Habrá que hablar de las tragedias que atraviesan estos tiempos de la Argentina. Donde el protagonismo principal lo tienen las mujeres. Los libros de historia del futuro contarán que fueron mujeres las que enfrentaron a la dictadura más sangrienta de las que sufrió el país, pero que no se quedaron con ese reclamo sino que alzaron su voz contra todas las injusticias que se fueron sucediendo, cuando ya la dictadura había sido reemplazada por gobiernos elegidos por el voto popular. Protagonizaron la política, en su mejor significado. Hablemos de dos de ellas.

Alguna vez John William Cooke, probablemente el mayor pensador de lo que se ha dado en llamar el peronismo revolucionario, definió justamente al peronismo como el hecho maldito del país burgués. Se refería así a la imposibilidad de pensar una escena política que prescindiera del peronismo, y que pudiera llevar a cabo los programas tradicionales de la derecha argentina sin tener que enfrentar mayores convulsiones. Desde su aparición, en 1945, y más allá de las marchas y contramarchas que tuvo, una y otra vez el peronismo apareció o bien como la opción transformadora que promete un país con justicia, independencia y soberanía o bien como el freno a las políticas de sometimiento que otras fuerzas han intentado llevar a cabo.

Ahora, Cristina es el hecho maldito del país burgués, la barrera que impide el avance final de la derecha para demoler cualquier vestigio de políticas que apunten a la distribución justa de la riqueza, la mejora social, la inclusión de los marginados, el respeto por los mayores, la integración regional para fortalecer políticas soberanas, las políticas públicas que consoliden y amplíen el universo de derechos para todos y todas.

Las gestiones del kirchnerismo, entre 2003 y 2015, estuvieron signadas por las políticas públicas en materia de derechos humanos, que le valieron el apoyo de las principales figuras de ese sector. Y entre ellas, descolló con luz propia Hebe de Bonafini. Con esa luz que caracterizó toda su vida pública. 

La trayectoria de lucha y compromiso de Hebe, siempre al servicio de la causa de la liberación nacional, en la senda emprendida por los treinta mil detenidosdesaparecidos a quienes asumió como sus hijos, la convirtió en la conciencia ética de nuestro país. Con sus principios férreos e insobornables, señaló el camino a seguir por generaciones de militantes que encontraron en ella la referencia necesaria para enfrentar cualquier vicisitud. Cómo no iba a apoyar a Néstor y a Cristina, si ellos reivindicaban la lucha de sus hijos. 

Esa misma trayectoria la convirtió en blanco frecuente de los ataques de la Tribuna de Doctrina. Tantas notas dedicadas a denostarla, a condenar sus posicionamientos, siempre claros y nunca negociados, son otras tantas demostraciones de que Hebe tenía razón. Porque siguiendo la ruta de su fundador, los escribas del diario de don Bartolo defendieron cuanta dictadura nefasta hubo y después, a todo lo que significara la continuidad de las políticas que esas dictaduras habían implantado bajo el reino del terror. Si LA NACIÓN la criticaba, era porque asumía sin pelos en la lengua la defensa de las causas populares. 

Por eso Hebe defendió a Cristina. Perseguida por esa mesa judicial del macrismo donde espías, magistrados, empleados de los medios, fiscales y funcionarios planificaban el avance de la guerra por otros medios, Cristina tuvo que peregrinar por los juzgados de Comodoro Py. Es que no era ella sola. Era la encarnación de todo aquello que la derecha desprecia y lo que quiere ver desaparecer. El gran dormilón que moraba en la Rosada proclamaba su sueño de encerrar a los opositores en un cohete y dispararlo a la luna. La nueva Corte trataba de liberar a los genocidas dándoles el beneficio del dos por uno, frenado por una gigantesca movilización popular que dijo no.

En esa pesadilla del macrismo, Hebe no se quedó callada. Y LA NACIÓN la hizo blanco de sus ataques, una y otra vez. Solo un ejemplo:El 15/01/2019 una editorial titulada “Otra condenable incitación a la violencia”  volvía a arremeter contra Hebe: “su persistente presencia en el escenario público ha estado muy lejos de constituirse en ejemplo de civilidad para sus coterráneos. Todo lo contrario: año tras año acentúa un perfil caracterizado por su alzamiento contra los valores esenciales de la República y explicita, más y más fervorosamente, su violento partidismo contra quienes piensan de manera distinta a la de ella, desenfundando para ello groserías, insultos y provocaciones de variado tenor”. Es que Hebe se había pronunciado contra la compra de pistolas Taser por parte de la saltimbanqui defensora del gatillo fácil, a la que LA NACIÓN siempre defiende.

Ese mismo año, cuando nadie lo esperaba, la reina maléfica sacó un as de la manga y se conformó el Frente de Todos. Quienes antes la habían denostado volvieron al redil, convencidos de que sin ella nada es posible. De su mano, el peronismo volvió al poder a fines del 2019. Es cierto que ya nada era igual. La deuda monstruosa condicionaba cualquier política futura, y para colmo de males, una pandemia inesperada y mortífera se desató sobre el planeta y obligó a concentrar los esfuerzos en la reconstrucción de una política sanitaria que el macrismo había devastado.

Hebe militó fervorosamente la decisión de Cristina. Aunque no ahorró críticas cuando el gobierno de Alberto Fernández llevó adelante políticas que no compartía. Entonces, LA NACIÓN la puso, otra vez, como blanco de sus ataques. El 15/07/2020, Martín Rodríguez Yebra (“Hebe de Bonafini y la mano oculta de Cristina Kirchner”) manifestaba, frente a las críticas que había expresado Hebe por la reunión de Alberto Fernández con los empresarios del G6, que “El revuelo se explica no solo por el lugar simbólico que Bonafini ocupó en la construcción cultural e ideológica del kirchnerismo, sino porque dentro del propio Gobierno se teme que esas palabras destempladas hayan sido un latigazo movido por la mano de Cristina Kirchner”. Como si Hebe fuera una marioneta dispuesta a repetir lo que otros le indicaban.

En una editorial del 23/07/2020 (“Desandar sendas de odio”) el pasquín de los MitreSaguier la llamó “La violenta Hebe de Bonafini, siempre dispuesta a chapotear verborrágicamente en el lodo político”. Violenta, porque nunca se sometió a los designios del poder económico. Verborrágica, porque no ahorraba palabras para criticar lo que sentía que estaba mal. Además, definir como “lodo político” al debate de ideas demuestra que, como su fundador, LA NACIÓN no cree en la democracia sino en el autoritarismo.

Otras cosas son muy recientes. La falta de firmeza en la toma de decisiones, las internas que sacuden al frente gobernante, la crisis agravada primero por la pandemia y después por una guerra que trastornó el escenario mundial tienen al gobierno acorralado, golpeado una y otra vez por decisiones judiciales que muestran que cuando no queda otro recurso, la derecha tiene a la Corte Suprema y sus cuatro mosqueteros dispuesta a impedir cualquier avance que signifique un recorte de los privilegios de los poderosos. 

Igual, Cristina sigue. En medio de noticias falsas, desinformaciones maliciosas, discursos de odio, negacionismo y proliferación de grupúsculos que asumen políticas decididamente fascistas y antidemocráticas, la reina maléfica sigue concitando el amor de amplias franjas populares. 

Entonces vino el atentado. Que falló por milagro. Está claro, desde ese nefasto primer día de septiembre, que la derecha no va a escatimar esfuerzos para terminar con Cristina, porque entiende que si lo logra terminará también con el peronismo y con las esperanzas de cambio que todavía anidan en el corazón del pueblo. Pese a lo claro del intento criminal, y a la cantidad de pruebas que muestran el camino que lleva no solo a sus ejecutores sino a quienes los alentaron y financiaron, el poder judicial cierra las puertas a cualquier investigación seria, y sin ningún pudor recurre a los medios en busca de orientación para saber qué hacer.

Hebe se comprometió, una vez más, en el apoyo a Cristina. En su última ronda de los jueves, el 10/11/2022, se pronunció con la claridad de siempre. Y LA NACIÓN volvió a atacarla: “Con insultos a la Corte, Hebe de Bonafini pidió una pueblada para echar a los jueces”. ¿Qué dijo Hebe? Nada que no se advierta si se presta atención al accionar del Poder Judicial, al menos aquel que se asienta en Comodoro Py y en el cuarto piso del Palacio de Tribunales: “Necesitamos con mucha urgencia hacer algo contra la Suprema Corte y todos los jueces que están comprometidos con perdonar asesinos. No solo perdonan a los que quisieron matar a Cristina, vienen perdonando desde antes, a los asesinos de nuestras hijas e hijos”.

A la Tribuna de Doctrina le molestó que Hebe dijera que la Justicia busca proscribir a Cristina. “Tenemos que ser capaces de dar tanto porque ellos saben que es la única que puede ganar, por eso no quieren dejarla libre, ni dejarla sin condenar. No la quieren víctima, la quieren condenada para que no se presente y están haciendo lo imposible”. Una descripción exacta de lo que se busca con la guerra judicial contra la Vicepresidenta.

Porque Cristina está. Y convoca. Y ocupa una vez más el centro de la escena política. Y diseña estrategias de futuro. Y llama a encender el fuego de la esperanza una vez más. No sé cuál será el futuro. No es posible saber cuántos nuevos males prepara la derecha para disparar contra el pueblo, ni cuántos ataques se preparan contra Cristina. Lo que se puede decir, sin temor a equivocaciones, es que en el centro de todo, con aciertos y errores, con equivocaciones y triunfos, con tristezas y alegrías, con el futuro como promesa y el recuerdo de los días felices como sustento, ella está.    

La presencia física de Hebe se apagó el 20 de noviembre de 2022, justo el día de la Soberanía Nacional que ella defendió con uñas y dientes. En LA NACIÓN, Mariano de Vedia fue el encargado de reseñar su vida: “Murió Hebe de Bonafini, la referente de las Madres de Plaza de Mayo que fue una aliada central de los Kirchner”. No pudo ocultar su relevancia que trascendió los límites de la patria, pero tampoco ahorró las calificaciones agraviantes de costumbre: “Su prédica la convirtió en un símbolo internacional, especialmente en países de Europa, aunque fronteras adentro de la Argentina acentuó sus tonos de agresividad y actitudes hostiles, que muchas veces empañaron sus reclamos. Los insultos con frases irreproducibles eran moneda corriente en su vocabulario”.

Nunca le perdonaron su adhesión al kirchnerismo: “Combativa al extremo y verborrágica por convicción,Hebe de Bonafini, una referente de los derechos humanos, se convirtió en una de las voces más enérgicas y agresivas del kirchnerismo”. Lo que les molestaba era la certeza con que elegía sus adversarios: “Periodistas y jueces fueron también su blanco, como quedó reflejado con la parodia de los tribunales populares contra figuras representativas de los medios de comunicación y la Justicia que impulsó durante el período kirchnerista”.

El escriba señaló que “Además del programa Sueños Compartidos, el gobierno kirchnerista le cedió a Bonafini una radio y le entregó subsidios para crear la Universidad Madres de Plaza de Mayo, estatizada en 2014, al hallarse asfixiada con una deuda de $238 millones”. Que el Estado acuda en ayuda de un organismo de la sociedad civil siempre es algo malo, en el universo ideológico de nuestra derecha y las empresas de medios que son sus portavoces.

Hebe. Esa figura inmensa que marcó a fuego los últimos cuarenta y cinco años de nuestra historia. Basta ver quiénes la atacaban para saber que estaba del lado correcto. Mauricio Macri, alguna vez, la trató de desquiciada. Baby Etchecopar le dijo “El cáncer permanente del país es usted“. Desparramando su odio, en este caso contra el Instituto Patria, el novelero Jorge Fernández Díaz la llamaba “vocera para todo servicio” en su folletín del 28/03/2021 (“Simbología frívola y muertos reales”). No, Fernández. Voceros al servicio de todo lo injusto, son los que la atacaron.

LA NACIÓN nos cuenta que “Por su parte, Claudio Avruj, ex secretario de Derechos Humanos y actual presidente del Honorario Museo de la Shoá, dialogó con Ceferino Reato en Radio Rivadavia, y fue contundente al respecto: La muerte no exculpa ni santifica a nadie”. Claro que no. Es la vida de Hebe lo que la constituyó en ejemplo. Agregan que “El abogado Daniel Sabsay dialogó con Ceferino Reato en Radio Rivadavia sobre la muerte de Hebe de Bonafini y dijo: No me apena su muerte porque ella siempre fue un símbolo de impunidad, apoyada por el kirchnerismo“. Sabsay, es usted el que defiende la impunidad de los que atacan al pueblo. Y cierro las muestras de quiénes se le opusieron: “Fue un ser dañino, madre de terroristas que sembró la discordia y el odio en Argentina” dijo Eduardo Feinmann. Casi que se estaba autodefiniendo, con esa frase. Contra todos los males del mundo hay convicciones que no se negocian, hay voces que no están dispuestas a callar, hay toda una historia que no han podido, ni podrán, hacer desaparecer. Aunque no contemos con su presencia física, su ejemplo nos compromete a redoblar esfuerzos en la construcción de una patria justa, libre y soberana, la patria que quisieron los treinta mil y a la que ella dedicó sus mejores afanes. No le decimos adiós. Como ella hubiera querido, le decimos hasta la Victoria siempre, querida Madre.

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