corte hace que uno se pregunte cómo es posible que los últimos intérpretes de la Constitución sean personajes de esta laya. No porque los que no participaron de la elección sean mejores, recordemos que a Ricardo Lorenzetti le pareció muy adecuado el sistema de elección que había escogido el domador de reposeras, y que Elena Highton sobrevive en el cargo porque un amparo la autorizó, en contra de lo que dice nada más y nada menos que la Constitución Nacional. Como dice el tantas veces atacado Eugenio Raúl Zaffaroni, cómo es posible que tres tipos que no fueron elegidos por el voto popular terminen siendo los que deciden las cuestiones que inciden sobre la vida de millones. Claro que Zaffaroni es mal ejemplo para nuestra derecha: se le ocurrió cumplir con la Constitución y abandonar la Corte a los setenta y cinco años. Pero volvamos a LA NACIÓN y sus escribas. El 29/09/2021 Joaquín Morales Solá escribe “Juan Manzur, el conservador que fabrica pesos”. Como ya se dijo, el nuevo Jefe de Gabinete es el blanco elegido para los dardos de nuestra derecha. Así que el inefable cronista de los genocidas que condujeron el Operativo Independencia justo en Tucumán, la provincia que gobernó Manzur, tal vez añorando aquellos tiempos de Acdel Vilas y Antonio Domingo Bussi, cuando las urnas se guardaron muy bien, arremete contra el médico tucumano y dice: “Rápido y perspicaz, Manzur entrevió ese vacío de poder en el gobierno kirchnerista y lo tomó para él. El exgobernador tucumano es un hombre de lealtades sucesivas”. Gobernador en uso de licencia, para asumir el nuevo cargo, la gestión de Juan Manzur al frente del gobierno tucumano acaba de ser ratificada por el resultado de los recientes comicios. A Morales Solá no le preocupa el resultado electoral. Ha dado, a estas alturas, suficientes muestras de que la voluntad popular no lo conmueve en lo más mínimo. De modo que continúa su ataque: “Manzur es un caudillo conservador del norte del país. Nunca se entendió qué hacía al lado de Cristina Kirchner, salvo por la conveniencia de estar donde está el poder. Cordial y de buenas maneras, es más parecido en su estilo a Menem que a los Kirchner. Sin embargo, hay que admitirlo: es un político ideal para un gobierno sin rumbo que perdió de mala manera una elección crucial”. Si Morales Solá creyera seriamente que Manzur es un caudillo conservador lo estaría apoyando entusiastamente, como hace con cualquier conservador que ande suelto. Pero no. Manzur es un populista dispuesto a todo, y que aprendió las tácticas del clientelismo electoral de su predecesor José Alperovich. “En Tucumán, el peronismo no regala heladeras ni bicicletas ni zapatillas. Entrega plata en la mano a la gente más necesitada con la condición de que vote a los peronistas. Directamente, sin disimulos. No corre el riesgo de una foto inoportuna”. Y ahí estamos frente a otra denuncia de fraude más o menos encubierto. ¿Supone Morales Solá que el peronismo ha encontrado la fórmula mágica que le asegura que las voluntades compradas se mantienen así de firmes en el cuarto oscuro? Otro disparate insostenible. En apoyo de sus tesis, ya que no puede recurrir a ninguna evidencia palpable, Joaquín no encuentra nada mejor que decir que “Funcionarios de Macri recuerdan un 9 de Julio en una Tucumán gobernada entonces por Manzur. Desfilaron los militares, la policía, los médicos y los maestros. Todos en estricto orden. Era la comunidad organizada de Perón o parecido, en la actualidad, a Corea del Norte”. Sería bueno que a los secuaces del ingeniero sin ingenio que desvalijó la patria durante cuatro años hagan memoria del destino dado a los miles de millones de dólares que el macrismo recibió y fugó casi el mismo tiempo. Pero no. En la imagen recordada por Morales Solá, como si nada bastara Juan Perón se transforma en Kim Jong Un, en un día de la independencia en Tucumán. No hay límites para la desinformación y el ataque artero. Para rematar todo, Morales Solá anticipa: “Conservador y populista, el jefe de Gabinete tiene su propio plan. Si ocurriera el milagro de un triunfo electoral en noviembre, él se proclamará en el acto candidato a presidente para 2023”. Ay, Joaquín, de tanto entrevistar a Lilita se te pegaron las mañas de adivina. En resumen. Todo sirve para atacar al gobierno y garantizar el triunfo de noviembre. Cualquier mentira es buena, cualquier agresión por desproporcionada y falsa que sea es bien recibida. Seguro que si pudieran volverían al fraude patriótico. Mientras tanto, Milagro Sala y otros muchos siguen padeciendo prisiones injustas. Presos políticos de los que muchos parecen haberse olvidado. Nosotros no. Seguimos sosteniendo que no hay democracia posible mientras siga habiendo presos políticos. Seguimos reclamando su libertad.