En la literatura francesa decimonónica, Víctor Hugo fue uno de los personajes centrales. Obras como Los miserables o como El jorobado de Notre Dame quedaron para siempre como clásicos que retrataban distintos momentos de la historia gala y que legaron personajes memorables como Jean Valjean o Quasimodo. Víctor Hugo situó como escenario parisino del siglo XV a los barrios pobres, descritos como refugio de los marginados, los desheredados, los olvidados por la sociedad, que se regían por sus propias leyes, tenían sus instituciones y elegían a sus autoridades. Usó el nombre con el que se conoció a esos barrios: la Corte de los Milagros. Aunque desde fines del siglo XVII y más claramente en la segunda mitad del siglo XIX esos barrios fueron desapareciendo, entre la represión desatada contra los habitantes y la destrucción de sus viviendas para dar lugar al progreso de la Ciudad Luz, la denominación perduró como sinónimo de una sociedad opuesta al orden institucional, que sobrevive gracias al crimen y que establece sus propias jerarquías e instituciones.

Es claro que la Argentina de este siglo XXI no es la Francia que describió Víctor Hugo. Sin embargo, un espectador desapasionado que observara a fondo la realidad que nos toca atravesar podría, fácilmente, encontrar nuestra propia Corte de los Milagros. Que a diferencia de aquella donde se refugiaba la bella Esmeralda, no opera en las sombras sino que se luce, impúdicamente, a la vista de quien quiera observar cómo impone sus reglas, por sobre cualquier ordenamiento jurídico. Sus integrantes ya no son los gitanos, mendigos y ladronzuelos de los barrios marginales de París sino los dueños de un poder que pretende subordinar a las instituciones para que sirvan a sus intereses y que maneja a su placer resortes que le permiten moldear a la opinión pública y pasar por encima de cualquier obstáculo que las leyes le opongan.

En ese esquema, para ir conociendo algunos personajes nada mejor que recurrir al siempre servicial Carlos Pagni, que desde las páginas de la Tribuna de Doctrina, hablando de asistentes al mundial de Qatar nos cuenta que “Angelici coincide en aquel paraíso deportivo con su principal cerebro, Darío Richarte, quien asiste a los partidos con su socio Diego Pirota. Estos abogados comenzaron a acumular poder cuando Fernando De la Rúa les entregó la Secretaría de Inteligencia” (01/12/2022, “Poder y negocios bajo las gradas opulentas de Qatar”). Más adelante, refiere que “Macri prefiere no mostrarse con Richarte. En Doha está su abogado, Alejandro Pérez Chada. De regreso tendrá trabajo: el 21 está prevista la audiencia en la Cámara de Casación, en la que Carlos Mahiques, Guillermo Yacobucci y Ángela Ledesma deben resolver si se revoca o no el fallo que exime al expresidente de responsabilidad en el espionaje de las familias de los fallecidos en elARA San Juan”.

Vaya galería. Vuelve a escena Angelici: “el binguero controla un imperio judicial que se expande en Buenos Aires gracias al escandaloso poder que le han dado Macri y Larreta”. Hay más: “No debe sorprender, por eso, que hoy Angelici sea uno de los tres dirigentes que trabajan para un acuerdo del alcalde con el expresidente. Los otros dos son Nicolás Caputo y Diego Santilli, quien ya estaría en conversaciones con Patricia Bullrich para garantizarse un apoyo ecuménico en la pelea bonaerense”.

Caramba. Ocurre que cada Corte debe tener sus cronistas. Y en el pasquín que fundó don Bartolo abundan los candidatos, pero por antigüedad en la función hablemos de Joaquín Morales Solá, que el 30/11/2022 creyó ver a “Cristina, desesperada y absorbida por el pasado”. Como suele ocurrir con los cortesanos, a don Joaquín la verdad no le importa mucho, primero habla de “los fusilamientos de Trelew, que sucedieron hace 50 años, en 1972, durante el gobierno de facto de Alejandro Lanusse”, frase que demuestra que ni por asomo Morales va a hablar mal de una de las tantas dictaduras que sus patrones apoyaron. No fue “un gobierno de facto”, fue una dictadura sangrienta.

Y sigue: “aquel episodio, que terminó con la muerte de 16 militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (un violento e intransigente grupo armado)”. Precisemos, Morales. No fue un “episodio”, fue el asesinato a mansalva de dieciséis detenidos políticos, que pertenecían a distintas organizaciones. Otros tres salvaron su vida milagrosamente, para ser más tarde víctimas de la dictadura genocida de 1976/1983, con la cual LA NACIÓN y su primo el clarinete mentiroso hicieron negocios para quedarse con Papel Prensa.

Más todavía, y siempre con Cristina, objeto central de las preocupaciones de un diario y sus escribas que no escatiman esfuerzos para atacarla por cualquier medio, abusando de desinformaciones, noticias falsas y discursos de odio. “Otra vez la misma reacción de Cristina Kirchner: solo una enorme conspiración nacional e internacional (en la que no faltan ni Mauricio Macrini el propio Luciani) podía atentar contra su vida”. Morales, como los demás empleados de los Mitre-Saguier, está empeñado en hacer creer que lo ocurrido el 1º de septiembre fue solo fruto del desvarío de un puñadito de marginales. Lo hace contra toda evidencia: para la Tribuna de Doctrina, no existen las múltiples conexiones entre los detenidos y otros grupos de la derecha violenta, ni las que los unen a figuras de la oposición. Tampoco hablan de los millones que recibieron esos grupos por parte de empresarios íntimamente vinculados al dormilón fana de Netflix. No, de eso no se habla.

Peor todavía. Para Morales, las últimas palabras que Cristina pronunció el 29 de noviembre fueron “un alegato político. Se olvidó de la técnica jurídica o simplemente carece de una refutación seria a las acusaciones de Luciani, a quien también expuso a una venganza por parte del fanatismo”. Las últimas palabras en un juicio no son para hacer una defensa técnica, ese momento es cuando el abogado defensor pronuncia su alegato. Por otra parte, este juicio es político. Ningún elemento jurídico fue arrimado por los acusadores, como para probar que la Vicepresidenta cometió los delitos por los que se la quiere condenar. Solo consideraciones altisonantes, en sintonía con el cúmulo de falsedades que propalan LA NACIÓN y sus asociados.

Nuestro derecho penal es claro: para que una conducta sea delictuosa debe ajustarse a los requisitos que la figura de que se trate estipula. Para que alguien sea responsabilizado por un delito, debe haberse acreditado que lo cometió, sea directamente o a través de otros a los que encomendó la tarea. Sucede que atribuir obras públicas a un proveedor del Estado no es por sí misma una conducta típica. Se trata, mal que le pese a Morales, de una decisión política. Que no la toma la Presidenta. Son las provincias las que presentan su plan de obras a la Dirección Nacional de Vialidad. El pago de las obras se aprueba en el presupuesto que anualmente se presenta por el Poder Ejecutivo al Congreso. El contralor del presupuesto corresponde al Jefe de Gabinete.

A Morales nada le importa. Para él, “la aprobación del Congreso a las decisiones del Poder Ejecutivo en su época era solo un trámite burocrático”. Incluso se pregunta: “¿alguien puede creer que los jefes de Gabinete de los Kirchner eran entes autónomos del matrimonio, sobre todo cuando se destinaban recursos a las obras públicas en Santa Cruz, la cuna del feudo?”. Lo que con estas manifestaciones obvia es que si ello fuera así deberían estar procesados los diputados y senadores que aprobaron los sucesivos presupuestos y los jefes de gabinete que se encargaron de su ejecución, amén de que habría que demostrar, para inculpar a Cristina, que todos esos funcionarios actuaron bajo sus expresas órdenes. El derecho penal no puede basar sus condenas en meras suposiciones sino en hechos debidamente probados. Claro que en la Corte de los Milagros el orden jurídico estatal no importa, el poder dicta sus propias normas.

Morales no se queda en las palabras de Cristina sobre el juicio de Vialidad. También le atribuye maniobras para controlar al Consejo de la Magistratura. Basta recordar que aunque la propuesta de los representantes del Senado fue votada y aprobada por esa Cámara, y que quien la elevó fue Claudia Ledesma Abdala de Zamora -como Presidenta Provisional del Senado-, para los milagrosos de los que nos estamos ocupando la responsable es Cristina, que ni votó la propuesta ni la elevó. Meros detalles, parece.

Ahora es el turno de la Cámara de Diputados. Sucede que con similares argumentos a los que los cortesanos que moran en el cuarto piso del Palacio de Tribunales, un juez decidió que el Pro y los radicales son la misma cosa, o sea un solo bloque, el de Juntos por el Cambio, y que consecuentemente no correspondía la designación de la diputada Roxana Reyes -radical-, porque JxC ya tenía su representante designado. Para Morales las cosas que valen para unos no valen para otros. El Frente de Todos no puede tener dos bloques, en el Senado, pero JxC sí puede hacerlo en Diputados. ¿Habrá oído hablar, el escriba tucumano, de lo que se denomina la doble moral, o en su caso, la doble vara? Igual, le fallaron sus pronósticos. O sus jefes no le pasaron bien las instrucciones. Porque sostuvo que “El presidente del bloque, Mario Negri, le reclamó ayer a Moreau que apele, pero es posible que esta no lo haga. Está demasiado vinculada al cristinismo”. Y por las dudas agregó: “La otra alternativa es que Moreau retire la nota que le envió al Consejo de la Magistratura con los nombres de los diputados que representarán al cuerpo. Pero en ese caso retiraría también a los diputados propios, como el infaltableRodolfo Tailhadey la hipercristinista Vanesa Siley”. Pero Moreau hizo las dos cosas. Apeló la medida judicial, y hasta tanto se resuelva el caso, retiró la nota. JxC estalló de bronca y frustró la sesión de Diputados, donde sus representantes Iglesias y Wolff hicieron gala de su condición de machirulos violentospara agredir a la Presidenta de la Cámara.

El mundo paralelo de la Corte de los Milagros vernácula. Que rescata de su retiro a un viejo vocero, José Claudio Escribano, para que resucite la teoría de los dos demonios y pida por el perdón de los genocidas: “No se habla de la amnistía, hay gente que puede pensarlo pero no se habla de eso en un debate público” y para rematarlo, diga que “La prensa argentina no se ha ocupado todavía en los temas a los cuales estaba llamando la discriminación establecida en el siglo XXI entre la suerte de quienes mataron en nombre de los sueños de la patria socialista y de aquellos que incursionaron en el terrorismo de Estado para acabar con la subversión que también actuaba con metodología terrorista”. Otro desembozado intento de proteger a los centuriones del mal absoluto, aplaudidos por LA NACIÓN cuando desataron la noche del terror en la Argentina.  Una última cuestión. Se vienen escuchando muchas voces, varias de ellas con buenas intenciones y otras todo lo contrario, que hablan de que el año próximo la Argentina celebraría cuarenta años de democracia ininterrumpida. Pero no. Lo que tenemos es un período de estabilidad institucional y de gobiernos elegidos por el voto popular. Pero nadie puede hacernos creer que en todo este tiempo hubo democracia en nuestro país. Porque seguimos teniendo nuestra propia Corte de los Milagros, aunque como ya se dijo no sea igual a la que describiera Víctor Hugo, en cuya novela, recordemos, la bella Esmeralda termina ejecutada. Habrá que poner todo el esfuerzo para que en estos días, el final del cuento termine de otra forma.

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