Es algo conocido por todos que cada poderoso tiene un escribano que lleva sus documentos

y se encarga de dar fe de sus negocios y voluntades. Los dueños del poder en la Argentina

no escapan a esa costumbre. Por eso LA NACIÓN, siempre actuando como el medio que

hace más de ciento cincuenta años opera como la Tribuna de Doctrina de la derecha, tiene

como uno de sus principales editorialistas a José Claudio Escribano.

En una nota exclusiva para suscriptores, publicada el 28/05/2023, Escribano da rienda suelta

a una de sus obsesiones preferidas, y arremete contra la figura de Juan Perón. En realidad,

no dice nada nuevo. Repite viejas acusaciones -que por supuesto nunca son fundamentadas

debidamente- en una presunta lectura de un documento al que no sabemos cómo accedió,

referida al golpe de Estado que terminó con el gobierno de Arturo Illia.

El eje, como siempre, es sostener contra toda evidencia que el peronismo es la versión local

del fascismo. Ojo, que si se trata de la izquierda peronista probablemente la acusación de

un giro y la equipare con el stalinismo. Guiados por un odio irracional, e incapaces de pensar

las cosas desde una óptica nacional, los integrantes de nuestra derecha supuestamente

liberal no pueden evitar ver todo desde un prisma europeo. Escribano es un ejemplo de esa

forma de analizar las cosas, que termina por ofrecer imágenes que poco y nada tienen que

ver con la realidad.

Para Escribano, Perón conspiraba contra el gobierno constitucional de Arturo Illia. Primera

observación: más allá de cualquier valoración que pueda sostenerse sobre la figura del

médico cordobés, lo cierto es que su gobierno nació de un proceso viciado por la

proscripción del peronismo, cuestión que venía desde el golpe que desalojó a Perón en

septiembre de 1955, con el decreto ley 4164 de marzo de 1956 que prohibía hasta la

mención del nombre del presidente depuesto y del de Eva Perón, así como todo símbolo

partidario, incluyendo la mítica marchita.

Durante el interregno de José María Guido, ante la inminencia de un llamado a elecciones

el 12 de marzo de 1963 se reunieron en la Asamblea de la Civilidad representantes de los

partidos U.C.Radical del Pueblo, la U.C.Radical Intransigente, Demócratas Cristianos,

Demócratas Progresistas, Conservadores Populares, Socialistas Argentinos, Federales y

Justicialistas. Se firmó un Acta de la Coincidencia Nacional que exigía la libertad de sufragio.

Pero el gobierno insistió en la proscripción del peronismo, llegando al extremo de prohibir,

dos días antes de los comicios, la candidatura de Raúl Matera que impulsaba un sector

demócrata cristiano. Los radicales entendieron que era mejor concurrir a los comicios que

la permanencia de los militares, y así Arturo Illia llegó a la presidencia. Con el peronismo

impedido de participar legalmente.

Por otra parte, si bien Illia gobernó sin decretar el estado de sitio, el plan de lucha de la CGT

de 1964, que arrojó más de cinco mil establecimientos tomados, fue reprimido duramente

y cientos de obreros resultaron encarcelados. Y el Operativo Retorno, comandado por

Andrés Framini, Augusto Vandor, José Alonso, Gerónimo Izzeta y Delia Parodi, no llegó a

buen término porque el avión que traía de regreso a Juan Perón fue obligado a retornar a

Madrid desde el aeropuerto de Río de Janeiro por pedido del gobierno argentino. No tan

constitucional, lo de don Arturo.

Escribano menciona a Vandor y a Alonso -mejor al primero que al segundo- como los

sindicalistas que, de saco y corbata, asistieron a la jura del dictador Onganía. Recuerda sus

finales trágicos y poco más. Su objetivo es denigrar a Perón y asociarlo con los males de la

Argentina. No puede, porque la historia no se lo permite, decir que Onganía actuó en

acuerdo con el gran exiliado, por eso dice que “Algo había salido mal para el conspirador

minucioso del memorando que glosamos. A través del tiempo persiste, sin mengua por los

tropiezos sufridos a lo largo de ochenta años de desplazar gobiernos y dificultar hasta el

hartazgo el desenvolvimiento de otros, la continuidad de una genética política invariable en

el ADN peronista”.

Ocurre que la historia, como ya señalamos, no juega a favor del Escribano del poder sino

que lo contraría. El peronismo, siempre que llegó al poder, lo hizo por elecciones populares

donde obtuvo el triunfo sobre otras fuerzas. También le tocó perder, y no por eso alentó

golpes militares. Si hubo algún uniformado que se levantó fue Juan José Valle, que lo hizo

contra la dictadura fusiladora de Aramburu y Rojas. Por reclamar la vuelta al sistema

constitucional, Valle pagó con su vida.

Tanto en 1955 como en 1976, el peronismo fue desalojado del poder por golpes militares

que contaron con la participación de civiles. La Junta Consultiva que “asesoraba” a la

dictadura de Aramburu reunía representantes de varios partidos. El Proceso de

Reorganización Nacional, eufemismo que usó la dictadura genocida, tuvo a José Alfredo

Martínez de Hoz como su jefe civil. Nada de eso recuerda Escribano, como tampoco el

ferviente apoyo que la Tribuna de Doctrina brindó a esas y otras dictaduras, incluso la que

derrocó a Arturo Illia.

Pero ya sabemos que las visiones sesgadas de los hechos -sesgadas siempre hacia el mismo

lado- son tan propias de LA NACIÓN como las falsas noticias y los discursos de odio. Y que

como cuentan con un Escribano, también revistan en sus filas distintos escribas que no

escapan del molde con que desde Mitre se forman los empleados del pasquín que hoy

dirigen los Saguier.

Entre esos escribas del mitrismo actual, sobresale Joaquín Morales Solá, aquel que inició

sus tareas cubriendo las acciones del Operativo Independencia, sinónimo del terror

genocida que asoló Tucumán a partir de 1975. El mismo que, según cuentan periodistas que

trabajaban en Clarín, les prohibía sentar sus opiniones sobre los testimonios que se vertían

en el juicio a las Juntas de 1985. El que motivó una sentencia sobre la real malicia de los

comunicadores, dictada por la Corte de la mayoría automática menemista. El que ahora es

la pluma mayor de LA NACIÓN, desde donde imparte instrucciones a jueces y fiscales y

advertencias para las fuerzas de derecha, cuando le parece que no son suficientemente

reaccionarias.

En esa función de escriba mayor, Morales se supera día a día, olvidando que los archivos, en

estos tiempos digitales, lo traicionan y lo dejan al descubierto más de una vez. Veamos. El

30 de abril de 2016, don Joaquín estaba exultante. La derecha había llegado al poder, por

una vez en elecciones, y el ingeniero sin ingenio estaba aprendiendo a manejar los controles

de los televisores de la Rosada para sintonizarlos en Neilix. Mientras tanto, comenzaban a

amontonarse los cientos de denuncias con las que se pretendía sepultar a Cristina Fernández

de Kirchner, que pocos días antes había congregado una multitud que la acompañó en su

primera declaración indagatoria.

En ese contexto, Morales tituló su columna: “La Justicia avanza cada vez más decidida sobre

Cristina Kirchner”. Ya sabemos que no es la Justicia la que hace esos avances, sino algunos

moradores de los tribunales federales, obedeciendo los mandatos de la recién instalada (en

ese entonces) mesa judicial que comandaba el hoy prófugo Pepín Rodríguez Simón. La nota

desliza dudas sobre el juez Sebastián Casanello, al que supone asociado con la Cámpora,

pero canta loas al intrépido fiscal que arremega contra la malvada reina populista, a la que

Morales mezcla con Lázaro Báez y Cristóbal López.

“En rigor, es Marijuan quien le está dando una orientación a esa causa. El juez Casanello

parecía llevarla sin una dirección clara y cierta. Casanello es conocido en los tribunales por

su vieja relación con La Cámpora y con el ex viceministro de Justicia cristinista Julián Alvarez.

Sin embargo, exponentes importantes de la justicia federal confían en el progreso de la

investigación porque Casanello está atenazado por dos factores. Uno es la calidad del fiscal:

Marijuan es conocido como un funcionario implacable en los tribunales. Otro elemento

determinante es que la investigación está siendo supervisada por la única sala

independiente y prestigiosa de la Cámara Federal. Es la integrada por los jueces Martín

Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Farah. Los tres jueces, que están por encima de

Casanello, ya le indicaron al magistrado que fuera mucho más allá de sus propósitos

iniciales”.

El tiempo fue cambiando las cosas. Horacio Cattani dejó su cargo y Eduardo Farah pasó a

ser execrado cuando concedió la excarcelación de Cristóbal López y Fabián De Sousa. Sólo

quedó Martín Irurzun, acuñando la teoría de que cualquiera que hubiera sido funcionario

del gobierno -kirchnerista, claro- debía ser encarcelado porque conservaba poder, al tiempo

que si el imputado era funcionario del gobierno de esos días ni siquiera había que

investigarlo…

El implacable Marijuan excavó la Patagonia en busca de pruebas que jamás encontró. Eso

sí, se hizo popular por sus reiteradas apariciones en los canales de noticias de nuestra

derecha. Ahora, siete años después de aquel raid por el lejano sur, no tuvo otro remedio

que pedir el sobreseimiento de Cristina, ante la falta de pruebas en su contra.

Y Morales estalló. “Un fiscal al servicio de Cristina Kirchner”, tituló el 31 de mayo de 2023.

Ahora, descubrió que “Guillermo Marijuan es un fiscal desconcertante, si lo queremos

llamar de una manera que no siembre suspicacias. En noviembre pasado, cuando

comenzaba la ofensiva del oficialismo contra la Corte, Marijuan pidió que se investigara

penalmente el manejo de la obra social de la Justicia, que depende directamente de la

Corte”. Se nota que don Joaquín no sabe muy bien cómo no ser suspicaz. Para peor, el

desconcertante fiscal no solo denunció a la Corte sino que se atrevió a mucho más: “Ahora,

Marijuan acaba de pedir el sobreseimiento de Cristina Kirchner en la causa del dinero K,

porque, según él, no pudo constatar una vinculación comercial entre la expresidenta y

Lázaro Báez, a quien se acusa en ese expediente de haber lavado 55 millones de dólares. Es

el mismo fiscal que trasladó excavadoras en 2016 para perforar la interminable Patagonia,

en una búsqueda obsesiva del tesoro kirchnerista, tres meses después de que Mauricio Macri

asumiera la presidencia de la Nación. No encontró nada”.

Caramba. Las cosas que descubre Morales, que al parecer encontró la mano oculta tras el

dictamen de Marijuan: “sus amigos en la política no están en el macrismo ni en el

cristinismo; su amigo político es Sergio Massa, a pesar de que los dos aseguran que dejaron

de tratarse en los últimos tiempos”. Es sabido que desde que el tigrense volvió al redil

populista se puso en la mira de la Tribuna de Doctrina, que claramente lo prefería

enfrentado al kirchnerismo. Ahora lo suponen buscando una candidatura bendecida por

Cristina y haciendo méritos para eso: “Si Massa estuvo detrás de la lapicera de Marijuan, le

habrá demostrado a Cristina que pudo mucho más que Alberto Fernández en mucho menos

tiempo”.

Eso sí, Morales tiene claras sus prioridades: “El problema más serio del dictamen de

Marijuan es que deja a Cristina Kirchner a las puertas de un sobreseimiento”. Otra causa

inventada más que se cae. Sin suspicacia alguna, la nota afirma que “Sobresale una

conclusión: Marijuan le hizo un favor de tamaño indescriptible a Cristina Kirchner, aunque

nadie sabe con certeza por qué eligió ese camino. Solo puede deducirse, con cierto grado de

certeza, que no tomó esa decisión para hacer justicia, para interpretar correctamente las

leyes o para cumplir con una convicción personal. ¿Estuvo Massa en el medio? ¿Es un favor

que Massa le hizo a Cristina, a la espera de que le devuelva la cortesía? ¿O el fiscal solo tiró

el anzuelo, a la espera de pescar una oportunidad para su carrera judicial? No hay

respuestas, por ahora”.

La incoherencia de un columnista, puesta al servicio de la coherencia de una trayectoria, la

de LA NACIÓN. Escribanos y escribas, unidos por una misma línea: la que trazó Bartolomé

Mitre hace ya muchos años. Siempre hacia la derecha, nunca cerca del pueblo. A favor de

cualquier cosa menos de la verdad.

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