Una de las tragedias más conocidas que William Shakespeare escribió, Macbeth, narra los efectos que la ambición política produce en aquellos que solo ansían el poder. Al principio de la acción teatral, en el Acto IV, el personaje se encuentra con tres brujas (las Hermanas Fatídicas) que revolviendo un caldero, le predicen su futuro. Cuando lo esperan, una de ellas siente su proximidad y dice by the pricking of my thumbs, something wicked this way comes (por la picazón de mis pulgares, algo malvado está viniendo).

Más de uno dirá todo bien con Shakespeare, pero a qué viene la mención? Alguien dijo que las obras que perduran son aquellas que encuentran un reflejo en nuestra realidad cotidiana. No importa si son otros el tiempo y el espacio, hay cuestiones que reaparecen una y otra vez y a las que fácilmente les podemos aplicar lo que ya fue escrito y representado.

Algo de eso parece estar ocurriendo en nuestro país y en estos días. El 06-04-2023, en el programa que se emite por LA NACIÓN+ -la señal de cable en la que algunos indican que el domador de reposeras tiene mucho que ver-, dos empleadas de la Sociedad Anónima La Nación se dedicaron a revolver el caldero de las brujas. Y es sabido que lo único que puede salir de esos empeños es algo malo, muy malo.

Ni Viviana Canosa ni Laura Di Marco -las empleadas en cuestión- poseen conocimientos que las acrediten como profesionales de la salud mental. Sin embargo, durante todo su diálogo pronunciaron frases terminantes que sólo se pueden describir como uno de los mayores y más perversos discursos de odio que hayamos escuchado en estos tiempos. Y vaya si proliferan discursos de odio, mezclados con noticias falsas y desinformación, transitando por las páginas de los medios hegemónicos o por sus señales televisivas o radiales.

Pero ambas empleadas, cuyos antecedentes las posicionan en los primeros puestos de un imaginario ranking de maldades disfrazadas de noticias y opiniones, esta vez se esmeraron y con una saña sin límites acometieron contra Cristina Fernández de Kirchner y su hija Florencia. Como señalaron desde la Asociación Colegio de Psicoanalistas, “la periodista Laura Di Marco —en un diálogo con una complaciente Viviana Canosa— emitió al menos siete afirmaciones diagnósticas y etiológicas: adicción, abuso, anorexia nerviosa, psicopatía, narcisismo patológico, bipolaridad, intento desuicidio”. Agregaron que “La ligereza con la cual se han realizado estas afirmaciones en el diálogo televisivo citado nos resulta peligrosamente problemática por múltiples motivos” y alertaron: “En ningún caso debiera justificarse la indelicadeza de juzgar y exponer públicamente consideraciones acerca de la salud mental de un oponente político ni de ninguna persona. Se atraviesan límites que trascienden la intencionalidad de quien opina y pueden ser tremendamente peligrosos en sus consecuencias” (ver  Página12, edición del 10-04-2023).

Con pasmosa serenidad, Di Marco decía que Cristina Fernández de Kirchner no vive como una persona normal y que no escucha seres humanos normales; agregaba que su camino está construido con malas artes, cosa que también atribuyó a Néstor Kirchner. Para más ponzoña, sostuvo que para gente como Néstor y Cristina “sus vidas son muy lastimosas, tienen hijos adictos, suicidios” y acto seguido, con su cómplice, acometieron contra Florencia Kirchner, que según Canosa fue usada siendo menor, y de quien Di Marco dijo que tiene una anorexia nerviosa galopante para agregar que quienes estudian la enfermedad de la anorexia la asocian con la falta de madre, falta de nutrición materna.

La madre de Cristina no quedó fuera de tanto disparate maligno. Era bipolar, según Di Marco, que también se permitió decir que Cristina era hija de una mamá soltera, con todo lo que te imprime eso y la calificó como psicópata porque este poder es psicopático, el kirchnerismo es psicopático, no tiene empatía. Entre las dos adornaron la figura de la Vicepresidenta como poseída por un narcisismo patológico. Para redondear, denunciaron que Fernando Espinoza, el Intendente de La Matanza, es un adicto.

Es cierto que eran solamente dos y no tres. Pero es fácil pensar en una tercera que revuelva el caldero de la mentira, el odio, la falsedad más dañina disfrazada con terminología pseudocientífica. No viene al caso dar más nombres. Alcanza con mencionar que al tomarse conocimiento de los dichos de Canosa y Di Marco, el repudio fue generalizado, incluso entre muchas personas que no siente ninguna afinidad con Cristina Fernández de Kirchner o el movimiento que lidera. Pero hubo voces disonantes. Cuando La Cámpora, la odiada organización comandada por Máximo Kirchner, publicó un twitter que decía “Discurso de odio. Mentira. Violencia. Humillación. Hostigamiento. Deshumanización. Brutalidad. Perversidad. Crueldad”, junto a la imagen de las principales figuras de LA NACIÓN+, Patricia Bullrich saltó al ruedo y contestó con otro twitter: “¡Basta! Inventaron el periodismo militante. Es el que habla siempre a favor del kirchnerismo. Intentaron un país de una sola voz y no lo lograron. ¡No insistan! ¡Empiecen a hacer las valijas! ¡El modelo de la voz única se va! Vuelve la libertad”. ¿Cuántas eran las brujas de Macbeth?

La cuestión es realmente grave. Porque se usa al derecho humano a la comunicación, para justificar cualquier exceso que cometa un escriba que se ampara en su supuesta condición de periodista y en el ejercicio de la libertad de expresión. Ocurre que hace años, escribimos con Eduardo Luis Duhalde un trabajo, la Teoría Jurídico Política de la Comunicación1, destinado mayoritariamente a lxs estudiantes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA, donde ambos fuimos profesores (y yo sigo siéndolo) de la materia Derecho a la Información.

Decíamos allí que “Al sujeto profesional de la comunicación, por su carácter de intermediario en el proceso informativo, le corresponden esencialmente las funciones de búsqueda e investigación de la información y su difusión. De alguna forma, opera como delegado del público, lo que implica que no es el propietario de la información ni su titular. En tanto cumple esa función mediadora, ejerciendo esa suerte de delegación tácita, decide en nombre de quienes se la confirieron, qué es lo que se comunica, cómo y a quién. Teniendo en la mira las consecuencias de esa decisión surgen sus limitaciones, sean éticas o jurídicas, puesto que el ejercicio de la actividad periodística reviste en la sociedad moderna una singular relevancia, ya que convierte al profesional de la información en intérprete de la realidad social, lo que implica que se puede constituir en voz de la sociedad y controla, en cierta medida, los actos del poder. Ello no debe llevar a atribuir al informador un poder omnímodo o considerar que en todo caso goza de inmunidades especiales. Por el contrario, ello debe llevarlo a actuar sujetándose a reglas específicas que constituyen un imperativo ético, y que pueden o no estar comprendidas en un cuerpo normativo” (Duhalde, Eduardo Luis y Alén, Luis Hipólito: Teoría Jurídico Política de la Comunicación, Segunda Edición, Eudeba 2022 ).

Perdón por lo extenso de la nota, pero lo que buscábamos significar, y viene perfectamente al caso, es que el ejercicio del periodismo no está exento de regulaciones y entre estas, las fundamentales son las de carácter ético. Que imponen la obligatoriedad de no traspasar ciertos límites. El informador puede, y debe, informar a la sociedad de aquellas cuestiones que revisten un notorio interés público. Pero debe extremar los cuidados para no transformarse en un divulgador de noticias falsas, o para no ser simplemente un medio que utilizan los dueños del poder para atacar a sus adversarios, en pro de sus propios intereses, económicos y políticos.

¿Qué interés público tiene la salud de la hija de la Vicepresidenta? ¿Qué calificaciones tienen Di Marco o Canosa para opinar sobre cuestiones de salud, presentando sus disparates como si fueran verdades consagradas? ¿Quién las transformó en jueces y jurados que pueden condenar por supuestas conductas personales de las cuales no ofrecen más prueba que un remanido y burdo “me dijeron”? ¿Cuál es la vara que utilizan para condenar a un movimiento político y a quien lo lidera, como si se tratara de un grupo con padecimientos mentales? ¿Por qué se atreven a discriminar, aunque sea solapadamente, a las madres solteras como si serlo fuera materia de vergüenza pública?

No discuten una sola idea ni aportan propuestas políticas que habiliten el debate. Se limitan a tratar de degradar, de humillar, de someter al escarnio a la principal figura con la que cuenta el movimiento nacional y popular. Siguen, en eso y al pie de la letra, el libreto que les señalan sus patrones. Porque la única excusa cierta que tienen es que no son periodistas. Empleadas de un poder empeñado en destruir a cualquiera que ose pensar en un país distinto, cumplen las órdenes que les dan, por odiosas que sean, con pasión y entusiasmo.

Shakespeare escribió que la mujer de Macbeth vivió atormentada por los remordimientos. Y que el final del propio Macbeth fue acorde a su vida triste, lastimosa, que solo tuvo como objetivo la conquista del poder por el poder en sí. Hay varias figuras en la realidad argentina que podrían encajar a la perfección en el rol del rey escocés. Nadan en las escabrosas aguas del caldero de las brujas y presagian más pesadillas para el país. Pero cuidado. Es posible que vuelvan a enseñorearse del destino común de la patria, y que se crean capaces de inscribir sus nombres en los anales de esta sufrida tierra. Pero no olviden que “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. Y toda farsa tiene el final que se merece.

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