El diccionario de la Real Academia Española nos dice que la impostura es una imputación falsa y maliciosa, o bien el fingimiento o engaño con apariencia de verdad.

Consecuentemente, un impostor es quien atribuye falsamente a alguien algo, o que finge o engaña con apariencia de verdad, o un suplantador, persona que se hace pasar por quien no es

La Argentina de estos días parece prestarse tanto a la proliferación de imposturas cuanto a la aparición de impostores. Las empresas que manejan los medios de comunicación hegemónicos ofrecen múltiples ejemplos, ciertamente no como un nuevo fenómeno sino como una práctica que se ha hecho día a día más común.!

Pero vamos a las pruebas. El 23/10/2022 Jorge Fernández Díaz escribe sobre “El ocaso de un modelo que nos hundió”. El pretexto es lamentar la muerte de Javier Marías, y de paso citar al padre del fallecido, Julián Marías, conocido pensador español que más de una vez se ocupó de hablar sobre los argentinos. La primera reflexión que provoca la columna del novelero es que se pretensión de presentarse como un fiel intérprete de ambos intelectuales se parece mucho a una impostura, tanto que uno se siente tentado a pensar a Fernández como un impostor.

Es que con su tono siempre pomposo y su lenguaje alambicado, insiste en las obsesiones que le dictan sus patrones y trata de convencer a sus lectores de que “si hay hoy un clima de época, este alude al posible crepúsculo de una era, no porque el kirchnerismo se encamine a su segura derrota sino porque su modelo da signos contundentes de agotamiento”. Como no pretendo ser un adivino del futuro no me atrevo a decir cuál será el resultado de los comicios del año próximo. Lo que sí parece seguro que, vencedor o derrotado, el kirchnerismo no está agotado ni lo estará, sea cual sea el resultado de las elecciones. Cualquiera que vea desapasionadamente la realidad política no puede ignorar el enorme peso de la figura de Cristina Fernández de Kirchner, reconocido hasta por sus más enconados detractores.

Pero la impostura, como vimos, es un engaño con apariencia de verdad. Así que el escriba describe cosas que pasaron pero las tiñe con su cristal, siempre dispuesto a denostar al peronismo en cualquiera de sus versiones. Por eso cuenta que “Cuarenta y ocho horas después del Día de la Deslealtad, los kirchneristas de paladar negro se reunían en La Plata para intentar blindarse del naufragio, los Moyano amenazaban ampulosamente con el desabastecimiento para reafirmar que quienes vengan deberán negociar con ellos, los burócratas multimillonarios de la CGT reclamaban un lugar en las listas y el Gobierno demandaba a un integrante de Gran Hermano”. Cosas ciertas pero dichas con el barniz de falsedad que corresponde a un columnista de LA NACIÓN. Ni deslealtad, ni naufragio, ni amenazas ampulosas. En todo caso, visiones diferentes que responden a las posturas que cada uno representa.

Fernández insiste: “este drama profundo de un país sin vitalidad y con adolescencia enquistada, que se ha permitido la irresponsabilidad como política de Estado, que amó la gratuidad sin mirar las consecuencias, que nunca dio de alta su adultez gestionaría y fiscal, que propició una generalizada discordia y que habilitó incluso la posibilidad de que un gobierno se creyera lo suficientemente legitimado como para decirnos en qué creer, y disponer de cuestiones sagradas que no pertenecían a un caudillo o una lideresa feudal sino a todos los argentinos”. En sus folletines Fernández puede crear las ficciones que mejor le parezcan, pero decir que la Argentina carece de vitalidad al mismo tiempo que la acusa de tener enquistada la adolescencia -tal vez uno de los períodos más vitales-, es disparatado. Pensar que amar la gratuidad es un pecado, y aunque no diga cuál, uno podría señalar, por ejemplo, la de la educación pública, es ir justamente contra uno de los mejores rasgos del país). Quejarse de que el país carece de adultez en la gestión y en lo fiscal podría ser cierto si se refiriera a las características de la actuación de sus mandantes, cuando ejercen el poder. Hablar de la discordia y atribuirla al gobierno kirchnerista -aunque no lo diga expresamente- y citar cuestiones sagradas que en su boca dejan inmediatamente de serlo, son todas cosas que terminan por confirmar que todo es nada más que otra impostura. 

El 23/10/2022 aparece un gran impostor: Joaquín Morales Solá. Que no puede dejar de mencionar a la reina maléfica, oscuro objeto de los deseos de los escribas de la Tribuna de Doctrina. Y comienza atribuyendo algo que es más lo que sus patrones quieren que pase antes que lo que realmente ocurre. Por eso titula: “Una Cristina desesperada va por más”. Larga sus imposturas, siempre en defensa de lo indefendible. Todo lo que ocurre sale de la mente de la Vicepresidenta: “La última estrategia consiste en incorporarle al presupuesto del año próximo la obligatoriedad de los jueces de pagar el 35 por ciento de impuesto a las ganancias sobre la totalidad del salario, incluida la antigüedad. Los legisladores cristinistas (Marcelo Casaretto, el primero) están buscando algo muy simple: que una enorme mayoría de jueces elija jubilarse ya mismo, antes de perder los derechos adquiridos, o dedicarse a la actividad profesional privada, en la que ganarán más que como magistrados”. El tema de la igualdad ante la ley de todos los habitantes del país es muy ajeno a cualquiera que publique en el pasquín de los Mitre-Saguier. Los jueces no son iguales que el resto. Pretender que paguen impuestos -como el resto de la población- es un nuevo ataque del kirchnerismo a quienes administran justicia, en la retorcida visión de Morales. 

Sin nada que permita sostener tamaño disparate, Morales amenaza: “Una enorme franja de la Justicia quedaría, así las cosas, en poder del kirchnerismo o con jueces interinos que harían menos eficaz y más lenta la gestión judicial”. Para nombrar aunque sea un solo juez se necesitan mayorías que el kirchnerismo, o el peronismo en su conjunto, están muy lejos de alcanzar. ¿Cómo haría, entonces, para apoderarse de las vacantes que no se han producido ni sabemos si se producirán?

Eso sí, Morales sabe lo que va a ocurrir. Lo anticipa o, tal vez, envía un mensaje con destinatarios precisos. Advierte que “La Corte Suprema se prepara para dar una severa resolución en los próximos días”. Ya ha pasado que LA NACIÓN anuncie qué es lo que algún tribunal debe resolver, y que como si se tratara de obedientes empleados, los magistrados le hagan caso.

A Morales le parecería bien que la oposición deje otra vez sin presupuesto al gobierno. Ya lo aplaudió cuando en 2021 pasó eso. Ahora vuelve con la cantinela del complot contra los jueces: “Entre esa restricción presupuestaria y el proyecto actual para desplumar el salario de los jueces se esconde otro golpe del poder político contra el Poder Judicial”. La impudicia es total. ¿Desplumar el salario de los jueces, que cobran sumas muy por encima del mejor sueldo de cualquier otro trabajador? A septiembre de 2022, según lo informado por el Consejo de la Magistratura, un juez de primera instancia cobraba $ 722.456,01, sin contar antigüedad y otros adicionales. 

Pero Morales insiste: “cualquier modificación al salario de los jueces debe tener una ley particular y ser consensuada con la Corte Suprema y con los propios magistrados, quienes podrían aceptar un sistema parecido al de los legisladores”. El presupuesto es una ley y puede incluir en su articulado lo que se deba percibir por el impuesto a las ganancias. Y esa es una cuestión que no tiene por qué ser consensuada con los jueces, ni de la Corte ni de ninguna otra instancia.

La impostura final del artículo es total: “Adiós a jueces independientes como Bruglia y Bertuzzi, camaristas del decisivo fuero federal donde juzgan los presuntos delitos de la vicepresidenta”. Tratar a Bruglia y Bertuzzi, que ocupan cargos para los que no fueron seleccionados y que se han caracterizado por un sometimiento total a los dictados de la derecha, de independientes, llamaría a risa si no fuera porque de los fallos de esos dos personajes depende la libertad de muchas personas.

El 23/10/2022 Martín Rodríguez Yebra cree descubrir “El doble juego del kirchnerismo en busca de la derrota digna”. Puede decirse que es atribuir falsamente a un sector político algo que seguramente no entra en sus deseos. O sea, otra impostura. Porque nadie en su sano juicio puede creer que lo que busca el kirchnerismo es perder las elecciones. Sin embargo, Rodríguez sostiene que “Aunque pesimistas, Cristina y Máximo creen que sostener el discurso combativo los mantiene en la carrera para retener la mayor cuota de poder posible. ‘La gente pide más kirchnerismo, no más moderación’, aguijonea Larroque. Pero también resulta vital que la economía no termine de descarrilar. Ahí radica el doble juegoque deben practicar hasta las elecciones”. Mantenerse en carrera y buscar la derrota son términos contradictorios.

Pero Rodríguez se dedica a interpretar no solo al kirchnerismo si no también al Presidente. “A Fernández lo aqueja una crisis de recursos humanos. ‘Contratar’ ministros se hace cada vez más difícil. Los postulantes exigen garantías políticas que el Presidente ya no puede dar”. Otra vez la contradicción. Porque si existen postulantes no hay crisis de recursos humanos.

Y vuelta a Cristina: “Ella se fastidia cada vez que Fernández se convierte en eje del debate nacional por razones inconvenientes, en general frívolas. La última fue su inesperada cruzada contra un personaje del Gran Hermanoque tiene por nombre una letra del alfabeto griego”. Nadie escuchó ni leyó declaraciones de Cristina al respecto. Así que mezclar algo que tiene parte de verdad (la pelea de Alberto con un personaje menor de un programa televisivo de escasa o nula calidad) con lo que no existió, es otra impostura. Lo mismo puede sostenerse de una última afirmación, que es nada más que una particular idea del escriba: “El afán de Cristina es que el Presidente que inventó en 2019 no la arrastre al desastre político en 2023”. Claro que nadie pretende ir al desastre. Pero Cristina no inventó a Alberto. Lo acompañó en su candidatura, que fue votada por la gente. Cosa que para LA NACIÓN carece de importancia, la voluntad popular no merece ser respetada salvo que sea la que a los herederos de don Bartolo les conviene.

El 24/10/2022 Claudio Jacquelin nos cuenta “La gran pregunta que en el Gobierno prefieren no hacerse”. Uno podría decir entonces que es la pregunta que prefiere el escriba. Se refiere, cuándo no, a Cristina y su situación judicial. “La semicerteza de que el fallo de los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) N°2 será adverso para la vicepresidenta aparece como la causa más concreta de la incomodidad del Gobierno. Las versiones que emanan de Comodoro Py y la información que manejan funcionarios con llegada a la Justicia Federal parecen abonar esa presunción”. Qué bien. Uno se anoticia en la Tribuna de Doctrina de lo que van a resolver los jueces “independientes”. Al menos Jacquelin tuvo el decoro de hablar de una “semicerteza” y no de un fallo escrito antes de que empezara el juicio y no precisamente por los integrantes del Tribunal.

También le baja el precio al intento de magnicidio: “se constata que el atentado contra la vicepresidenta no se tradujo en la pueblada esperada y que con el paso de los días se fue deshilachando la reunificación que el repudiable hecho había generado, mientras buena parte de la opinión pública hasta se permitía dudar de los motivos y la autoría intelectual”. La duda, si es que existió en algún sector de la población, la sembraron LA NACIÓN y los medios afines, que se empeñan en seguir sosteniendo la hipótesis de un grupito de desquiciados contra toda la evidencia que aparece en las investigaciones que llevan a cabo jueces de los que se puede decir cualquier cosa, menos que son kirchneristas.

Para terminar, aparece el leit motiv de estos días. Según el columnista, Cristina “en la última semana logró la exótica inclusión en el proyecto de presupuesto de laeliminación de la exención para los magistrados del pago del impuesto a las ganancias”. Qué cosa esta Vicepresidenta. Tener ideas tan exóticas como que corresponde que todos, y más que nadie, los que más ganan, paguen impuestos. A quién se le ocurre.  En fin. Tanta impostura repetida termina por llevarnos al hartazgo. Aunque sabemos que causa su impacto en mucha gente que termina creyendo en imputaciones falsas y maliciosas, y siendo víctima de fingimientos y engaños disfrazados de verdades. Todo gracias a empleados de los poderes fácticos de este país, que se hacen pasar por periodistas. Que no lo son.

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