Obsesión
Cuenta el diccionario de la Real Academia que “obsesión” es una palabra que se usa para describir una “perturbación anímica producida por una idea fija”, o bien una “idea fija o recurrente que condiciona una determinada actitud”. Sea cual sea la definición que se escoja, resulta indudable que alguien víctima de una obsesión no tiene su psiquis muy ordenada que digamos. Idée fixe, dirían los franceses, aunque en general la usen para describir cierto comportamiento masculino no muy aconsejable.
Ustedes se preguntarán, a esta altura, qué tiene que ver todo esto con una columna dedicada a desmenuzar la telaraña de noticias falsas, desinformación y discursos de odio que son característicos de la Tribuna de Doctrina que fundó don Bartolomé Mitre allá por 1870. Ocurre que el multimedio (porque no se lo puede reducir ya a la categoría de diario) da muestras repetidas de que tiene algunas ideas fijas que lo obsesionan, perturban su ánimo y condicionan sus actitudes.
Veamos algunas de ellas. Las históricas, que vienen de una fidelidad que otros llamarían obsecuencia para con las obsesiones del fundador, siempre atento a los deseos de la Gran Bretaña y nunca a las necesidades de sus compatriotas, y muy poco amigo de la verdad.
El 27/06/2022 Bernardo Saravia Frías, que supo ser abogado del gran dormilón y luego custodio de sus intereses cuando el fanático de Netflix lo designó al frente de la Procuración del Tesoro, pretende criticar, sin nombrarlo, al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kiciloff, por su defensa del uso del lenguaje inclusivo. Dice algunas cosas, Saravia Frías, como que hoy abunda la historia panfletaria, mientras se refiere al eslogan “alpargatas sí, libros no”, que supone es el antecedente del discurso de Kiciloff, al que supone desconocedor de la “generación del 37”. Saravia, como buen integrante de las filas de nuestra derecha, solo debe conocer la historia que escribió don Bartolo, pródiga en ocultamientos y falsedades. Y de los muchachos de 1837, probablemente ignore que al inaugurar el Salón Literario tanto Marcos Sastre como Juan Bautista Alberdi en sus discursos prodigaron elogios a Juan Manuel de Rosas. No, Saravia prefiere recordar las palabras de Esteban Echeverría, que prefería tener “un ojo puesto en la inteligencia europea y el otro clavado en las entrañas de la patria”, aunque de esa frase solo cumplió con la primera parte.
Eso sí, no puede negarse que Echeverría tenía más ingenio que muchos de los que lo citan como a una especie de profeta. Ingenio que le permitió hablar de un “dogma socialista” que nada tenía en común con las ideas de quienes profesaban esa doctrina. O escribir de la pampa que nunca conoció. Pero ese ingenio no le sirvió para alejarse del desprecio por lo popular, o de usar las discriminaciones más ignominiosas cuando alguien se atrevía a discutir sus posiciones. Como lo hizo con Pedro de Ángelis, al que calificó de “feo y de carota abigarrada”, mientras sostenía cosas tan socialistas como que era un error haber “dado sufragio y lanza al proletariado poniendo los destinos del país a merced de la muchedumbre”, porque “la legalidad no es arma para batir a esa gente en países como los nuestros”. Cosas tan similares a las que dicen nuestros derechistas de hoy, a los que cabe responder como de Ángelis: su declamado amor por el progreso y su alineamiento con cuanta idea a la moda provenga de Europa o de los Estados Unidos, termina por expresarse a favor de la dominación extranjera y en contra de quienes defenden la independencia del país, convirtiéndolos en “hombres prostituidos u obcecados que se esfuerzan por persuadir a los pueblos que está en sus intereses el prosternarse ante la voluntad inexorable de los plenipotenciarios y almirantes anglofranceses”. Vamos, lector, agregue a los estadounidenses y repita, que no se va a equivocar.
Obsesión por lo de afuera, idea fija en contra de lo nacional. Herencia de don Bartolo que LA NACIÓN se esmera en cultivar. Vamos con otra de las perturbaciones del ánimo de los escribas del pasquín que hoy comandan los Saguier: la defensa de cualquiera que sea acusado de haber cometido crímenes de lesa humanidad. En este caso, el editorialista del 26/06/2022 habla de “Malvinas y Derechos Humanos”, saluda el fallo de los Camaristas de Casación Petrone y Barroetaveña, que sostuvo que la acción por los crímenes cometidos contra soldados conscriptos durante la guerra ocurrida hace cuarenta años prescribió por el transcurso del tiempo, ya que no se trata de crímenes de lesa humanidad conforme lo descripto por el Estatuto de Roma. Uno podría sostener que este fallo es uno más de aquellos a los que nos tiene acostumbrados el Poder Judicial, alejados por mucho de lo que significa administrar justicia. Entre otras cosas, porque no solo no prescribe la acción penal por los crímenes de lesa humanidad sino que en las mismas condiciones se encuentra la acción por los crímenes de guerra, entre los cuales se encuentran los cometidos contra la propia tropa. La Convención Internacional sobre la imprescriptibilidad de estas categorías de crímenes goza en nuestro país de jerarquía constitucional, conforme lo dispuesto por la Ley 25.778. Peligroso antecedente el que sienta este fallo. Pocas esperanzas se pueden tener en que la Corte Suprema remedie este despropósito, teniendo en cuenta que nuestros cortesanos generalmente tienen los ojos y las plumas puestas en cualquier lado menos en los intereses populares. Sin embargo, al editorialista lo “Preocupa que el Ministerio Público Fiscal y el Ministerio de Justicia, tanto de la Nación como de la provincia de Buenos Aires, alienten y propicien sanciones a oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas que actuaron en el conflicto austral por actos que, como puso de manifiesto oportunamente la jueza de la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia, Hebe Corchuelo de Huberman, respondieron en todos los casos a la propia iniciativa de los superiores como respuesta sancionatoria a la comisión de faltas de las supuestas víctimas, coligiéndose de ello la inexistencia de un plan preorganizado”. Le faltó muy poco para alegar a favor de una supuesta obediencia debida.
Una obsesión más. La que enloquece a cuanto escriba pase por las páginas de LA NACIÓN, obsesión con nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner. Nunca ausente de las ediciones de la Tribuna de Doctrina. El 26/06/2022 Pablo Sirvén se pregunta: “Si Evita viviera, ¿sería piquetera?”. Pregunta inspirada por esa inveterada costumbre de hacer decir a Cristina lo que no dijo. Que no es lo mismo pedir que el Estado regule las prestaciones sociales que acusar a los movimientos sociales de cualquier cosa. Por supuesto que el amor a la fidelidad no caracteriza a los herederos de don Bartolo, que deben pensar que si el fundador no lo hacía, por qué ellos van a decir las cosas como son?
Sirvén se permite hacer suposiciones más bien arriesgadas y que poco o nada tienen que ver con la realidad. Los jefes de algunos movimientos sociales que, sin haber sido nombrados, se sintieron cuestionados (¿conciencia culpable?), como criticaron a la jefa, son equiparados a los Montoneros contra Perón. Y el resultado es que “Quedó muy averiada Cristina y, si no se nota más, es porque ni siquiera en el horizonte, se vislumbra quién podría reemplazarla en su comando supremo”. Una de las consecuencias de estar obsesionado es confundir deseos con realidad. Cuidado, Sirvén, un ánimo perturbado no lleva por buen camino.
“Espionaje y terrorismo en un país muy frágil”, titula Joaquín Morales Solá el 26/06/2022. Uno puede imaginarse que sobre las dos cosas aprendió mucho cuando escribía las crónicas de las andanzas de Acdel Vilas y Antonio Bussi. Pero no, sigue con otra de las ideas fijas de LA NACIÓN. El supuesto accionar de venezolanos e iraníes, conspirando en nuestro país. Esta vez le faltaron los mapuches, porque no logró subirlos al avión que está detenido no se sabe por qué, mientras un juez federal se desespera por encontrar algún delito y alguien a quien imputar. Lo que no impide que don Joaquín introduzca a ese oscuro objeto del deseo que se corporiza en la Vicepresidenta. Y entonces se pregunta: “ ¿por qué el Gobierno corrió en auxilio discursivo del avión y de su tripulación cuando supo de su potencial peligrosidad? ¿Adhesión ideológica? ¿Temor a enojar a Cristina Kirchner, antigua aliada de los ayatollahs iraníes?”. Lo que no logra, en toda esa columna que si fuera escrita por algún sospechoso de kirchnerismo sería calificada de delirio conspirativo, es dar una sola prueba de que hay algo que hace necesario que intervengan los tribunales, impidan la salida del avión y retengan a sus tripulantes. Salvo que son venezolanos e iraníes.
El 28/02/2022 Fernando Laborda se preocupa por “El futuro de Cristina”. E imagina tres opciones: “la primera es ser candidata presidencial; la segunda, volver a ungir a un delfín, como hizo en 2019 con Alberto Fernández, reservándose para ella o no el segundo término de la fórmula, y la tercera sería refugiarse en la provincia de Buenos Aires”. Por ahora, la tercera le parece la más posible. Pero no se priva de señalar que “la propia legión de gobernadores peronistas, que Alberto Fernández imaginó en un primer momento como su base de apoyo y contrapeso de La Cámpora, comenzó a alejarse del jefe del Estado”. Cosa que detonaría cualquier proyecto reeleccionista del Presidente, e iría en sintonía con los deseos de Cristina. Aunque ella no haya dicho nada. Qué importa, para eso están los empleados de LA NACIÓN, dando rienda suelta a sus ideas fijas. El problema de todo esto es que la obsesión, cuando tiene las características de lo que sufren los columnistas de la Tribuna de Doctrina, pueden llevar a hacerlos víctimas de más de un trastorno. Y en vez de obsesivos, terminarán trastornados.