Esta vez no habrá citas de diccionarios, ni referencias académicas. Nada de eso. Vamos a hablar como habla el pueblo. Vamos a permitirnos ser vulgares, y desde esa vulgaridad que nos hermana con miles y miles, vamos a sentirnos felices. Porque en Qatar, donde nunca debió haberse jugado, la Selección ganó el campeonato mundial de fútbol, nada menos que contra el hasta ese domingo inolvidable era el dueño del título.

Ahora, como siempre, al carro de los triunfadores se suben todos los que se dedicaron a menospreciarlos. A pronosticarles el fracaso, la caída. A criticarlos por no ser refinados admiradores de la civilización y por comportarse como bárbaros. Todos, ahora, olvidados de cuando gritaban que el entrenador no era nadie, que el Capitán solo jugaba en sus equipos europeos, que faltaba este y sobraba aquel. Lo de siempre en boca de los que nunca van a entender de pasiones, de sentimientos que desbordan todo límite, de sueños por los que se deja todo en los campos de juego.

Los deportistas de todas las disciplinas y de todos los orígenes saludan al triunfo. Los viejos adversarios se alegran de que ese tipo, pequeño de estatura física pero enorme en su forma de jugar a este juego que enamora millones, haya roto todos los records, haya superado todos los maleficios, haya encontrado la consagración que tantas veces se le había negado. Diarios y revistas del mundo entero se inclinan ante los jugadores que pasaron por encima de pronósticos y de cualquier obstáculo que la suerte se empecinaba en ponerles por delante.

Fue un camino plagado de dificultades. Desde el lejano comienzo, tras un nuevo fracaso en la Rusia de 2018, cuando se armó este cuerpo técnico al que muy pocos conocían y al que casi todos le auguraron una pronta despedida, y pasando por un tropezón en la Copa América de 2019, hasta el triunfo en el Maracaná en 2021 que volvió a encender las ilusiones de todo un pueblo. Y ya en Qatar, en ese país sospechado de haber logrado por métodos poco santos la organización del Mundial, la ruta hacia el título empezó con una derrota contra el adversario que se suponía más fácil. Inmediatamente sonaron voces que gritaban que ya lo habían avisado, que en poco tiempo el seleccionado estaría de vuelta.

Pero esta Selección demostró estar hecha de buena madera. En rápida sucesión, México, Polonia y Australia quedaron en el camino. Después llegó el turno de los Países Bajos, donde reina la hija del Secretario de Agricultura y Ganadería de la dictadura genocida. Una serie de ofensas, provocaciones y ataques que comenzaron por el propio técnico de la que otrora fuera una naranja mecánica, consiguieron que los jugadores reaccionaran. Y al frente de ellos, como buen capitán, Lionel Messi.

LA NACIÓN fue fiel a su tradición y defendió a los europeos. El 10/12/2022 titulaba: “Lionel Messi: el futbolista extraordinario no pudo contener al hombre vulgar”. Con aires proféticos, anunciaban que “La selección no es confiable y probablemente no lo vaya a ser en lo que queda del Mundial”. Ya sabemos lo que significa ser confiable para la Tribuna de Doctrina. Qué suerte que los jugadores no lo fueron. A Messi, el capitán, le reprocharon haber asumido “El perfil maradoneano que tantos años se le reclamó… y tan mal habla del pedido”. Habían descubierto que el mejor jugador del mundo “también puede ser un hombre vulgar”. Qué horror. Un tipo del pueblo.

Vendría después el triunfo ante Croacia, con una gran actuación del equipo, que a esa altura ya había demostrado más que suficientemente que además de contar con el liderazgo el mejor, su gran valía radicaba en ser, precisamente, un equipo. El héroe colectivo de Oesterheld, de pantalones cortos y con la camiseta albiceleste. Con su capitán, al que el pasquín de los Mitre-Saguier le perdonaba no cantar el himno (Messi siempre fue guapo, cantara o no el himno, en definitiva, una ridiculez bien nuestra) pero no que se pareciera al gran ausente.

Llegó, por fin, el gran día. Ese domingo 18 de diciembre que quedará grabado a fuego en la memoria nacional. El día en que ese grupo de pendencieros maleducados se dieron cita con la historia grande del fútbol. Con la presencia etérea de D10S, alentando desde el cielo como cantaban miles y miles de gargantas. Como si fuera un destino inevitable, no hubo una resolución tranquila, a pesar del dominio que la Selección ejerció la mayor parte del juego. No, primero hubo que ir al alargue y de allí a los penales. 

La rápida secuencia integró en el deseo de las grandes mayorías los disparos de un rosarino, un cordobés y dos bonaerenses, de ese conurbano tan despreciado por LA NACIÓN. Y al arco, un marplatense enorme. Y el final desató la euforia tanto tiempo reprimida. Treinta y seis años después de la corona de Maradona, Messi se proclamaba su legítimo sucesor y abrazaba la gloria con sus compañeros.

Miles y miles de argentinos se abrazaron en las calles y plazas de todo el país. Y como un eco de reivindicación anticolonialista, en lugares tan lejanos como la India y Bangla Desh el triunfo se sintió como propio. Así que los escribas herederos de don Bartolo se lanzaron a pontificar las pavadas disfrazadas de reflexiones que acostumbra publicar la Tribuna de Doctrina. El 19/12/2022 Pola Oloixarac , que sigue sin aceptar que se llama Caracciolo, titulaba “El embrujo nacional” y para mayor confusión pretendía aclarar que “En la Argentina, un país que pierde sistemáticamente contra sí mismo, la pelota es la única fuente de reivindicación; la Selección es lo que la corona británica a Inglaterra, lo que da sentido de pertenencia y permite tolerar la frustración”. Messi vendría a ser como Carlitos, que a los 75 años se vio obligado a trabajar de rey.

Y siguen las palabras pretenciosas: “Sin los tonos excesivos deMaradona, cuyo problemas de sobrepeso acarreaban consigo un panteón completo y consistente (el Che, Evita, Perón, y despuésFidel, Chávez, y cuanto represor con marketing de izquierda se cruzó), Messi, en cambio, solo quería jugar al fútbol. Refractario totalmente a la política, Messi es símbolo del argentino que quiere hacer su trabajo y vivir en paz, una especie de posperonismo en forma de Mundial”. No sé, ni importa a esta altura, qué opina Messi del peronismo. Lo que sí está claro, mal que le pese a la Caracciolo, es que más seguramente se mire en el espejo de aquel Diego gigante, rebelde y contestatario, que en el del pseudo periodismo de nuestra derecha.

Mientras los argentinos celebraban el 19/12/2022 Juan Manuel Trenado se preocupaba de alertarlos: “Argentina campeón del Mundo: no es sólo el fútbol, es el abrazo de todo un país, aunque Messi no puede negociar con el Fondo Monetario Internacional y De Paul no puede recuperar las Malvinas”. Habría que aclararle que nadie les pide eso. Solamente que jueguen como lo hicieron, que con eso alcanza para que se los reconozca.

Mientras Putin, Lula da Silva, Evo Morales, Maduro, Luis Arce, Gabriel Boric y muchos otros líderes saludaban el triunfo de la selección, el dormilón endeudador serial se entusiasmaba por estar en un país sin gremios, y donde los homosexuales pueden vivir siempre que no hagan ostentación de su condición. La alabanza a la autocracia qatarí muestra el pensamiento retrógrado y virulentamente homofóbico del domador de reposeras. Nada vulgar, para LA NACIÓN.  No como Cristina, que saludó al capitán de la Selección con un especial reconocimiento a su giro maradoneano, el mismo que -una vez más, por vulgar-, molesta a los empleados del mitrismo.

Millones celebrando en una multitud jamás vista, que en las estimaciones más entusiastas mostraba al diez por ciento de la población del país en las calles. Las disputas entre los distintos organismos de seguridad y su incapacidad para ponerse de acuerdo en la mejor forma de permitir que la gente saludara a los jugadores, terminaron con un sobrevuelo en helicóptero que igualmente no frustró la alegría popular. Como siempre, la mirada parcial y desinformadora de LA NACIÓN cargó las tintas contra el gobierno nacional y obvió cualquier referencia a quienes tienen la misión de garantizar las cosas en la ciudad autónoma: Rodríguez Larreta y sus secuaces, sobre todo el visitante escondido Marcelo D’Alessandro. Aunque el presidente de la AFA, el también detestado por vulgar Chiqui Tapia, haya agradecido al gobierno de la Provincia de Buenos Aires, que -vale la pena recordarlo- ejerce Axel Kiciloff.

Un breve intervalo. Tal vez, habría que buscar las razones de aquel rechazo que tanto tiempo tuvieron que sufrir los jugadores y el cuerpo técnico en un par de imágenes. La que muestra a técnicos y jugadores con un cartel que pide más memoria, más verdad, más justicia. O la que muestra a Lio Messi al lado de las Abuelas y reclamando por el derecho a la identidad.

Seamos vulgares una vez más. ¿Qué tiene de malo que el gobierno haya decretado feriado nacional para que la gente celebrara el triunfo futbolero? Si hasta dio lugar a una de las mejores  humoradas del año, con la saltimbanqui amante de la represión afirmando que ella iba a festejar trabajando. Una vez en la vida! Sería un milagro que Messi y sus compañeros deberían atesorar, para el camino a la santificación. Total, el Papa es argentino y peronista y también celebró la victoria. 

Reprocharon el feriado, a coro y sin la menor idea de lo que hablaban, una serie de dirigentes de la derecha, que sin pudor alguno hablaron del trabajo, de la educación y del esfuerzo que solo conocen, en el mejor de los casos, de oídas o porque alguien se los contó. Los dos Bullrich, Cornejo, Fargosi, Espert. Ninguno de ellos tiene derecho a criticar algo que, bien o mal, estaba orientado a permitir el festejo popular. El mamarracho directivo de la FIFA también se quejó. “¿Y los  jujeños? ¿Y los catamarqueños?¿Por qué no dejan que la gente pueda decidir libremente si se pliega, dónde y cuánto tiempo. Es por lo cual la mayoría de los argentinos rechazamos este gobierno. Queremos ser libres. Queremos que nos quiten esta pata de encima”. Lo que es seguro es que la mayoría de los argentinos tienen memoria. Y esa memoria lo condena. Así que vulgarmente, te lo decimos: andá p’allá, bobo!!!

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