En los parques de diversiones -que vaya uno a saber por qué, son una especie casi extinguida-, uno de los sitios cuya visita era infaltable era el tren fantasma. Chicos -y no tanto-, entraban entusiasmados, se sentaban en los pequeños vagones y cuando el trencito se ponía en movimiento se podían escuchar los gritos excitados de los pasajeros, cuando en el recodo menos pensado se les aparecía algún monstruo legendario.

A esta altura más de uno se preguntará qué pasó con los contenidos de la columna, que no hay citas de diccionarios ni comentarios históricos o críticas filosóficas. Por una semana, permítanme divertirme a mi manera con esta realidad nuestra y sus personajes que me trajeron a la memoria tantas vueltas en los trenes fantasmas de mi infancia (y hasta de la adolescencia, cuando la oscuridad del recorrido era propicia para besar a la noviecita).

Pensemos en el tren fantasma de nuestra derecha. Una advertencia antes de partir. No es el trencito de la infancia. Acá los fantasmas son reales, así que si son de impresionarse fácilmente preparen el espíritu para lo que se les viene. Porque créanme, el itinerario que nos proponen aterroriza al más valiente.

Veamos. Apenas entrando al laberinto oscuro, se nos aparece el primer espectro: el fantasma dormilón. A pesar de que sus períodos de actividad son pocos (si no está en la reposera pasa al sillón a ver Netlix y de ahí otra vez a descansar), las consecuencias de sus acciones son devastadoras. Su principal característica es la de usar el endeudamiento serial, aunque otros señalan también la costumbre de espiar a todo el mundo. Tiene contactos de algún tipo con todos los otros fantasmas, se dice que a la mayoría los cobijó él en el túnel del horror. Desprecia fuertemente a las provincias, sobre todo a las del norte.

Saliendo de la cueva del dormilón, el segundo espectro es el gorila calvo. Bajo un barniz de aparente amabilidad, este fantasma te destruye los espacios verdes y construye proyectos inmobiliarios que atentan contra el medio ambiente y a los que se accede por insólitas bicisendas de doble mano, cuyo principal efecto es el de confundir a peatones, automovilistas y a los propios ciclistas. Igual, para transitarlas hay que pagar peajes descomunales. Se lo recuerda también por haber negado pagos a reconocidos cirujanos que terminaron agobiados por el destrato al punto de quitarse la vida.

En aquel episodio el gorila calvo no estuvo solo. Lo secundaba el tercer espectro, que se aparece bajo el disfraz de un hada. Salta de distrito en distrito y por donde pasa deja tierra arrasada. Con particular saña, acumula todo tipo de obstáculos en los caminos que llevan a las universidades, para impedir que algún pobre llegue a las mismas. También ocasiona desastres en otros centros educativos: las escuelas estallan a su paso.

Cuarta etapa del recorrido espectral. El tren tomó para el norte y ahí, casi en el extremo del túnel, aparece el carcelero. El tipo se encarga de armar entramados que le permiten meter en la cárcel a cualquiera que no le guste (especialmente si se trata de mujeres, que vengan de los pueblos originarios y que pretendan ayudar a los pobres). Es un espectro ambicioso, que pretende extender su sistema carcelario a todo el país. De paso, va tirando abajo todo lo que hayan hecho sus víctimas, sobre todo barrios, escuelas, centros de salud y hasta piletas.

La marcha del tren no da descanso a los pobres pasajeros. Sonidos atemorizantes se escuchan por todas partes: algunos creen reconocer al fantasma dormilón imitando a un rockero mítico, con tal virulencia que los tímpanos del oyente desprevenido parecen estallar. Otros sostienen que en realidad son ecos de un pasado tétrico, gritos de dolor de víctimas de otros tiempos que siguen reclamando justicia.

Exactamente por ahí pasan las nuevas apariciones: cuatro fantasmas -tres por un lado y el restante por otro-, que le robaron la venda y la balanza a la estatua de la justicia y flotan por encima de todo, son los que deciden qué se puede y qué no se puede hacer. Siempre resuelven para el mismo lado, salvo cuando se pelean entre ellos. Pero tienen un acuerdo básico: van a fallar siempre en contra de la gente, nunca a favor. Por ejemplo, como no están muy convencidos de que cualquiera pueda elegir se les da por suspender elecciones.

Como un subgrupo de los cuatro fantasmas anteriores, hay un recodo que bajo el nombre comodoro pro cobija a un enjambre de espectros que se dedican más que nada a perseguir ex presidentas y funcionarios. Entre todos han creado una nueva especie de flagelo, que suelen llamar “derecho creativo”. Se reúnen, a veces, escondiéndose en los lagos del túnel.

En esas reuniones participan otros tantos espantapájaros bandidos, algunos que escriben y escriben noticias falsas y discursos de odio, y otros que difunden lo mismo a través de unas pantallas que causan daños cerebrales profundos. Todos reconocen como jefe a un espectro mayor al que creen poseedor de un magnetismo letal. El lago tiene su propio espectro, un pirata que solo maldice en inglés.

El recorrido ahora depara el susto que causa encontrarse con la fantasma saltimbanqui, que corre de un lado a otro diciendo cosas diferentes según sea el lugar donde se para. Tuvo una horda de servidores que apuntaban contra las espaldas de todo lo que no le gustaba a la jefa, que dispone de muchos ayudantes que borran teléfonos y amenazan con pistolas eléctricas que son muy similares a las picanas. La saltimbanqui proclama que va a llegar hasta lo más alto, aunque para eso tenga que pasar por encima del gorila calvo que quiere trepar primero. Uno de sus ataques preferidos tiene como víctimas a jubilados y empleados públicos a los que despoja de parte de sus ingresos.

Otro gorila calvo que ataca lanzando cifras y números incomprensibles promete plomo para todo el mundo. No tiene un lenguaje muy comprensible, solo se escuchan con claridad insultos de los peores y amenazas de demolición de cualquier traba que impida que los ricos sean aún más ricos y se puedan apoderar de lo poco que todavía no han conquistado. Con los fantasmas que lo siguen se la pasan refunfuñando y negando con la cabeza mientras gruñen algo como no fueron treinta mil.

Ojo que esa frase la repiten con mayor o menor fuerza todos los espectros del túnel. Que cuando el pasajero cree que va llegando al final del recorrido se topa con otro gorila, este melenudo y aullador que termina todos sus ataques delirantes con un carajo escupido a la cara de sus víctimas. Se especializa en despojar de sus órganos vitales a los que caen en su poder, órganos que después guarda en una heladerita de Telgopor y pretende vender en las ferias ambulantes (a las que jura que va a privatizar). Dice ser dinamitero y tener como objetivo el Banco Central; es machirulo y misógino, y copia con entusiasmo -de cualquier sitio de las redes-, apuntes que luego firma como trabajos propios. Con el gorila calvo tiene una especial inquina, que no se extiende tanto a la saltimbanqui. Sus últimas apariciones fueron para intentar consolidar un mercado de venta de niñas y niños.

Ojo que si bien parece que el tren termina el recorrido, como los guardas no son muy de confiar capaz que no te dejan bajar y el viaje empieza una y otra vez. La buena gente se pregunta por qué los gobernantes permiten la subsistencia de este tren, que no aporta nada útil, y que a diferencia de aquellos de nuestra niñez que de estrafalarios causaban gracia, estos producen un miedo visceral. Porque los espectros parecen cada vez más vivos y más presentes.

Aclaro ahora por qué se me ocurrió hablar de este tema en la columna. Las notas de política de la Tribuna de Doctrina de hoy, 9 de mayo de 2023, tienen como protagonistas principales a los ministros de la Corte de los Milagros, que como no tenían nada más que hacer suspendieron las elecciones en Tucumán y San Juan, a cinco días de que se debieran realizar. Acto aplaudido por la oposición, por supuesto. Cuyas figuras se jactaron de haberle puesto freno a la intención del kirchnerismo de perpetuarse. Cosa rara, los amarillos gobiernan desde 200t7 en la ciudad autónoma, pero parece que ahí sí puede haber perpetuidad. Por otra parte, que uno sepa es la gente que habita en esas provincias la que con su voto debe decidir quién va a ser el gobernante. 

LA NACIÓN le da mucho espacio, cómo no, a Patricia Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta. Como una especie de anticipo, sus editoriales dicen que en La Rioja ganó el clientelismo y hablan sobre la imperiosa necesidad de defender a la Corte. Como si hubieran sabido de antemano qué iba a pasar unas horas después. A Milei no lo tratan muy bien, pero por las dudas lo equiparan con José Antonio Kast, el ultraderechista chileno que acaba de obtener un triunfo electoral en los comicios para constituyentes. De los teléfonos borrados de las secretarias de Milman en las oficinas de Bullrich, solo las opiniones de otro empleado mediático que cree que todo es un mamarracho jurídico.

Que cada uno saque sus conclusiones. Vean las páginas del pasquín de don Bartolo, o las pantallas de su señal de cable, y anoten qué personajes circulan por ahí. Y después, acuérdense de Antonio Gramsci y cuáles fueron sus palabras cuando ascendía el fascismo: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Acá también aparecen los monstruos, y a mí se me ocurrió hacerlos pasear por un tren fantasma.

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